S¨¢nchez Albornoz, primer miembro de honor de la Fundaci¨®n Pr¨ªncipe de Asturias
El ilustre y anciano historiador vendr¨¢ a Espa?a en la pr¨®xima primavera
Claudio S¨¢nchez Albornoz, historiador y pol¨ªgrafo, ministro de Estado en 1933, rector de la Universidad de Madrid y ex presidente de la Rep¨²blica en el exilio, acept¨® ser el primer miembro de honor de la Fundaci¨®n Pr¨ªncipe de Asturias, que preside el heredero de la Corona de Espa?a, el pr¨ªncipe Felipe.
?Casi me hacen ustedes llorar... Estoy muy emocionado... Acepto con mucho gusto colaborar con la Fundaci¨®n y har¨¦ lo que pueda por ella, porque no soy asturiano honorario, sino asturiano aut¨¦ntico?, dijo S¨¢nchez Albornoz, autor de una importante Historia del reino de Asturias y sus instituciones, que mereci¨® el Premio Nacional Covadonga en 1922 y constituy¨® la base de La Espa?a cristiana de los siglos VIII al XI (un amplio estudio del autor sobre la historia interna del reino astur-leon¨¦s en el per¨ªodo 722-1037, que se?ala el inicio de una nueva etapa en la construcci¨®n de la monumental Historia de Espa?a iniciada por Ram¨®n Men¨¦ndez Pidal, en 1927, y publicada por Espasa-Calpe).En el peque?o y entra?able feudo del ilustre historiador, premio Feltrinelli 1970, m¨¢ximo galard¨®n universal, similar al Nobel en el campo de las actividades cient¨ªfico-humanistas, se encontraban el presidente del Centro Asturiano de Buenos Aires, Jos¨¦ Antonio Nespral; el reportero del centro regional de RTVE en Oviedo, Agust¨ªn Santar¨²a, que viaj¨® especialmente para hacer entrega al historiador del primer ejemplar del libro Homenaje de Asturias a don Claudio S¨¢nchez Albornoz, editado por la Caja de Ahorros de Asturias.
Agust¨ªn Santar¨²a fue portador de cartas de los vicepresidentes de la Fundaci¨®n Pr¨ªncipe de Asturias, Agust¨ªn Antu?a, Adolfo Barthe y Rafael Fern¨¢ndez, este ¨²ltimo, presidente del Consejo Regional de Asturias. Dichas cartas solicitaban a S¨¢nchez Albornoz que aceptase ser el primer miembro de honor de la Fundaci¨®n Pr¨ªncipe de Asturias.
Regreso
El acto fue sencillo y emotivo. S¨¢nchez Albornoz hizo servir co?¨¢ espa?ol; vest¨ªa un traje negro a rayas, con chaleco, cruzado por una delgada cadena de oro; le brillaban sus ojos oscuros, increiblemente vivaces, y brome¨® para ocultar la emoci¨®n: ?Estoy a la disposici¨®n de ustedes, pero quiz¨¢ por muy poco tiempo: estoy muy cansado y, sobre todo, muy viejo: son 87 a?os y ocho meses ... ?.Pese a todo, S¨¢nchez Albornoz viajar¨¢ a Espa?a la pr¨®xima primavera. ?No s¨¦...,estoy tan cansado ... ?, se lamenta. Pero su lucidez, su memoria, su fluidez verbal, son realmente admirables.
Claudio S¨¢nchez Albornoz habla y habla, y desgrana an¨¦cdotas y recuerdos. En un momento dado, se levanta de su sill¨®n favorito, junto al tel¨¦fono, pasa a su despacho barroco, lleno de peri¨®dicos, revistas, pruebas de imprenta, libros -es muy posible que done su biblioteca a la Fundaci¨®n-, incluso recibos, bibelots y porcelanas de Talavera. Busca, impaciente, un cuaderno, desenrosca una vieja pluma estilogr¨¢fica Waterman y escribe una carta, que copiamos: ?Al presidente de la Fundaci¨®n Pr¨ªncipe de Asturias. Querido amigo: Me emociona con su propuesta de hacerme miembro honorario de la Fundaci¨®n Pr¨ªncipe de Asturias. De nada puedo servirles a ustedes, pero cuentan desde ahora con mi nombre y colaboraci¨®n entusiasta. Me encantar¨¢ poderles ver en Oviedo y Covadonga. Lo dudo, porque estoy muy viejo y muy agotado. De todos modos, Dios dir¨¢. Muchas gracias y un abrazo de su buen amigo, Claudio S¨¢nchez Albornoz?.
S¨¢nchez Albornoz repite, con emoci¨®n, las palabras que pronunci¨® en el Centro Asturiano de Buenos Aires hace un a?o, cuando se le nombr¨® hijo adoptivo de Asturias: ?Cuando me lleven a enterrar a Avila, al lado de mis padres, de mi hermano, de la madre de mis hijos, os pido que renov¨¦is una vieja costumbre: cuando yo era peque?o, se anunciaba a los muertos desde la torre de la iglesia. Un ni?o tocaba una campana y gritaba: "Por el alma de Lorenzo, el carpintero; o por el alma de Juan, el panadero". Hoy ya no se hace eso, pero yo pido a los asturianos que, cuando llegue mi hora, desde lo alto de la torre mocha de San Pedro, vecina a la casa de mis padres, que ya no existe, un monaguillo toque la campana y grite luego: "Por el alma de Claudio S¨¢nchez Albornoz, que muri¨® en la Argentina adorando a Espa?a"?.
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