Llegaron los mineros
LA MARCHA hacia Madrid de los mineros de Cerezo de Riotir¨®n ha evocado las im¨¢genes rom¨¢nticas y ¨¦picas del Novecento, de Bertolucci, y nos ha retrotra¨ªdo inconscientemente a la ¨¦poca en que las huelgas por reivindicaciones salariales o por solidaridad con los despedidos estaban inexplicablemente unidas al rechazo del r¨¦gimen franquista y a la lucha por las instituciones democr¨¢ticas y las libertades. Entre los miles de ciudadanos que recibieron en las puertas de la capital a los trabajadores de Crimidesa no faltar¨ªan gentes que asociaran esa calurosa acogida con las grandes huelgas asturianas que sacudieron a la Espa?a predemocr¨¢tica a comienzos de la d¨¦cada de los sesenta, ni tampoco quienes dieran rienda suelta a sentimientos y emociones amortiguados por el consenso y la desaparici¨®n de la calle como escenario de actitudes pol¨ªticas. Pero esa sensibilidad retro de la movilizaci¨®n madrile?a adquiere una p¨¢tina melanc¨®lica cuando son dos tenientes de alcalde del municipio madrile?o los que act¨²an de anfitriones de los mineros burgaleses y las Fuerzas de Orden-P¨²blico protegen a la comitiva. La recepci¨®n dada por el Ayuntamiento de Madrid a los mineros de Crimidesa no entra en el ¨¢mbito de actuaciones que normalmente quepa esperar de la Administraci¨®n local. En el futuro alg¨²n grupo de eventuales huelguistas de los servicios municipalizados madrile?os puede verse tentado de devolver la pelota a sus empleadores organizando alguna marcha desde Madrid hacia alg¨²n Ayuntamiento controlado por UCD que se preste a recibirles corno hu¨¦spedes. Pero la presencia de elevados mandatarios del municipio de la capital, que representaban, en un sentido lato, a la Administraci¨®n p¨²blica, priv¨® de cualquier connotaci¨®n ilegal a una manifestaci¨®n intuitivamente asociada con otras del pasado. Algo semejante cabe decir de la comparecencia de l¨ªderes de CC OO y UGT en el comit¨¦ de recepci¨®n y de la participaci¨®n de los afiliados a estas centrales en el servicio de ,orden de la manifestaci¨®n. El gracioso paralelismo establecido por Marcelino Camacho entre los mineros de Cerezo de Riotir¨®n y los habitantes de Fuenteovejuna y los actores de la serie televisiva Los Cameron qued¨® contrapesada por la oferta del dirigente comunista de entrevistarse con el vicepresidente Calvo Sotelo de llegar Incluso al Rey para pedir justicia.
Se puede valorar a gusto de cada cual esa convergencia de espacios diferentes -institucionales y sociales- y de tiempos hist¨®ricos distintos en la bienvenida a los mineros burgaleses. Y el hecho de que no se haya cerrado todav¨ªa el per¨ªodo de comicios sindicales alimenta la sospecha de que CC OO y UGT hayan podido utilizar esta ocasi¨®n para hacer campa?a electoral. Pero, con independencia de conseguir otra observaci¨®n, los mineros de Cerezo de Riotir¨®n y sus anfitriones madrile?os no hicieron anteayer m¨¢s que ejercer el derecho de reuni¨®n que el art¨ªculo 21 de la Constituci¨®n reconoce a todos los espa?oles, siempre que tales manifestaciones se realicen sin armas, tengan car¨¢cter pac¨ªfico y no alteren el orden p¨²blico con peligro para personas y bienes. En ninguna parte del texto constitucional est¨¢ escrito que la participaci¨®n ciudadana en la vida p¨²blica deba limitarse al cumplimiento de los deberes electorales.
De otra parte, la irrupci¨®n en la bienvenida a los mineros de militantes de organizaciones extra parlamentarias, aparte de introducir elementos de violencia verbal (como los gritos de apoyo a ETA y las injurias a la polic¨ªa) e incluso f¨ªsica en la manifestaci¨®n, asoci¨® la huelga de Crimidesa con el conflicto de la f¨¢brica de Luis Olarra, candidato de Coalici¨®n Democr¨¢tica por Vizcaya en las ¨²ltimas elecciones legislativas. Si cabe apreciar un cierto tono retro en las circunstancias que rodearon la llegada de los huelguistas de Cerezo de Riotir¨®n a Madrid, es la evidente falta de modernidad en el planteamiento y desarrollo de las relaciones laborales tanto en el conflicto de Crimidesa como en el contencioso de Olarra. Ello parece deberse no s¨®lo a la falta de madurez de las organizaciones sindicales (o a su manipulaci¨®n, en el caso de la industria vizca¨ªna), sino tambi¨¦n a la obstinada resistencia empresarial para dar una salida negociada, en t¨¦rminos razonables, a los litigios. Las escenas de los secuestros temporales de directivos por los trabajadores en huelga son una atroz y condenable estampa que nos retrotrae a situaciones laborales presindicales, y cuya popularizaci¨®n har¨ªa lisa y llanamente imposible la creaci¨®n de un sistema de relaciones industriales adecuado a una sociedad compleja y avanzada como la nuestra. Pero es preciso averiguar tambi¨¦n hasta qu¨¦ punto este peligroso retroceso en el t¨²nel del tiempo es consecuencia en algunos de la excesiva rigidez o de la inexperiencia de empresarios acostumbrados al viejo verticalismo o incapaces de sintonizar con los nuevos tiempos. Sea como sea, la meditaci¨®n final es que una huelga menor -por m¨¢s que dure ya tanto tiempo- ha logrado acapararla atenci¨®n de la opini¨®n p¨²blica y que las razones de la empresa, cuyos dirigentes han sido objeto incluso de violencia y coacci¨®n f¨ªsica, y la de los obreros, sobre los que no es preciso indicar que nadie hace una huelga por gusto, se desvanecen ahora en la creaci¨®n de un contencioso pol¨ªtico plagado de simbolismo. Y s¨®lo pol¨ªtica puede ser, por eso, la soluci¨®n.
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