Las evasiones de Graham Greene
Ways of escape (Caminos de evasi¨®n) es el t¨ªtulo que encabeza la autobiograf¨ªa literaria de Graham Greene, reci¨¦n aparecida. El escritor brit¨¢nico escribi¨® el primer resumen de su vida a los veintisiete a?os de edad en un gesto de parada, despu¨¦s de una intensa y azarosa juventud. Ahora ha querido reflexionar de nuevo desde los 75 a?os de la serenidad, analizando conjuntamente la trama de su existencia f¨ªsica y la de su creatividad imaginativa. El t¨ªtulo de la obra, que recoge en parte art¨ªculos y ensayos, en los que hab¨ªa explicado episodios aislados de su trayectoria de viajero impenitente y de novelista fecundo, responde a lo que el autor piensa del oficio de escribir: ?Escribir?, dice, ?es una terapia. Algunas veces me pregunto c¨®mo todos aquellos que no escriben, componen o tocan m¨²sica o pintan pueden escapar de la locura, de la melancol¨ªa, del miedo, de la angustia inherentes a la situaci¨®n del hombre?. Greene afirma que para ¨¦l sus viajes incesantes, muchas veces disparatados, eran asimismo una evasi¨®n de lo cotidiano. Cita la frase conocida del poeta Auden: ?El hombre necesita del escape como una exigencia fisiol¨®gica, la de la comida o la del sue?o?.?De qu¨¦ escapa el hombre? De s¨ª mismo, responden algunos. De la implacable red en que se halla aprisionado por la civilizaci¨®n moderna, contestan otros. De la soledad radical en que le sume la desesperanza de lo material. La rutina mec¨¢nica del habitante activo de la gran ciudad fue resumida en el terceto ?Metr¨® -Boul¨®t - Dod¨®? por los cancioneros franceses, exponiendo una verdad bien sabida. La evasi¨®n es la ruptura temporal, y a veces ficticia, de esa realidad que nos opirime y sujeta. Greene nos explica con su iron¨ªa cong¨¦nita a d¨®nde marchaba y para qu¨¦ en sus aventuras y exploraciones. Tambi¨¦n revela su adscripci¨®n a los servicios secretos del imperio durante la segunda guerra mundial. Es interesante anotar esa actividad paralela que tambi¨¦n ejerci¨® otro gran escritor ingl¨¦s, Somerset Maugham, durante la primera guerra, y muy probablemente tambi¨¦n David Cornwell, mas conocido como John le Carr¨¦. Espionaje y creaci¨®n literaria pueden asociarse con alguna frecuencia. La cobertura period¨ªstica ha servido, corno es notorio, de apoyo profesional a grandes agentes del Este que luego hubieron de refugiarse tras el tel¨®n, como Kim Philby y otros. Greene asegura que su misi¨®n confidencial en el Africa negra francesa sometida, a Vichy obtuvo magros resultados por su escaso conocimiento de la infraestructura de aquellas colonias. Asimismo nos cuenta que en los a?os estudiantiles tuvo durante algunos meses el carne del PC brit¨¢nico.
Otro aspecto de las evasiones humanas poco comentado son las amistades que irrumpen de pronto en nuestra vida de relaci¨®n. No acertamos a entender por qu¨¦ un hombre o una mujer anudan, sin aparente motivo, un v¨ªnculo permanente y s¨®lido con otros seres que aparecieron espor¨¢dicamente en el horizonte vital de cada uno. Y es quiz¨¢ la necesidad de la evasi¨®n lo que explica ese contacto inesperado y fecundo. La b¨²squeda de di¨¢logo es muchas veces la que anuda ese acercamiento. O la capacidad de escuchar nuestro mon¨®logo, como dec¨ªa don Miguel de Unamuno. Cada hombre busca su Eckermann, unos como front¨®n intelectual de rebote; otros, como cronista verbal de las intimidades. Greene nos describe uno de esos amigos que descubri¨® de repente y que muri¨® joven. Era un hombre de muchos talentos y extraordinaria cultura, llamado Herbert Read. No posaba ni afectaba erudici¨®n. Lo describe entrando discretamente en una tertulia literaria y pol¨ªtica de Londres y tomando asiento en silencio. Al cabo de un rato, la atm¨®sfera hab¨ªa cambiado. El tono violento de las discusiones se apagaba. Y nadie hablaba ya para la galer¨ªa. Era uno de esos seres que irradian responsabilidad y sentido com¨²n con su sola presencia.
El largo periplo geogr¨¢fico y creativo de Greene es un itinerario fascinante y abrumador. Viaja al continente africano; al Pr¨®ximo y al Lejano Oriente. Vive como corresponsal la guerra de Vietnam. Conoce los entresijos de la guerra fr¨ªa; del Berl¨ªn bloqueado; de la Viena cuatripartita; de la Polonia bajo Stalin; reside unos meses en Mosc¨²; visita las dictaduras del Caribe, la Am¨¦rica anglosajona y protestante y la Am¨¦rica morena y cat¨®lica. Sus libros reflejan esa pululante movilidad. El poder y la gloria y The End of the Affair, juntamente con The heart of the matter, fueron la base pol¨¦mica de su calificaci¨®n ante la opini¨®n y ante los cr¨ªticos como ?novelista cat¨®lico?. Se vio por ello sometido a la vez a la exaltaci¨®n y a ser zarandeado por los discrepantes a causa de sus juicios irrespetuosos y la convencionalidad chocante de algunos de sus personajes. En este reciente Ebro suyo refiere dos an¨¦cdotas sabrosas sobre el asunto. P¨ªo XII le dice en los a?os cincuenta al entonces obispo brit¨¢nico Heenan: ?Estoy leyendo The End of the Affair, de Greene, y me parece que este escritor est¨¢ angustiado. Si alg¨²n d¨ªa acude a usted, ay¨²dele, que lo necesita?. Muchos a?os despu¨¦s visit¨® el autor a Pablo VI, que le dijo haber le¨ªdo El poder y la gloria. ?Pues el Santo Oficio lo conden¨®?, replic¨® Greene. ??Qui¨¦n lo conden¨®??, pregunt¨® el Pont¨ªfice. ?El cardenal Pizzardo?. Pablo VI guard¨® silencio unos segundos y dijo: ?Mister Greene: algunos pasajes de sus novelas pueden ofender a ciertos lectores. Pero no haga usted caso de ello y siga escribiendo?.
Greene mantuvo una viva pero cordial discusi¨®n con Evelyn Waugh, escritor de fe intransigente que le reproch¨® sus presuntos errores teol¨®gicos y la equ¨ªvoca versi¨®n de sus personajes sacerdotales. Pero Greene, gran lector de Unamuno, se defiende de esos ataques citando pasajes del rector de Salamanca en su Sentimiento tr¨¢gico de la vida. ?No hab¨ªa le¨ªdo antes ese libro de Unamuno?, escribe, ?con el que me identifico en ese punto. El escritor espa?ol dice, en efecto, que aquellos que piensan creer en Dios sin pasi¨®n en el coraz¨®n, sin angustia en el conocimiento, sin dudas ni incertidumbres, sin algo desesperado en el mismo consuelo, creen realmente en el Dios-idea m¨¢s que en Dios mismo. Esa es la tesis que sostienen algunas de mis criaturas de ficci¨®n, como el profesor Morin y los principales protagonistas del drama de la leproser¨ªa africana que constituye la trama de The burnt-out case. Me encuentro, pues?, dice el novelista brit¨¢nico, ?con que, sin quererlo, me han situado en las tragic¨®micas aventuras de La Mancha quijotesca, acompa?ando al inmortal caballero?. Y es que nada hay tan equ¨ªvoco y perjudicial como identificar la funci¨®n de un novelista con la del profesor de moral o la del te¨®logo.
Desde la escritura de la novela, Greene nos cuenta c¨®mo se asom¨® al cine y al teatro, redactando guiones como El tercer hombre y comedias como El cuarto de estar. ?El novelista escribe en soledad?, nos dice. ?Si tiene suerte, encontrar¨¢ quiz¨¢ otra persona con la que discutir pasajes y personajes de su obra agraz. El guionista de cine discute ¨²nicamente con el director del filme, pero al terminar el rodaje queda apartado del proceso final de la creaci¨®n. No puede seguir directamente ni controlar las escenas
Pasa a p¨¢gina 12
Viene de p¨¢gina 11
que ¨¦l ha imaginado. En cambio, el autor teatral tiene otra funci¨®n radicalmente diversa. Yo descubr¨ª que el rodaje de un filme tiene algo de enfrentamiento con el trabajo de una gran factor¨ªa, con se?ales, luces, palmadas, gr¨²as y la jerarqu¨ªa de las sillas de lona. No conoc¨ªa, en cambio, el calor, la diversi¨®n y la camarader¨ªa del mundo del teatro. Ni el hecho de que el proceso creativo -para el que vive el hombre de letras- contin¨²a mucho tiempo despu¨¦s de los ensayos y del estreno de la obra teatral?.
Adem¨¢s de la tremenda condici¨®n solitaria del novelista, existe el hecho bien conocido de la irrupci¨®n en la psique del autor de los caracteres, cuya elaboraci¨®n dura mucho tiempo -varios a?os- en algunos casos. Esa identificaci¨®n de las figuras imaginarias de la novela en ciernes, con el esp¨ªritu del escritor pareja al rastro que deja en el talante de algunos actores la reiterada encarnaci¨®n un d¨ªa tras otro, en la escena, de un personaje de ficci¨®n es atroz para la vida interior del autor. del argumento. Las contradicciones y las flaquezas de las sombras inventadas recaen sobre quien las dio la vida. Adem¨¢s, en el largo tiempo de la elaboraci¨®n cambia el ¨¢nimo y el tono del que escribe. Greene recuerda las veces que se ha visto enfrentado con las cuartillas o cuadernos. en los que escribi¨® los primeros cap¨ªtulos de una novela sin terminar muchos meses ha. ?No ser¨¦ nunca m¨¢s el mismo hombre que fui cuando estos seres salieron de mi fantas¨ªa, aunque los haya llevado conmigo durante todo ese tiempo en mi subconsciente?. De Flaubert se dijo que en algunas de sus cartas parec¨ªa convertirse en un personaje bovarista ganado por la pasi¨®n destructora de aquella vanidosa provinciana salida de su mag¨ªn.
Esto le hizo inclinarse a Graham Greene hacia un ¨²ltimo escapismo literario que enriqueci¨® su fama: el de la Short-story o Cuento breve. ?El cuento es para el novelista una evasi¨®n al no tener que vivir quien lo escribe ligado por mucho tiempo, como ocurre con los personajes novel¨ªsticos. El cuento, por su corta dimensi¨®n, permite dominar el tema con gran facilidad, y los protagonistas no conviven tantos meses o a?os en la mente de su autor?.
?Cu¨¢ndo acaba la funci¨®n creadora del escritor, el escapismo terap¨¦utico del hombre de letras? Georges Simenon se retir¨® p¨²blicamente del oficio al cumplir los setenta a?os. Pero inmediatamente despu¨¦s empez¨® a redactar una serie dictada de vol¨²menes que reiteran cansinamente los viajes alrededor de su casa y de su cuarto mechados de reflexiones generales. Graham Greene ten¨ªa decidido hacer lo mismo despu¨¦s de publicar El factor humano. Pero nos cuenta c¨®mo en 1971, durante un almuerzo familiar de Navidad celebrado en Suiza, la dram¨¢tica historia de El doctor Fischer de Ginebra vino a su mente casi de golpe, c¨®mo una trama sat¨ªrica contra la avaricia humana. ?La imaginaci¨®n del escritor, como el cuerpo del hombre, luchan contra la muerte, contra toda raz¨®n?. Val¨¦ry llamaba a los escritores ?artesanos de las ideas?, practicantes de una maestr¨ªa que dura toda la vida. El ¨¦xito fue avaro para Greene y tard¨® muchos a?os en llegarle plenamente. Pero ¨¦l pensaba, como Camus, que todo el que escribe guarda una esperanza, aunque sea de momento desconocido. Y que un d¨ªa sus obras testimoniar¨¢n ante los lectores diciendo lo que fue.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.