Poder y oposici¨®n
LAS ELECCIONES senatoriales de Sevilla y,Almer¨ªa merecen una segunda lectura en el contexto de la pol¨ªtica general del pa¨ªs. El incremento de la abstenci¨®n electoral, el triunfo -cantado- del Partido Socialista, el descalabro del PSA del se?or Rojas Marcos y el crecimiento de los votantes de Alianza Popular conforman la punta de un iceberg que nos viene a advertir del estado general de las relaciones pol¨ªticas en Espa?a.Comicios parciales como estos de ahora en Andaluc¨ªa siempre son un buen indicativo entre cada elecci¨®n legislativa para advertir las corrientes de opini¨®n del electorado o las variantes pol¨ªticas que se producen en el seno de los partidos. As¨ª que el vicesecretario del PSOE, Alfonso Guerra, se muestre ante estos comicios parciales casi tan satisfecho del ¨¦xito de su propio partido como del adelanto electoral de Alianza Popular viene a poner de manifiesto que en el seno del primer partido de la oposici¨®n siguen habitando los viejos fantasmas del verano pasado, defensores de la tesis de que la mejor de las pol¨ªticas posibles pasaba por la derechizaci¨®n del partido en el Gobierno.
De otra parte, la presi¨®n de las corrientes democristianas de UCD en contra de la ley del Divorcio o de la ley de Autonom¨ªa Universitaria puede encontrar argumentos en los resultados de las ¨²ltimas elecciones en Andaluc¨ªa para adobar toda la operaci¨®n que ahora se gesta en UCD para redimensionar el modelo de sociedad que anta?o nos prometi¨® el partido en el Gobierno.
En esta perspectiva, la operaci¨®n socialista de acoso y derribo de Adolfo Su¨¢rez parece ir en paralelo con el robustecimiento de las corrientes m¨¢s conservadoras de UCD e incluso con un eventual entendimiento de Gobierno con los hombres de Fraga.
Asistimos al eterno problema de los cambios en las correlaciones de fuerzas pol¨ªticas que deparan todos los interregnos electorales. Con el agravante de que para este pa¨ªs los cambalaches poselectorales deben medirse con exquisito cuidado desde el momento que afectan a un electorado de nuevo cu?o y desfamiliarizado con la pr¨¢ctica de los acuerdos contra natura que se firman tras el tel¨®n de las f¨®rmulas democr¨¢ticas.
El Partido Socialista ha hecho una oferta electoral clara y di¨¢fana, que perdi¨® las primeras elecciones legislativas de la democracia. Las perdi¨® ante otra oferta -la de UCD- que est¨¢ siendo socavada por el normal desgaste del ejercicio del Gobierno y por el socavamiento que padece desde su propio seno y por su derecha neoconfesional. Pero todos podemos acabar en la mayor de las confusiones si los sectores m¨¢s conservadores de UCD (casi en rebeli¨®ncon su liderazgo natural) encuentran eco en las parcelas de poder del PSOE m¨¢s inquietas ante un eventual acceso al poder mediante coaliciones gubernamentales. Podemos as¨ª encontrarnos ante socialistas de fuste haciendo tactos de codos con la derecha del Gobierno, y a la derecha de UCD haciendo gui?os de ojo a los Saint-Just del socialismo.
Por supuesto que en pol¨ªtica cabe todo; menos la f¨²til teor¨ªa de ?marear a la perdiz? y de este caso, a la opini¨®n p¨²blica. Y, tal como est¨¢n las cosas, el peor servicio que podr¨ªa prestar al pa¨ªs el partido de la oposici¨®n ser¨ªa el de primar por la derecha al sector critico del partido gubernamental. En no pocas ocasiones es preciso amarrarse al adversario pol¨ªtico para alcanzar objetivos comunes. No parece comprenderlo del todo la direcci¨®n socialista, y este es el momento -al filo de las elecciones ¨¢ndaluzas de recordar al PSOE que su merecido triunfo en Sevilla y Almeria no es ocasi¨®n para que abran sus brazos ante las huestes de Fraga Iribarne o asistan con complacencia ante el avance ideol¨®gico de los democristianos que conspiran contra Su¨¢rez. Toda esta conspiraci¨®n de pasillos puede servir para alcanzar el Gobierno, pero jam¨¢s para lograr el poder y la raz¨®n. Y el PSOE debe proceder a la reflexi¨®n de si desea unos cuantos ministerios ma?ana o ayudar a construir un mejor modelo de sociedad, habitable por todos, a m¨¢s largo plazo.
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