Las residencias del poder
Ricardo D¨ªez Hochtleiner, uno de esos pocos espa?oles brillantes con los que se puede discrepar sin necesidad de llegar a las manos, dec¨ªa no hace mucho que en los tiempos que corren los Gobiernos -y no s¨®lo el nuestro- merecen m¨¢s compasi¨®n que envidia y son acreedores de la piedad de los ciudadanos. ?Esto es as¨ª pienso yo porque a la pomposidad del poder y a la ceremonial reverencia de agasajos que comporta no corresponde para nada o para muy poco la efectividad o la factualidad de ese mismo poder. Por decirlo de otro modo, un ministro y un primer ministro, en las sociedades industriales, suele tener muchos y diversos poderes, pero -presionado por el corto plazo y condicionado por las bases electorales y las instituciones ?f¨¢cticas?- cada d¨ªa anda m¨¢s escaso del ¨²nico verdaderamente interesante: el poder de gobernar. Sin embargo, este poder existe en cualquier caso y si no se residencia en el Ejecutivo es porque est¨¢ en otras manos, que lo emplean aun sin saberlo o sin reconocerlo.Esta meditaci¨®n sobre d¨®nde se encontrar¨¢ en realidad el poder en la Espa?a de nuestros d¨ªas me ven¨ªa a la cabeza ante la contemplaci¨®n del guirigay pol¨ªtico que confusa y atropelladamente se est¨¢ adue?ando de nuestra sociedad.
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El nerviosismo ya no es el privilegio de un sector, sino la expresi¨®n inmediata de un miedo cada vez m¨¢s generalizado. Una crisis de confianza ha hecho presa en las instituciones y las personas, y es convicci¨®n difundida de que ?esto? no puede aguantar as¨ª mucho tiempo. ?Esto?, claro, en nuestro pa¨ªs es siempre el Gobierno o el r¨¦gimen, y con frecuencia las dos cosas, despu¨¦s de que durante cuarenta a?os fueran una misma.
Para pintar un panorama de urgencia, la mayor¨ªa de las cr¨ªicas se centran en lo mismo: ?Aqu¨ª no se gobierna, porque Su¨¢rez no vale y hay que quitar a Su¨¢rez si queremos que se gobierne?. En este punto coinciden casi todos los an¨¢lisis o, por lo menos, los m¨¢s relevantes. Lo dice Felipe Gonz¨¢lez, lo dice Fraga, lo dicen los banqueros, los militares, y lo van a decir los curas en cuanto se apruebe la ley del Divorcio, si es que se aprueba y no quitan a Su¨¢rez antes. Lo m¨¢s curioso es que el desconcierto y la protesta se han producido apenas un mes despu¨¦s de que el propio Su¨¢rez y su Gabinete ganaran una votaci¨®n de confianza en las Cortes. ?D¨®nde estar¨¢ el poder en este pa¨ªs, me preguntaba yo, que un Gobierno gana por mayor¨ªa una votaci¨®n de confianza parlamentaria y al mes entra de nuevo en crisis? ?Qu¨¦ es lo que ha hecho tan mal en octubre que hubiera hecho bien anteriormente, y c¨®mo es posible que todos estos se?ores de la UCD que despotrican abiertamente de su jefe no lo cambiaran antes en vez de despu¨¦s? Sea como sea, el poder no est¨¢ en el Gobierno, o est¨¢ muy a rega?adientes y de manera precaria. Pero tampoco veo yo que est¨¦ en la calle o en el arroyo. El poder navega difusamente por los meandros de las instituciones democr¨¢ticas, y me parece a m¨ª que sigue en manos principalmente de la derecha espa?ola, que apoy¨® el ascenso de Su¨¢rez y que se siente cada d¨ªa m¨¢s inc¨®moda con el ejercicio de las libertades.
Por eso, si bien se mira, la oposici¨®n fundamental a la que se enfrenta el presidente del Gobierno desde hace meses est¨¢ en su propio partido. El supon¨ªa que la pod¨ªa aplacar o minimizar incorporando al equipo a los barones de UCD, e incluso sacrific¨® para ello a su m¨¢s directo colaborador, en un acto que recuerda casi al de Guzm¨¢n el Bueno. La remodelaci¨®n gubernamental de septiembre introdujo adem¨¢s factores de inter¨¦s, supuso un inicial frenazo a la pol¨ªtica reaccionaria del partido desde las elecciones de 1979 y ofrec¨ªa s¨ªntomas de lo que ha dado en llamarse una fuga hacia adelante: se promet¨ªa un avance resuelto en la cuesti¨®n auton¨®mica, se mejoraban la gesti¨®n de la econom¨ªa y la pol¨ªtica exterior y se anunciaba que la Administraci¨®n de justicia -desde las c¨¢rceles a los apergaminados rostros que ilustran las herencias franquistas de nuestros tribunales- iba a ser reformada. No todo el monte era or¨¦gano, claro; porque al mismo tiempo se descabezaban de un tajo las pensiones a los que perdieron la guerra civil -que medio siglo despu¨¦s volv¨ªan as¨ª a perderla sin necesidad de volverla a hacer-, se burlaba la Constituci¨®n en el intento de resolver la autonom¨ªa andaluza y se progresaba, ante la escalada creciente del terrorismo y el descontrol de la situaci¨®n policial, en el recorte generalizado de libertades mediante la ley de Seguridad Ciudadana. Pero en cualquier caso el Gobierno estaba ofreciendo, por primera vez en m¨¢s de un a?o, s¨ªntomas de durabilidad. La durabilidad en pol¨ªtica, y m¨¢s en un pa¨ªs que estrena r¨¦gimen, es una condici¨®n de la estabilidad.
La ETA parece haber hecho el an¨¢lisis correcto de la situaci¨®n y emprendi¨® por eso una ofensiva de terror inusitada. Para la ETA el triunfo de la democracia y la autonom¨ªa pol¨ªtica en Euskadi es el fracaso de toda su estrategia. La ocupaci¨®n militar del Pa¨ªs Vasco, la suspensi¨®n de garant¨ªas constitucionales y la represi¨®n generalizada de la poblaci¨®n ser¨ªan, en cambio, el mejor camino para convertir a lo que hoy es cada vez m¨¢s una banda de manosos en un movimiento de liberaci¨®n popular.
Respecto a esta ofensiva terrorista hay que a?adir algo, y es que la polic¨ªa cuenta hoy con m¨¢s medios legales y t¨¦cnicos que nunca para combatir a ETA, y que el apoyo popular a esta organizaci¨®n comienza a deteriorarse, pero puede verse inmediatamente rearmado si las autoridades pierden los nervios en la aplicaci¨®n de esos medios. Conspicuos representantes de la derecha espa?ola ya los han perdido: piden la intervenci¨®n del Ej¨¦rcito, el restablecimiento de la pena de muerte, la sangre y el fuego como soluci¨®n (pero no fue de veras ¨¦sta la soluci¨®n cuando se aplic¨®, sino el origen del problema). Han abdicado de la voluntad que nunca tuvieron de hacer una oferta pol¨ªtica y democr¨¢tica al pueblo vasco.
El nerviosismo de la derecha ha contagiado a sectores de la izquierda. que han pedido insistentemente un Gobierno de coalici¨®n -con UCD, pero sin su presidente- Los diputados socialistas inmersos en esta estrategia han explicado sus razones de fondo: existe un temor cada vez m¨¢s extendido a alg¨²n tipo de golpe militar o de intervenci¨®n del Ej¨¦rcito, y el Gobierno de coalici¨®n ser¨ªa un sistema de parar cualquier intento de esa especie.
De lo del golpe se habla ya a las claras en todos los cen¨¢culos madrile?os, con el aparente consuelo de que en todo caso ser¨ªa un golpe blando, basado en cartas y presiones m¨¢s que en los tanques, aunque con el respaldo de los tanques. Un golpe de Estado militar es, sin embargo, siempre negro y siempre criminal en un pa¨ªs democr¨¢tico. Y nadie es capaz de graduar de antemano la aplicaci¨®n de la fuerza cuando est¨¢ dispuesta a emplearla, porque lo que resulta del todo incalculable es la resistencia que obtendr¨¢ por parte del otro.
En cualquier caso, los reg¨ªmenes constitucionales tienen salidas constitucionales para una situaci¨®n dram¨¢tica, y yo no creo que este sea el calificativo que merezca el momento espa?ol, por graves que se presenten nuestros problemas. Dicha salida constitucional pasa en nuestro caso por el voto de censura, fracasado en la pasada primavera, o por la disoluci¨®n de las c¨¢maras y la convocatoria de elecciones generales. Estas parecen las ¨²nicas maneras sensatas y legales de destituir al presidente. Seguir en la tarea de la conspiraci¨®n es hacer el juego a los enemigos de la democracia.
Este Gobierno puede entonces, tambi¨¦n, ser objeto de l¨¢stima o conmiseraci¨®n si se quiere, pero en vez de lamerse sus heridas ser¨¢ mejor que se enfrente con su inmediato futuro. Se concreta el reto en las posibilidades que tendr¨¢ de permanecer sin necesidad de adelantar las elecciones y en la autoridad que sabr¨¢ ejercer frente a sus propias bases electorales, trufadas de a?oranzas franquistas y, de falta de respe lo a la libertad. Hoy tiene a gran parte de la Iglesia en contra, porque ha habido un giro espectacular, conservador e involucion¨ªsta, en la pol¨ªtica vaticana que coincide con el debate sobre la ley de Divorcio. Tiene irritados a amplios sectores del Ej¨¦rcito, que ven en la escalada de violencia la confirmaci¨®n de sus ideas integristas respecto a la ingobernabilidad del espa?ol. No cuenta con el mundo de las finanzas, que se siente agredido incomprensiblemente, toda vez que en la crisis econ¨®mica,es quien menos est¨¢ soportando el peso en t¨¦rminos tanto absolutos como relativos. Y tiene enfrente a la burocracia pol¨ªtica que se resiste al sancamiento y la lucha contra la corrupci¨®n, y protesta al m¨ªnimo intento de que se le apliquen las incompatibilidades.
El poder est¨¢ ahora ah¨ª, en todas y cada una de esas cosas, m¨¢s que en el Ejecutivo, pero el Ejecutivo puede y debe reclamarlo con la energ¨ªa y la convicci¨®n necesarias para tratar de gobernar este pa¨ªs antes de que sea verdaderamente tarde. Verdaderamente tarde ser¨¢ cuando la l¨¢stima que nos inspire el Gobierno sea en realidad l¨¢stima por nosotros mismos, y cuando el empeoramiento de la situaci¨®n internacional haga entrever que el apoyo exterior que cualquier militarismo a la turca necesita para hacer triunfar sus planes, Y que ahora no existe, pueda venir solapada o abiertamente de la mano de naciones llamadas amigas.
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