?A qui¨¦n le va?
LAS DR?STICAS medidas adoptadas por el Ayuntamiento de Madrid para limitar el aparcamiento en la zona centro de Madrid est¨¢n redundando en una mayor fluidez del tr¨¢fico, como consecuencia de la disminuci¨®n del n¨²mero de autom¨®viles que se aventuran por el per¨ªmetro prohibido. Los embotellamientos circulatorios, cercanos al colapso en las horas-punta o en los d¨ªas lluviosos, hac¨ªan seguramente inevitable una reglamentaci¨®n como la ensayada, hasta ahora con buen ¨¦xito, por la Administraci¨®n municipal.. Sin embargo, pertenecer¨ªa a la peor tradici¨®n del triunfalismo tipo Arias Navarro, cuando la desertizaci¨®n de los bulevares y la construcci¨®n de los scalextric eran presentados como la soluci¨®n final, ignorar los aspectos negativos de la medida y, sobre todo suponer que vivimos ya en el mejor de los mundos circulatorios posibles. La ordenaci¨®n ha producido resultados. secundarios perjudiciales y molestias innecesarias, que, con un planteamiento m¨¢s precavido, tal vez hubieran podido evitarse o dulcificarse.Mientras la circulaci¨®n en la zona acotada por las limitaciones de aparcamiento ha mejorado sensiblemente, los sectores fronterizos se han convertido en tina especie de territorio salvaje en el que los automovilistas se dedican a la cacer¨ªa del aparcamiento, dando vueltas una y otra vez en busca de un lugar vac¨ªo y congestionando el tr¨¢fico. Pero si bien este febril tiovivo en torno al cord¨®n sanitario del centro resulta dif¨ªcilmente evitable, deber¨ªan tomarse desde ahora mismo medidas para crear grandes aparcamientos en las diferentes entradas de la ciudad, pr¨®ximos a las bocas de Metro o a las paradas de autob¨²s, a fin de que los habitantes de las ciudades-dormitorio- y de los n¨²cleos perif¨¦ricos pudieran estacionar con sus autom¨®viles -en ocasiones, el ¨²nico medio para salir de sus colmenas- y proseguir su peregrinaci¨®n hasta su lugar de trabajo.
Dentro de la zona acotada, el n¨²mero de plazas disponibles en los aparcamientos de pago es muy insuficiente. La limitaci¨®n del tiempo diario de estacionamiento en la calle al que dan derecho los bonos que se pueden adquirir en los estancos -procedimiento seguramente ideado por el Ayuntamiento- para ahorrarse los parqu¨ªmetros que funcionan en muchas otras ciudades con un mecanismo de relojer¨ªa que se acciona con monedas- convierte cualquier incursi¨®n de los autom¨®viles extra?os por el centro de Madrid en algo temerario, con la gr¨²a desempe?ando el papel de los cuatreros en los secuestros. Ni siquiera para los vecinos de la zona prohibida el sistema de alquilar un lugar de aparcamiento en su propio barrio est¨¢ bien resuelto. La tarjeta que le exonera de persecuciones est¨¢ extendida en favor del autom¨®vil y no del automovilista, de forma tal que cuando ¨¦ste se ve forzado a cambiar de veh¨ªculo -por aver¨ªa o por pr¨¦stamo- se ve arrojado a las tinieblas exteriores de la zona protegida. De otro lado, la comprensible negativa municipal a conceder la privilegiada tarjeta a quienes trabajan, pero no viven, en la zona hubiera quedado reforzada con un argumento de moral c¨ªvica y ejemplaridad ciudadana si el propio Ayuntamiento no hubiera reservado lugares de aparcamiento callejero para los autom¨®viles que utilizan sus mandatarios.
Pero la cuesti¨®n central en la que desembocan todas las protestas razonables es que esa medida de limitaci¨®n del aparcamiento en el centro, indispensable para impedir el caos circulatorio, tiene que ir acompa?ada de un aumento sustancial de los aparcamientos p¨²blicos en la zona y, sobre todo, de una mejora espectacular del transporte p¨²blico, subterr¨¢neo y de superficie. No todo el mundo puede recurrir al taxi, gran beneficiario de la nueva pol¨ªtica municipal. Los autobuses contin¨²an siendo inc¨®modos, impuntuales -sobre todo fuera de las horas-punta- e insuficientes. Si bien la reducci¨®n del tr¨¢fico privado por el centro de Madrid tal vez Contribuya, a disminuir la poluci¨®n, no es seguro que los, generosos y f¨¦tidos escapes de humos de la flota de la EMT permitan rebajar sensiblemente los ¨ªndices de contaminaci¨®n. En cuanto al Metro, la torpe campa?a del ?A mi me va?, si bien ha despertado la curiosidad de los usuarios del subterr¨¢neo madrile?o por conocer la frecuencia con la que el ministro de Transportes y Comunicaciones y sus m¨¢s directos colaboradores gozan -sonrientes y felices- de las comodidades de ese publicitado medio de transporte, probablemente no habr¨¢ permitido incrementar la venta de billetes ni para pagar tan horrorosos carteles.
El Ayuntamiento madrile?o, m¨¢s que elegir entre varias posibilidades, ha adoptado seguramente la ¨²nica pol¨ªtica que pod¨ªa aplicar para evitar el caos circulatorio del centro de la capital. Ahora le queda la parte menos espectacular, pero m¨¢s trabajosa, de su estrategia. Si las cosas quedaran tal como est¨¢n, dentro de pocas semanas las quejas de los comerciantes de la zona y de quienes tienen que desplazarse por razones de trabajo a ese per¨ªmetro prohibido se convertir¨ªan en una clamorosa protesta. Porque es evidente que existen formas mejores de curar las jaquecas que cortar las cabezas. Un plan de aparcamientos en la zona centro y en las entradas de la ciudad, una mayor flexibilidad en las autorizaciones de estacionamiento temporales y en la concesi¨®n de tarjetas a los vecinos de los barrios afectados y una mejora sustancial de los transportes p¨²blicos son medidas que el Ayuntamiento de la capital debe plantearse como objetivos a cumplir a corto plazo.
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