Ni humanismo ni terror / 1
Reflexiones contra la violencia
Como habr¨¢ observado el culto lector -y si no Io ha advertido se lo digo yo ahora-, el t¨ªtulo y el subt¨ªtulo que cuedan arriba contienen una cierra y ambigua glosa de conocidos t¨ªtulos de obras pasadas: Humanismo y terror, de Maurice Merleau-Ponty, y el no menos conocido Reflexiones sobre la violencia, del confuso pensador Georges Sore , un hombre que pod¨ªa ser sucesivamente, pero casi a la vez, admirador de Benito Mussolini y de Vladimiro llich Lenin. En realidad se trata de una forma de entrar en un tema tan complejo que no sabe uno por d¨®nde cogerlo, y por alg¨²n sitio habr¨¢ que empezar, pero tampoco es una forma cualquiera de atacar este tema concreto, que ahora, despu¨¦s de no pocas vacilaciones y ?bajo el imperio de la ley?..., antiterrorista, rne decido a tratar en un peri¨®dico de Madrid, si es que ese peri¨®dico decide acogerlos en sus p¨¢ginas, en las que, de ser as¨ª, no pasar¨¦ de ser un.raro hu¨¦sped. Este tema es ni m¨¢s ni menos el de la violencia en Euskadi: el tema de la guerra que estamos viviendo, pues esto es verdaderamente una guerra, y, claro est¨¢, el de las posibilidades que se abren a la perspectiva de que esta guerra, con sus medios propiamente b¨¦licos, se termine un d¨ªa: rara dar paso a unos t¨¦rminos de lucha social armada con otra cosa que armas de fuego y explosivos, con la violencia (porque es ut¨®pico pensar en una lucha sin violencia y, m¨¢s a¨²n, en la posibilidad de cambios sociales -y no digamos de ?cambios revolacionarios- sin lucha por gracioso otorgamiento de los enemigos de clase); pero sin otras armas que las de los movimientos decididos de las masas trabajadoras: con esa violencia de masas que encuentra sus defensores en el movimiento comunista desde sus or¨ªgenes.
No porque lo digan los cl¨¢sicos del marxismo, sino porque nos lo muestra la experiencia com¨²n, la violencia forma una parte esencial del entramado de la vida, del entramado de la paz ante la que los humanistas ponen los ojos en blanco. No es necesario leer nada al respecto, porque basta con mirar seriamente la realidad; pero si alguien necesita de estos apoyos librescos puede leer, por ejemplo, Th¨¦orie de la violence, de Engels, Union G¨¦nerale d'Editions, Col. 10-18, Par¨ªs, 1972, donde uno encuentra cosas tan consabidas como las que dice Gilbert Mury en la introducci¨®n a dicho libro. As¨ª como ¨¦sta: ?La vie de tous les jours est faite de violence cach¨¦e?. Pero tambi¨¦n que: ?Quand la contrainte silencicuse et masqu¨¦e ne suffit plus, la classe dominante dispose de la force publique?. Frente a este dispositivo esencial de las democracias burguesas, ?qu¨¦ hacer? ?Recostarse en la confianza de que las cosas pueden,ser cambiadas por las v¨ªas pac¨ªficas -que son aquellas en las que las clases dominantes ejercen su solapada dictadura, su enmascarada violencia- del sistema parlamentarllo? Sobre esto, las cosas se pueden decir de muchas maneras, pero, una vez m¨¢s, resultaque uno ya se encuentra escrito y publicado lo que, piensa, y entonces, ?para qu¨¦ hacer un esfuerzo suplementario? recuerdo algo que va muy bien en este momento: es el anti-Kautsky, deTrotsky, o sea, su obra Terrorismo y comunismo, de cuya, edici¨®n francesa cito a continuaci¨®n: ?Le f¨¦tichisme de la majorit¨¦ parlementaire n'implique pas seulement le reniement brutal de la dictature du prol¨¦tariat, mais aussi celui du marxime et de la r¨¦volution en g¨¦neral. S'iI faut subordonner en principe la politic que socialiste au rite parlementaire des major¨ªt¨¦s et des minorit¨¦s, il ne reste plus de place, dans les demo craties formelles, pour la lutte r¨¦volution naire?. Naturalmente, la dictadura del proletariado era terrorismo para la derecha y para los socialdem¨®cratas (ahora lo es tambi¨¦n para los eurocomunistas). En realidad, todo asomo de poder por parte de la izquierda es vivido por la derecha como insufrible y vituperable terrorismo (as¨ª re cuerdo haber le¨ªdo en un peri¨®dico de la derecha chilena, durante la Unidad Popular, que Chile viv¨ªa ?bajo el terror rojo?; afortunadamente, la paz y el orden volvieron con Pinochet, y por cierto con el apoyo de la democracia norteamericana -tan celosa de los derechos humanos- y de la democracia cristiana chilena). Tambi¨¦n es, cierto que comunmente se reserva ahora el t¨¦rmino terrorismo para las actividades pol¨ªticas armadas, de derecha o de izquierda. Sobre este tipo de luchas, la tradici¨®n del movimiento comunista ha sido clara: s¨ª a la lucha armada cuando tiene el oar¨¢cter de insurrecci¨®n popular, y no a lo que se ha llam¨¢ do siempre el terrorismo individual, aunque este t¨¦rmino no siempre ha sido bien definido. Para que lo fuera, su definici¨®n tendr¨ªa que responder n¨ªtidamente a estas preguntas: ?es terrorismo individual la acci¨®n armada realizada por un individuo (o por un peque?o y destacado grupo, a la manera de la RAF alemana)? ?O ha de enten derse por terrorismo individual la acci¨®n armada que se ejerce sobre un individuo (ejemplo, el atentado al almirante Carrero Blanco), aun que esa acci¨®n est¨¦ respaldada y asumida por un amplio, sector po pular (es el caso de ETA)?
?Es posible tratar de estos temas sin que tengamos que liarnos a bofetadas inmediatamente? ?Se nos permite emplear un m¨¦todo, digamos, cient¨ªfico en nuestro an¨¢lisis? ?Existe la posibilidad de que suspendamos por un momento nuestras bajas -y, lo que es peor, nuestras altas- pasiones? Se trata simplemente de intentar establecer lo m¨¢s objetivamente que sea posible el mundo de los hechos; es decir, de rechazar, aunque s¨®lo sea por un momento, todo talante manipulatorio.
La realidad de los hechos
A este respecto he de decir que acabo de leer un texto verdaderamente vergonzoso y del que su autor alg¨²n d¨ªa, si no acaba definitivamente degradado en un mundo de pasiones y de intereses, se sentir¨¢ ¨¦l mismo, sin que nadie le diga nada, avergonzado: es el de la ponencia que Juan Tom¨¢s de Salas ley¨® recientemente en una conferencia europea ?sobre terrorismo ?. ?C¨®mo un intelectual puede proponer el cultivo de la mentira para oponerse a una realidad, cualquiera que ¨¦sta sea? Degradar a toda costa o incluso borrar la imagen del enemigo es un m¨¦todo altamente indeseable, creo yo, en la medida en que no renunciemos de manera definitiva a ser personas decentes. El que esto escribe tiene, es cierto, horror a la sangre, pero mucha mayor es mi aversi¨®n al pus, sinceramente. Si se plantea, como ¨¦l hace, por ejemplo, el caso de los GRAPO, lo decente es tratar de establecer la realidad de los hechos; no empezar por falsear esa realidad, es decir, por ?inventar? el enemigo, ensuciando, embarrando, el mundo de la objetividad a los efectos de que ?todo est¨¦ permitido? contra ese enemigo. ?C¨®mo puede contribuir un intelectual digno, por ejemplo, a que se superponga al hecho humano de un guerrillero vietnamita la iniagen fabricada de un ?enano rojo? sobre el cual sea posible y hasta necesario disparar para defender las m¨¢s sagradas libertades puestas en peligro por la existencia y la lucha. de esos ?enanos?? ?Extra?os grapos?, ?agentes de la CIA o del KGB?, son im¨¢genes repugnantes para la conciencia de cualquier persona honesta porque son una mentira y atentan ?contra los derechos humanos m¨¢s elementales?, de los que los satisfechos dem¨®cratas en sus confortables despachos dicen ser ardientes defensores. Es preciso, pues, p¨¢ra no ser merecedores de ser arrojados al cubo de la basura, empezar por establecer los hechos de un modo correcto, y una vez hecho as¨ª tomar la posici¨®n que uno considere justa, aunque mucho habr¨ªa que objetar a la justicia de unos juicios que excluyen la posibilidad social de opinar de otro modo: por ejemplo, sobre los GRAPO s¨®lo es posible opinar p¨²blicamente llam¨¢ndoles asesinos. Por el mero hecho de que no nos parezcan ?extra?os?, ya graves amenazas se ciernen sobre nosotros, lo cual me parece que no est¨¢ bien, aunque usted, se?or De Salas, se quede tan tranquilo y duerma en paz -en su paz-, y no -pueda ni imaginar que es usted un agente del terrorismo ejercido por el poder sobre la libertad de los otros. Cada vez, ciertamente, es preciso tener m¨¢s valor para atreverse a expresar los resultados de las investigaciones sobre la realidad, o sencillamente a publicar las mentiras oficiales como tales mentiras. En nuestro querido peri¨®dico Egin yo hice recientemente un intento -?Por la libertad de expresi¨®n, contra seis mentiras oficiales ? (26 de septiembre de 1980)- de Car¨¢cter meramente cient¨ªfico, y ya el director del diario ha sido citado por un juez de San Sebasti¨¢n, y yo lo ser¨¦ de un momento a otro. No creo que usted, se?or De Salas, tenga el menor inter¨¦s en leerlo, pero s¨ª le dir¨¦ que es un art¨ªculo esencialmente antiterrorista. Sobre las maneras terror¨ªficas con que somos tratados quienes opinamos cr¨ªticamente contra la reforma suarista, algo trat¨¦ de explicar a la misma polic¨ªa en una ?Carta abierta a la polic¨ªa espa?ola en Euskadi? (Egin, 29 de octubre de 1980).
Seguiremos estas reflexiones contra la violencia en un pr¨®ximo art¨ªculo.
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