Los hombres de Reagan
RONALD REAGAN ha empezado a nombrar los miembros de su Gobierno; y los elige entre amigos ¨ªntimos, colaboradores de antes, trabajadores de su campa?a. No es un favoritismo, un premio o una corrupci¨®n: es una tradici¨®n en la Casa Blanca y tiene un fundamento razonable. Aunque en Espa?a se les llame ?ministros?, por buscar equivalencias, su cargo oficial es el de ?secretarios?: es un r¨¦gimen de presidencialismo fuerte, con responsabilidad casi ¨²nica del presidente, y est¨¢ rodeado de secretarios que te¨®ricamente se limitan a ayudar a cumplir sus decisiones. Necesitan, sin embargo, la aprobaci¨®n del cuerpo parlamentario: como todos los cargos p¨²blicos del pa¨ªs que no proceden directamente de las elecciones. Esta aprobaci¨®n es casi autom¨¢tica, aunque a veces las sesiones de examen, con comparencia de los interesados, lleguen a ser dram¨¢ticas: lo que se investiga es la dignidad humana de los nombrados, su transparencia. Se atribuye a ello que Reagan no haya nombrado todav¨ªa, secretario de Estado, para el que parece que tiene seleccionado al general Haig, el cual se vio envuelto en el caso Watergate, quiz¨¢ complicado por su puesto de jefe civil de la Casa Blanca de Nixon, cuando se estaban produciendo aquellos vergonzosos sucesos. Puesto que el Watergate fue un tema con existencia de delito, que forz¨® la dimisi¨®n de Nixon, el examen de Haig puede ser demasiado espectacular. Es este tipo de preocupaciones las que pueden producir el impedimento parlamentario a los nombrados. La mayor¨ªa republicana en el Senado puede allanar f¨¢cilmente todos los caminos. Y las negociaciones que se hagan previamente.Los restantes nombramientos ser¨¢n p¨²blicos en los pr¨®ximos d¨ªas, antes del 20 de enero, en que Reagan tomar¨¢ posesi¨®n del cargo; antes o despu¨¦s, se completar¨¢ su equipo con los asesores de la Casa Blanca: ese cuerpo poderoso y un poco clandestino que repiti¨® el mimetismo monclovita en Espa?a y al que aqu¨ª se ha dado el curioso nombre de fontaneros, tiene un peso importante. Kissinger fue asesor de Nixon; Brzezinski lo fue de Carter, antes de ser secretario de Estado.
Todo indica que Reagan, ateni¨¦ndose a sus privilegios presidenciales, no est¨¢ buscando un Gobierno de notables, de grandes t¨¦cnicos, de especialistas, sino un equipo que le permita llevar una pol¨ªtica personal -dentro de los l¨ªmites que permite el esquema de los poderes en Estados Unidos y lo que aqu¨ª se llamaron ?fuerzas f¨¢cticas?; como hizo ya en California. Algunos de los hombres que le ayudaron en sus largos tiempos de gobernador de ese Estado aparecen ya en las primeras listas.
No hay concesiones, no hay difusi¨®n del poder. Reagan intenta realizar la era Reagan. Quiz¨¢ el tiempo y la din¨¢mica de la vida le reduzcan m¨¢s tarde a sus verdaderas posibilidades: pero los primeros tiempos son suyos.
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