El movimiento "kraker", de Holanda, un nuevo fen¨®meno de contestaci¨®n social
Holanda, uno de los pa¨ªses con mayorvitalidad cultural y pol¨ªtica de Europa, es el escenario, desde hace algunos meses, del resurgir de un movimiento sociocultural, t¨ªpicamente urbano, que parec¨ªa haber desaparecido de nuestro continentente con la muerte del movimiento estudiantil de finales de los a?os sesenta. La d¨¦cada de los ochenta ha tra¨ªdo el nacimiento de un movimiento, los krakers, que es algo m¨¢s que la ocupaci¨®n ilegal de viviendas deshabitadas. Una librer¨ªa, un diario, una oficina de coordinaci¨®n, dos caf¨¦s (el Crowbar y el Squat, de Amsterdam), un sistema de alarma que para s¨ª quisieran los servicios policiales y miles de simpatizantes capaces de traer en jaque a todas las fuerzas del orden, demuestran la vitalidad de un fen¨®meno social que est¨¢ atrayendo la atenci¨®n de los soci¨®logos de toda Europa.
Los movimientos estudiantiles de finales de los sesenta y principios de los setenta parecieron el ?canto del cisne? de las sociedades industrializadas de Occidente, la ¨²ltima muestra de la vitalidad de la civilizaci¨®n europea. La desaparici¨®n de los Cohn-Bendit o los Rudi Dutschke, pareci¨®, tambi¨¦n, la desaparici¨®n de los ¨²ltimos coletazos de la agitaci¨®n socio-cultural que marc¨® un siglo de nuestra historia. Los a?os setenta trajeron el olvido de los hippies, los provos, los beatniks y el nacimiento del ?pasota?, el joven voluntariamente ajeno a los acontecimientos pol¨ªticos o sociales de su ¨¦poca.Pero cuando todo parec¨ªa olvidado, Holanda ha vuelto a dar un toque de atenci¨®n. Miles de j¨®venes (y menos j¨®venes) se han lanzado a la calle una y otra vez a lo largo de todo este a?o, protagonizando batallas campales que recuerdan a las de 1968. La reivindicaci¨®n de principio es muy simple, ?queremos vivienda?, pero a su sombra, ha ido surgiendo un movimiento sociocultural de dimensiones mucho m¨¢s amplias.
Patada a la puerta
Las manifestaciones de los krakers -denominaci¨®n muy amplia que incluye desde j¨®venes abogados y periodistas a grupos ?aut¨®nomos?, pasando por los tradicionales ?pasotas? y por convencionales padres de familia- se han convertido ya en uno de los mayores alicientes de una visita a Holanda.Un d¨ªa cualquiera, un muchacho o un grupo de muchachos descubre una casa vac¨ªa que no est¨¢ en alquiler. Pega una patada a la puerta y se instala con su compa?era o con sus amigos. El propietario tardar¨¢ algunos d¨ªas en dar aviso a la polic¨ªa, pero cuando los gendarmes lleguen provistos de su orden judicial no encontrar¨¢n s¨®lo un peque?o grupo de j¨®venes. A su lado, dispuestos a ofrecer una resistencia pasiva enloquecedora para la polic¨ªa, se encuentran siempre varios centenares de ?simpatizantes?, localizados y reunidos gracias a una impresionante red de ayuda.
El fen¨®meno ha cogido desprevenidas a las autoridades holandesas. Los Pa¨ªses Bajos -la monta?a m¨¢s alta, ironizan ellos mismos, es un mont¨®n de arena cerca del famos¨ªsimo Rijkmuseum- padecen, desde hace muchos a?os, una angustiosa falta de viviendas. Entre 1965 y 1970 se registraron ya algunos incidentes al expulsar la polic¨ªa a varios ocupantes ilegales. Pero el ?pistoletazo de salida? fue la convocatoria, este a?o, del D¨ªa Nacional del Kraker, realizada por varios grupos underground. Desde entonces, no hay d¨ªa en que la policia no intente entrar en un inmueble ?ocupado?: ?Este a?o han logrado expulsar, como poco, a cien krakers, pero han sido "operaciones sin publicidad"?, afirma un portavoz del movimiento.
10.000 casas ocupadas
La misma polic¨ªa ignora cu¨¢ntas viviendas han ocupado los krakers hasta el momento en todo el pa¨ªs. ?En Amsterdam?, se?ala un oficial, ?creemos que son, aproximadamente, 10.000, pero es imposible tener una estad¨ªstlica completa, porque muchos propietarios prefieren, desde hace algunos meses, tratar directamente con los krakers y no nos avisan?.La misma fuente reconoce que son muchos m¨¢s los holandeses que esperan una vivienda. ?S¨®lo en Amsterdam?, dice, ?hay 55.000 personas inscritas en las listas municipales. Algunos son padres de familia; otros, j¨®venes que quieren salir de la casa de sus padres?. Pero incluso la cifra de 55.000 es peque?a. ?En estas listas s¨®lo figuran quienes demuestran que llevan m¨¢s de dos a?os trabajando en Amsterdam. Hay varios miles m¨¢s que est¨¢n pagando hasta cuatrocientos d¨®lares (cerca de 30.000 pesetas) mensuales por una sola habitaci¨®n en edificios no controlados por el Ayuntamiento y que, l¨®gicamente, querr¨ªan disponer de una vivienda m¨¢s barata y en mejores condiciones?.
?El problema?, a?aden fuentes del Ayuntamiento de Amsterdam, regido por un socialista, Win Polak, ?es casi insoluble. Amsterdam est¨¢ llena. No encontramos un s¨®lo solar donde construir. Desde 1974 no se construyen m¨¢s de quinientas viviendas al a?o e, incluso, algunos a?os no se ha llegado ni a las trescientas?.
?No hay espacio para construir?, afirman los krakers, ?de acuerdo. Pero hay miles de viviendas vac¨ªas que los propietarios no quieren alquilar?. ?La ley?, afirma la C¨¢mara de Propietarios, ?nos perjudica, porque fija alquileres tan bajos que no nos compensa. Adem¨¢s, la misma ley impide casi que echemos a un inquilino cuando nos interesa?.
?Cr¨¦ame?, explica un responsable de la polic¨ªa de Amsterdam, ?muchos de nuestros agentes se sienten terriblemente desgraciados cuando tienen que expulsar a los krakers. Estamos tambi¨¦n cansados y no podemos actuar con eficacia?.
Pese a todo, la polic¨ªa holandesa acude disciplinadamente un d¨ªa s¨ª y a un edificio ?ocupado?, provistos de un fenomenal equipo antidisturbios. La ¨²ltima ?acci¨®n? -expulsar a 35 krakers de un viejo edificio, pr¨®ximo al Rijkinuseum, vac¨ªo desde hace diez a?os- moviliz¨® a 2.000 agentes, con doscientos veh¨ªculos, caballos, ambulancias, perros, bombas de agua a presi¨®n, granadas de humo y otros utensilios ?de guerra?, seg¨²n definici¨®n del diario de izquierda Volkskrandt. Hay que decir, en descargo de la polic¨ªa, que no tuvieron que enfrentarse s¨®lo con 35 j¨®venes, sino con m¨¢s de mil, dispuestos a apoyarles. Porque una de las caracter¨ªsticas del movimiento krakers es su perfecta ?desorganizaci¨®n ?. Es decir, no son un partido, ni un sindicato, ni tienen l¨ªderes, ni pagan cotizaciones, ni se re¨²nen seinartalmente para discutir sus problemas en el barrio.
Pero est¨¢n siempre ?alerta?. Escuchan la radio, cuentan con un peculiar sistema de ?aviso? que es capaz de movilizar en minutos a varios centenares de simpatizantes y a varios miles en muy pocas horas y, aunque son inicialmente pac¨ªficos, saben ?defenderse? con una eficacia pasmosa. Levantan barricadas en un abrir y cerrar de ojos, cortan la circulaci¨®n, se atraen la complicidad de los viandantes, devuelven las granadas de humo con una estupenda punter¨ªa y, al mismo tiempo, gritan y cantan sin parar. ?Un grupo ha conseguido hasta que el Ayuntamiento de Groningen le de un subsidio?, dice orgulloso un jovenc¨ªsimo kraker.
El movimiento krakers no se relaciona con los movimientos pol¨ªticos cl¨¢sicos, pero mantiene estrechos lazos ?de amistad? con los ecologistas, los grupos feministas y gay, y aporta su apoyo circunstancial a cualquier otro movimiento ?disidente? dentro y fuera de sus fronteras. En sus bares y caf¨¦s se puede encontrar tambi¨¦n propaganda de apoyo a los disidentes sovi¨¦ticos, al movimiento verde de la RFA o a los antinucleares de cualquier punto de Europa. Ninguno, sin embargo, tan potente y alegre como los ?patada a la puerta y adentro?.
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