Administraci¨®n p¨²blica
El motivo que me impulsa a escribir estas l¨ªneas, que espero resulten lo m¨¢s claras y breves posibles, es doble. De un lado, ofrecer una visi¨®n que contrasta con determinadas opiniones unilaterales que, desde un tiempo a esta parte, se han planteado sobre la Administraci¨®n p¨²blica. Hay muchos funcionarios que, como yo, estamos deseando que nuestra tarea recobre el sentido que exige y demanda la sociedad a la que decidirnos servir y que econ¨®micamente nos sostiene. Y somos estos mismos funcionarios, quienes tenemos que soportar impunemente tina serie de cr¨ªticas, las m¨¢s de las veces amargas y veraces, los que reclamamos que el tema de la reforma administrativa adquiera la importancia que deber¨ªa haber tenido desde el punto y hora en que la Constituci¨®n fue aprobada. En este caso, quien calla, no otorga. De otro lado, tampoco es cierto, a mi juicio, que, en la situaci¨®n administrativa actual, todo est¨¦ mal. Hay bastantes cosas que se hacen bien; lo que sucede es que nadie se ocupa en manifestarlas. Entre otras razones, porque las ansias de reforma se canalizan no sobre aquellas cuestiones que est¨¢n correctamente planteadas, sino hacia aquellas que es necesario superar. Y ese tipo de planteamientos puede incrementar en el funcionario responsable, entre otros efectos, su ya elevado nivel de frustraci¨®n y suPasa a p¨¢gina 12
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desmoralizado esp¨ªritu de servicio. Sirva un simple bot¨®n de muestra. El organismo donde trabajo, que es el Instituto Nacional de Administraci¨®n P¨²blica, ha sido objeto, en diversas ocasiones, de cr¨ªticas m¨¢s o menos fundadas y espero no encontrarme entre las personas que eluden sus responsabilidades, como servidor p¨²blico que soy, cuando las haya. Sin embargo, con la misma rotundidad que admito posibles fallos en nuestra actuaci¨®n, afirmo que esta instituci¨®n, desde hace ya varios a?os, realiza una de las labores m¨¢s positivas de promoci¨®n profesional de funcionarios, si se tiene en cuenta la rigidez actual del sistema de ascensos o, lo que es lo mismo, la ausencia de una verdadera carrera administrativa. Me refiero, en concreto, a los cursos de preparaci¨®n de funcionarios para ingreso en cuerpos de otro nivel superior al de pertenencia.
Hablo, l¨®gicamente, s¨®lo de lo que conozco. Sin embargo, estoy convencido de que existen otros muchos ejemplos./
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