Los caminos del cine moderno
Grave dilema el que a Godard se le plantea cada vez que realiza una pel¨ªcula. Reconocido siempre como revolucionario o heterodoxo al menos, no s¨®lo por su manera de narrar, sino tambi¨¦n por el modo de tocar sus temas, de ¨¦l se espera siempre un nuevo salto en el vac¨ªo, algo as¨ª como un ?no va m¨¢s? a la vez sorprendente y eterno. Alabado y ensalzado, cabeza y manos de la vieja-nueva ola, se ha convertido luego en v¨ªctima propiciatoria de festivales y jurados que, sin embargo, nunca pueden prescindir de sus obras.Godard, en ¨¦sta, enfrenta a sus personajes a la sombra de un tema habitual en el mismo Godard de los ¨²ltimos a?os: el conflicto individuo-sociedad, antes que el mayo franc¨¦s le llevara por otros derroteros. Al contrario de tantos, otros compa?eros de generaci¨®n integrados, como Truffaut, en el sistema, y modos combatidos por ellos o el mismo Resnais, alternando un cine rabiosamente intelectual con distinguidos empe?os comerciales, Godard perdura y se mantiene irritando a algunos y molestando a los m¨¢s, con una personalidad indiscutible. Hay mucho m¨¢s de Francia en este ¨²ltimo filme suyo que en Mi t¨ªo de Am¨¦rica. Ello explica tal vez la suerte diferente corrida por ambos en su inicial carrera. Se reconoce como suyo no s¨®lo en su estructura exterior, sino por cierto humor, que a veces raya en lo grotesco.
Sauve qui peut (la vie)
Direcci¨®n: Jean - Luc Godard. Gui¨®n: Anne Marie Mieville y Jean-Claude Carri¨¨re. Fotograf¨ªa: William Lubchansky, Renato Verta y Jean-Bernad Menoud. M¨²sica: Gabriel Yared. Int¨¦rpretes: Isabelle Hupert, Jacques Dutronc y Nathalie Baye Francia, 1980. Local de estreno: Alphaville 2
Pero un filme es un filme; es decir, un riesgo, una aventura, y, como tal, s¨®lo acierta en ocasiones quien se arriesga. Por encima de simbolismos y lecturas, m¨¢s all¨¢ de alusiones a s¨ª mismos, ¨¦sta supone un ir y venir, entre consciente y motivado por una serie de relaciones, que empuja a los personajes hacia la muerte dentro de una sutil indiferencia. La soledad en la que los encierra es una sociedad mitad campo y ciudad, mercado carnal, fr¨ªo, concreto y duro, descrito por una c¨¢mara en movimiento perpetuo.
Indudablemente, no puede verse un filme de Godard con los mismos ojos que ver uno de Huston; pero aqu¨¦l contin¨²a fiel a s¨ª mismo, consciente, omnipresente, pedante en ocasiones, quiz¨¢ por su obsesi¨®n de ser sincero. As¨ª, en un momento en el que el cine, m¨¢s all¨¢ y m¨¢s ac¨¢ de la barrera de los j¨®venes, vive, m¨¢s que de realidades, de recuerdos, aparece como el que siempre fue: un verdadero hombre de cine, vivo y actual, irredento y moderno.
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