El debate de los Presupuestos
EL TELEGRAMA de llamada general cursado ayer por Miguel Herrero de Mi?¨®n a los parlamentarios de UCD, convoc¨¢ndolos a una reuni¨®n urgente, carece de desperdicio y cuando menos es altamente elogiable por su sinceridad: ?Tratamiento incompatibilidades en ley de Presupuestos es cuesti¨®n susceptible de afectar gravemente situaci¨®n profesional y econ¨®mica diputados?.Es de suponer que los representantes del partido del Gobierno acudieron ayer masivamente al Parlamento ante la directa apelaci¨®n del -portavoz de su grupo al bolsillo de sus se?or¨ªas. En un momento en que la lucha contra el paro es -obviamente- uno de los objetivos prioritarios del Gobierno y la sociedad entera, resulta ilustrativo este gesto insolidario de unos parlamentarios renuentes a terminar con los dobles y los triples cargos en la funci¨®n p¨²blica. As¨ª, una de las mejores iniciativas del ministro de Hacienda, Jaime Garc¨ªa A?overos, puede verse retrasada indefinidamente o seriamente condicionada.
Tampoco resulta muy edificante que los diputados del Gobierno, tan preocupados por la paga, traten de hurtar a la opini¨®n p¨²blica la importancia del debate presupuestario que hoy comienza en la comisi¨®n correspondiente a base de despacharlo con la mayor urgencia. La discusi¨®n de esta ley es en las democracias un aut¨¦ntico debate Sobre la censura o la confianza de los Gobiernos; m¨¢xime cuando sobre los presupuestos acumula la oposici¨®n numerosas quejas de fondo a la gesti¨®n global del Gabinete. Ventilar por apremia de fechas los Presupuestos del Estado para presentarlos al pr¨®ximo pleno del Congreso es una irreverencia y desluce el logro del se?or A?overos de adelantar el debate presupuestario.
Por otra parte, entre las caracter¨ªsticas seculares de nuestros presupuestos destacan con notable inercia la opacidad a la hora de interpretar el gasto, y su desproporcionalidad con respecto a la situaci¨®n econ¨®mica del momento. Ante la crisis actual no trata el Gobierno de matar gorriones a ca?onazos, sino m¨¢s bien de cazar elefantes con tirachinas. El presupuesto de 1981, por su concepci¨®n, podr¨ªa haber sido el mismo correspondiente a un a?o de expansi¨®n econ¨®mica, con la ¨²nica diferencia del menor d¨¦ficit.
El volumen de transferencias -que ronda la mitad de los ingresos- se ha disparado, con lo que no queda dinero del Estado suficiente para satisfacer la demanda de servicios p¨²blicos. Si, por el contrario, se recortan las transferencias entonces se hundir¨ªan muchas empresas: he ah¨ª una de ?as encrucijadas actuales del Gobierno
Hacienda, no obstante, ha realizado un elogiable esfuerzo en la confecci¨®n de un presupuesto llamado ?por programas?, y ?de base cero?, aplicable a un determinado porcentaje de gasto de algunos departamentos ministeriales. Pero el paso del presupuesto tradicional al presupuesto ?por programas? es pr¨¢cticamente imposible si al tiempo no var¨ªa sensiblemente toda la organizaci¨®n burocr¨¢tica y administrativa del Estado.
La concepci¨®n del Presupuesto para 1981 permite, por otra parte, al Ejecutivo seguir dificultando la informaci¨®n sobre el destino final que se da al dinero de los contribuyente. ?El Presupuesto?, dec¨ªa el hacendista austr¨ªaco Gold Scheid, ?es el esqueleto del Estado, desprovisto de ideolog¨ªas?. Todos los Gobiernos tratan habitualmente de ocultar lo m¨¢s posible de ese esqueleto a sus ciudadanos para rendir as¨ª menos cuentas y tener las manos m¨¢s libres a la hora de las nuevas prioridades o variaci¨®n de objetivos. Pero en nuestro caso la ocultaci¨®n es excesiva porque no hay presupuesto de objetivos. Especificar lo que va a gastar tal o cual ministerio no sirve apenas si no se acompa?a un compromiso m¨¢s expl¨ªcito de objetivos que indique cu¨¢ntas y cu¨¢les carreteras piensa hacer el Gobierno en 1981, o cu¨¢ntas camas desea poner en sus hospitales, de modo que podamos conocer el grado de cumplimiento de las promesas que el Gobierno hace a todo el pa¨ªs desde los Presupuestos Generales del Estado de cada a?o.
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