Latinoam¨¦rica despu¨¦s de Carter
EL PEQUE?O intento de Carter, meramente kennediano, de establecer unos reg¨ªmenes tolerantes y cuasi democr¨¢ticos en Am¨¦rica Latina se va desmoronando al tiempo que se desvanece su figura poselectoral. El mes y medio que un presidente perdido debe permanecer en su cargo hasta la llegada del elegido est¨¢ calculado para suavizar y facilitar la transici¨®n; finalmente, no es m¨¢s que -aparte de una crueldad in¨²til para la v¨ªctima-, un tiempo de confusi¨®n y ambig¨¹edad. Todav¨ªa el Departantento de Estado favorece como puede a los aterrados restauradores de democracias, sobre todo en Centroam¨¦rica, cuando ya las cori¨¢ceas fuerzas de la oligarqu¨ªa reanudan su ofensiva; con espect¨¢culos tan tremendos como la matanza, tras de la tortura, de los principales dirigentes de la oposici¨®n en El Salvador, sus funerales, hoy, pueden ser un nuevo brote sangriento. La desaparici¨®n del coronel Majano, si es realmente una fuga y no un asesinato todav¨ªa encubierto, revelar¨ªa el punto m¨¢ximo de descomposici¨®n de una junta de Gobierno que ha estado todo el tiempo amenazada por todas partes y solamente sostenida por Estados Unidos: Majano puede haber visto ya el final de ese apoyo. Tambi¨¦n en Nicaragua hay deserciones y hay incomodidades: los elementos m¨¢s moderados o m¨¢s indecisos procuran ya desligarse del r¨¦gimen que no quiso tener ninguna reserva y avanz¨® m¨¢s all¨¢ de lo posible, fuertemente amenazado desde el exterior. Todo el reinado de Carter ha estado marcado por la indecisi¨®n y por un sentido del tiempo que le era adverso; cuando ha querido rectificar era ya tarde y por el camino inverso. Los gobernantes, aunque tengan consejeros eruditos, no aprender¨¢n nunca que en los momentos de riesgo lo peor que pueden hacer es dar la vuelta a sus viejas doctrinas: sus ¨²ltimos adictos se sienten defraudados y sus enemigos no se lo aceptan nunca. Carter emprendi¨® con un fabiano paso lento la reforma en Latinoam¨¦rica que Kennedy no tuvo tiempo de hacer. No s¨®lo tropez¨® con las oligarqu¨ªas locales, capaces de resistir por todos los medios -incluyendo una delincuencia pol¨ªtica que est¨¢ en la peculiaridad de su conciencia: desde el asesinato, a los falseamientos de las elecciones-, sino tambi¨¦n con la de los grandes grupos conservadores de Washington, muy poderosos en la industria, el Ej¨¦rcito, la CIA y los despachos de Gobierno. Una blandura que le es caracter¨ªstica le impidi¨® dominar todos esos obst¨¢culos; quiz¨¢ demasiado fuertes incluso para cualquier otro presidente, pero aplastantes para ¨¦l. Lo ha pagado caro.
El principio del fin de una obra que apenas pudo prosperar le est¨¢ sorprendiendo en la Casa Blanca todav¨ªa, en el penoso trance de hacer las maletas y quiz¨¢ esconder las cintas grabadas de las conversaciones telef¨®nicas. La reacci¨®n en Latinoam¨¦rica no quiere esperar ni siquiera el advenimiento de Reagan; calcula que cada minuto cuenta, y que cuanto antes elimine a sus enemigos, m¨¢s posibilidades tiene de restablecerse.
De lo que no hay ninguna seguridad es del desenlace. Puede que en pa¨ªses como El Salvador, como Nicaragua o como Guatemala haya todav¨ªa una respuesta armada, de una extrema violencia e incluso de una larga duraci¨®n Esta oposici¨®n sabe ya que no est¨¢ luchando por una cuesti¨®n de nivel de vida o de dignidad ciudadana, sino en defensa, de sus propias vidas. Todo el contexto latinoamericano es revolucionario. Pero esta posible etapa ser¨¢ ya la que se encuentre Reagan. Ha sido elegido para esa forma de respuesta de Estados Unidos a lo que consideran desaf¨ªos globales.
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