La inflaci¨®n que acab¨® con Carter
En 1976, Jimmy Carter gan¨® las elecciones presidenciales americanas present¨¢ndose como abanderado de la lucha contra el paro. En 1980 las perdi¨®, seg¨²n dicen las encuestas, a causa de la inflaci¨®n.Entre ambos acontecimientos media un ciclo econ¨®mico entero. Cuando Ford perdi¨® sus elecciones, la econom¨ªa americana llevaba casi un semestre de recuperaci¨®n y se hab¨ªan logrado importantes ¨¦xitos en la lucha contra la inflaci¨®n. El empleo empezaba a aumentar de forma sustancial (como trat¨® de se?alar Ford ante quien quiso o¨ªrle), pero, debido a que las mujeres americanas hab¨ªan decidido desertar en masa de sus puestos en el hogar, la fuerza laboral crec¨ªa tan aprisa como el empleo, por lo que la tasa de paro segu¨ªa manteni¨¦ndose con un preocupante 7,5% (aspecto sobre el que Carter insisti¨® machaconamente durante la campa?a electoral). El d¨¦ficit del presupuesto federal se situaba en 66.000 millones de d¨®lares, lo que constitu¨ªa un r¨¦cord hist¨®rico. Carter gan¨® la jornada prometiendo que har¨ªa que Am¨¦rica volviese a trabajar y que acabar¨ªa con el desastroso estado de las finanzas federales mediante una pol¨ªtica econ¨®mica que estimulase el crecimiento y, por tanto, los ingresos fiscales, y atacando el despilfarro en la Administraci¨®n.
Cuando Carter sufri¨® la misma suerte electoral, la econom¨ªa americana volv¨ªa a encontrarse saliendo de una recesi¨®n. Aunque durante un cierto tiempo consigui¨® una redacci¨®n del paro, al final de su mandato la tasa de desempleo, siempre acrecentada por las tr¨¢nsfugas de las faenas dom¨¦sticas, segu¨ªa representando el 7,6% de la poblaci¨®n. El d¨¦ficit federal registraba su segundo r¨¦cord hist¨®rico con 5 9.000 millones de d¨®lares, frente a los 66.000 de Ford en 1976. Pero mientras los republicanos legaban a la historia una inflaci¨®n inferior al 5 %, los dem¨®cratas dejan un generoso 13%.
M¨¢s eficacia productiva
El electorado americano ha rechazado categ¨®ricamente la pol¨ªtica inflacionaria de los ¨²ltimos a?os (como tambi¨¦n ha rechazado la pol¨ªtica internacional, ya que ambos ternas constituyeron la base de la ofensiva republicana y, de nuevo seg¨²n las en cuestas de opini¨®n p¨²blica, de su ¨¦xito). La alternativa, que ofrece Reagan es la de un crecimiento basado en una mayor eficacia productiva. La pol¨ªtica del partido dem¨®crata ten¨ªa sus ra¨ªces en la vieja escuela keynesiana, que piensa que lo importante para conseguir el crecimiento es estimular la demanda a base de gasto p¨²blico y de pol¨ªtica monetaria expansiva. Reagan est¨¢ muy influenciado por los economistas de la oferta, quienes piensan que el problema no es la falta de demanda, sino la necesidad de estimular la producci¨®n. La econom¨ªa no crece lo suficiente porque est¨¢ maniatada por engorrosas regulaciones federales, lastrada por el ineficiente sector p¨²blico y porque adem¨¢s se penaliza a los individuos exitosos y a las empresas eficaces mediante el sistema fiscal.
Reagan propone, fundamentalmente, reducir el impuesto sobre la renta de las personas en la friolera de un 30%, reducci¨®n que se articular¨ªa en tres fases del 10% cada una. Esta medida, basada en las propuestas de Arthur Laffer, miembro destacado del grupo de economistas de la oferta, tiene por objeto estimular el esfuerzo de los individuos y el ahorro. A medio plazo se espera que genere suficiente aumento de la renta y, en consecuencia, de los ingresos fiscales, para compensar la disminuci¨®n del tipo impositivo. La medida se complementar¨¢ con una reducci¨®n de la presi¨®n fiscal sobre las sociedades, propuesta a¨²n no perfectamente delimitada, pero que implicar¨¢ tambi¨¦n nuevas normas sobre amortizaciones m¨¢s acordes con una situaci¨®n de r¨¢pida inflaci¨®n. Estas medidas tienen bastante sentido en una sociedad que muestra una de las tasas de ahorro m¨¢s bajas de su historia y experimenta una grave desaceleraci¨®n en el ritmo de aumento de productividad.
Normativa abrumadora
Las empresas americanas se quejan de la abrumadora normativa federal en temas como la protecci¨®n del medio ambiente, la salubridad de los procesos productivos y la seguridad de los productos de consumo. En los ¨²ltimos diez a?os, tras la promulgaci¨®n de la ley de Aire limpio, el pa¨ªs ha logrado importantes avances en la lucha contra la contaminaci¨®n atmosf¨¦rica; igualmente se ha progresado en la defensa de los recursos fluviales, forestales y, en general, paisaj¨ªsticos. Desde las primeras campa?as de Ralph Nader en pro de la seguridad del autom¨®vil se han multiplicado las medidas legislativas en relaci¨®n no s¨®lo con la seguridad de este producto, sino tambi¨¦n con la de otros bienes de consumo y con la composici¨®n de los alimentos. De resultas de ello, la calidad de la vida en Estados Unidos ha experimentado una notoria mejor¨ªa, pero, al mismo tiempo, empiezan a hacerse evidentes algunos de los excesos de esta legislaci¨®n y de los mastod¨®nticos organismos administrativos creados a su amparo. Bajo la presidencia de Reagan se espera una clara relajaci¨®n de esta normativa, unida a un traspaso de facultades de la jurisdicci¨®n del Gobierno federal a la de los Estados, quienes deber¨¢n, por tanto, decidir en buena medida el grado en que piensan defender sus recursos naturales.
Desde finales de los a?os sesenta, el presupuesto federal americano viene experimentando fuertes d¨¦ficit. Estos d¨¦ficit son causa tanto de la inflaci¨®n como de la disminuci¨®n en el ritmo de crecimiento de la productividad (al competir el sector p¨²blico con la inversi¨®n privada en la obtenci¨®n de recursos financieros). Desde hace unos a?os circula por Estados Unidos la llamada propuesta Kemp-Roth, que, de ponerse en pr¨¢ctica, obligar¨ªa legalmente al Gobierno federal a mantener el presupuesto equilibrado. Reagan ha expresado su apoyo a esta propuesta, pero, al mismo tiempo, se propone disminuir los impuestos e incrementar los gastos de defensa. Todo ello implica que su Administraci¨®n deber¨¢ acometer reducciones del gasto en otros sectores. Dado que tiene compromisos de no reducir sustancialmente los gastos de seguridad social, las prestaciones de paro o la ayuda m¨¦dica, los recortes en los restantes sectores, como por ejemplo educaci¨®n, deber¨¢n ser dr¨¢sticos.
El problema del equilibrio presupuestario constituye una de las interrogantes m¨¢s importantes del programa Reagan. El presidente electo espera no s¨®lo poder reducir el gasto p¨²blico, sino tambi¨¦n que la disminuci¨®n en la carga impositiva, al generar mayor crecimiento econ¨®mico, acabe produciendo mayores ingresos fiscales y, finalmente, equilibrando el presupuesto en 1983. Para muchos economistas es imposible que este fen¨®meno opere en suficiente escala. En este caso, la nueva Administraci¨®n se ver¨ªa obligada a parar su calendario de reducciones del impuesto sobre la renta o a incurrir en fuertes d¨¦ficit. Dado que Reagan se encuentra tambi¨¦n muy influenciado por economistas de la escuela monetarista, enemigos ac¨¦rrimos del d¨¦ficit p¨²blico (el m¨¢ximo representante de la misma, Milton Friedman, apoya tanto a Reagan como a las proposiciones Kemp-Roth), el riesgo de que se opte por la segunda soluci¨®n se considera d¨¦bil. Por ello, la postura antiinflacionaria del nuevo Gobierno, del que posiblemente formen parte figuras como William Simon o Alan Greenspan, destacados defensores del conservadurismo fiscal en la etapa de Ford, goza de considerable credibilidad.
Reagan llega al poder con un planteamiento econ¨®mico radicalmente distinto al de la Administraci¨®n que le precede. El electorado ha manifestado abrumadoramente su hast¨ªo ante la inflaci¨®n.
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