La voluntad de resistir
Despu¨¦s de siete a?os de terror ejercido por una dictadura sin parang¨®n en la historia del pa¨ªs, el pueblo uruguayo vota masivamente contra una Constituci¨®n tramposa que pretend¨ªa institucionalizar el poder de los militares. Despu¨¦s de siete a?os de aculturaci¨®n y aislamiento informativo, sin saber exactamente qu¨¦ est¨¢ pasando, ni menos a¨²n lo que vendr¨¢ despu¨¦s de esta osad¨ªa, el pueblo uruguayo aprovecha este primer resquicio hacia la libertad a¨²n lejana para propinara la soberbia de los generales y a la abyecci¨®n de sus colaboradores civiles la bofetada magn¨ªfica del ?no?. Despu¨¦s de siete a?os de sufrir destierros, asesinatos, c¨¢rcel y proscripci¨®n, los partidos pol¨ªticos uruguayos, de izquierda a derecha, se ponen de acuerdo en la actitud b¨¢sica: rechazar en bloque la tentativa continuista, levantando todos la consigna del ?no?.Tomados con los pantalones bajos, la dictadura se confunde, trastabilla y se desdice. El general Julio Rapela hab¨ªa amenazado: ?Si la Constituci¨®n no se aprobara, este Gobierno continuar¨¢ funcionando?. El general Bosc¨¢n Hontou amenaz¨®, una semana antes: ?Si el plebiscito es desfavorable, puedo asegurar que no habr¨¢ elecciones en 1981, ni funcionamiento de los partidos pol¨ªticos?. Pero el presidente t¨ªtere, Aparicio M¨¦ndez, se ve obligad¨® a admitir que ?el pueblo ha expresado su voluntad?.
La voluntad expresada el domingo por los uruguayos no fue simplemente la de rechazar un texto constitucional que, entregado a publicidad tres semanas antes del comicio, nadie pudo conocer en detalle. Esa voluntad ha sido, por encima de todo, la de resistir, siete a?os despu¨¦s que las fuerzas armadas, con la complicidad del presidente fel¨®n Juan Mar¨ªa Bordaberry, ocuparon el pa¨ªs y comenzaron a desmantelarlo. Ni el plebiscito ni su escrutinio fueron organizados, como han hecho creer a los periodistas extranjeros, seg¨²n narmas democr¨¢ticas ni de acuerdo a la antigua ley electoral. La Corte Electoral, ¨®rgano imparcial que reg¨ªa las elecciones, fue sustituida en su totalidad por paniaguados del Gobierno; las mesas electorales no contaban con delegados de los partidos, sino con funcionarios de la Corte; los mismos partidos estaban suspendidos, vetada la movilizaci¨®n por el ?no?, apaleados y encarcelados sus propagandistas. Pero, en esas condiciones, que no tienen nada que ver con las antiguas pr¨¢cticas democr¨¢ticas de Uruguay, todo el mundo fue a votar contra la dictadura, lo cual era demostrar que todo el mundo sigue resistiendo. Nadie sabe realmente los resultados, en esas condiciones; pero se debe considerarlos abrumadores, cuando estos militares, antes implacablemente decididos a quedarse, han debido conceder una mayor¨ªa del 58% a sus opositores.
Arbitrariedad
La opci¨®n popular del domingo no puede ser evaluada en t¨¦rminos jur¨ªdicos, porque en el Uruguay de los militares la juridicidad no existe. Jueces y parte en sus cr¨ªmenes y del¨ªtos, autores de sus propios c¨®digos de conducta, nadie espera de ellos que se ci?en a normas previas. Pero esa arbitrariedad, que puede pisotear el Derecho y todas sus jurisprudencias, deber¨¢ detenerse ahora, ante el hecho escueto y poderoso de la realidad pol¨ªtica; la sociedad uruguaya se ha pronunciado contra toda la estructura de inserci¨®n en el poder del Estado y contra todas las v¨ªas para legitimar esa usurpaci¨®n, que los ?constituyentes? de cuartel se apresuraron a meter en el texto a examen, como ?disposiciones transitorias?; especialmente, la designaci¨®n de un candidato presidencial ¨²nico por las fuerzas armadas, el mantenimiento de los actos institucionales, con que suplieron el vac¨ªo de la Constituci¨®n que abolieron.
El ?no? del domingo, seg¨²n todo da a entender, traza una l¨ªnea demarcatoria entre pasado y presente, para el proceso pol¨ªtico uruguayo: por primera vez, desde que secuestraron al pa¨ªs, los militares han bajade a la calle para ver qu¨¦ pasaba y se encuentran con una sociedad que los repudia y, ni siquiera ante la promesa de la apertura pol¨ªtica y de una gradual¨ªsima concesi¨®n de libertades, cae en el alivio del cortoplacismo ni en la (explicable) tentaci¨®n de respirar algo m¨¢s a sus anchas.
Vendr¨¢r ahora los leguleyos que pacen en las establos de la dictadura a retorcer las interpretaciones. Pero en la soledad de sus cuarteles, los generales no tendr¨¢n m¨¢s remedio que examinar las cifras del plebiscito en su significado esencial. Los uruguayos no quieren las monstruosidades jur¨ªdicas de la Constituci¨®n que pretendieron infligirles el Tribunal de Control Pol¨ªtico, como cuarto poder del Estado; el Consejo de Seguridad Nacional, como copart¨ªcipe del poder ejecutivo; el nombramiento del poder judicial por el Ejecutivo. Pero, antes que nada, no quieren m¨¢s el Gobierno de los usurpadores militares, y siete a?os despu¨¦s -masacrados, empobrecidos y embretado en un cuadro represivo feroz- dicen que no, con la se?al silenciosa del voto.
El otro refer¨¦ndum
Otras cosas que no figuraban en la Constituci¨®n propuesta, tambi¨¦n fueron votadas el domingo, y recibieron voto afirmativo: la amnist¨ªa general, el levantamiento del veto a los pol¨ªticos, el funcionamiento pleno de los partidos, el regreso de ese tercio de la poblaci¨®n en el exilio. Los generales deber¨¢n tambi¨¦n atender las orejas de ese sufragio no pedido ni consentido, pero que se les ha estrellado en la cara.
Por ¨²ltimo, no es menos importante -pese a la peque?ez del pa¨ªs- la repercusi¨®n que la victoria popular en el plebiscito de Uruguay podr¨¢ tener para su entorno del Cono Sur. Despu¨¦s del mamarrachesco plebiscito chileno, ante los plebiscitos argentinos en perspectiva, el ejemplo uruguayo sienta una nueva probabilidad, en su doble aspecto de unificaci¨®n de los partidos pol¨ªticos en cuanto al voto y de reacci¨®n c¨ªvica.
Nada ser¨ªa peor, sin embargo, que los uruguayos (y, en especial, sus partidos pol¨ªticos) pasaran de la satisfacci¨®n de esta primera victoria y de la serena apreciaci¨®n de sus fuerzas, al mero triunfalismo. Acorralados en sus cuarteles, pero a¨²n due?os del poder, los peligrosos generales se lamen las heridas y traman su respuesta.
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