Los nacionalistas votamos no
Las fuerzas pol¨ªticas nacionalistas gallegas, aquellas que est¨¢n por la soberan¨ªa nacional de nuestro pa¨ªs, van a votar no a la autonom¨ªa. Obs¨¦rvese que no denominamos nacionalismo al autonomismo, aunque sea de fachada galleguista, y que no hablamos de este Estatuto, sino de una alternativa pol¨ªtica general: el autonomismo, como modelo de descentralizaci¨®n y regionalizaci¨®n administrativa del Estado.Quiz¨¢ tambi¨¦n convenga se?alar, debido a la total desinformaci¨®n o manipulaci¨®n de la opini¨®n p¨²blica espa?ola, que de las fuerzas pol¨ªticas gallegas, esto es, de ¨¢mbito nacional gallego, son aquellas que est¨¢n por la soberan¨ªa nacional las que tienen alcanzado mayor n¨²mero de votos en las consultas electorales, as¨ª como las que tienen mayor representaci¨®n institucional. Concretamente el Bloque Nacional Popular Galego (BNPG), en el que est¨¢ integrada la Uni¨®n del Pueblo Gallego (UPG) conjuntamente con la Asamblea Nacional Popular Gallega (ANPG), cuenta con 260 concejales, nueve alcaldes y tres diputados provinciales.
En el caso concreto de nuestra patria, la maniobra auton¨®mica tuvo y tiene aires zarzueleros, grotescos y bien indicativos de la funci¨®n obsoleta, perturbadora de la conciencia popular, confusionista, que cumple la izquierda espa?ola. Desde el principio del proceso, ya en el a?o 1978, toda su preocupaci¨®n fue combatir a las fuerzas patri¨®ticas que nos opusimos al fraude auton¨®mico, tratando de situarnos en el testimonialismo de hacer creer que no exist¨ªamos e identific¨¢ndonos con el fantasma del terrorismo.
As¨ª, conjuntamente con la reacci¨®n espa?olista (UCD y CD), participaron en manifestaciones que recordaban los mejores tiempos del franquismo por su oficialidad o se asentaban en la manipulaci¨®n de los buenos, aunque ingenuos, deseos de que la autonom¨ªa significaba el autogobierno. Los nacionalistas empezamos a conseguir desenmascarar en la pr¨¢ctica la operaci¨®n. Nuestros ataques a la autonom¨ªa, por caciquil y colonialista, se comprobaban como correctos por amplios sectores de las clases populares, que se movilizaron, dejando en rid¨ªculo las concentraciones oficialistas por la autonom¨ªa.
Cinismo y demagogia
Mientras, ni la cuota de la Seguridad Social Agraria, ni la pol¨ªtica represiva derivada de la aplicaci¨®n del decreto de biling¨¹ismo, arma legal gravemente atentatoria contra nuestros derechos individuales y colectivos irrenunciablesal uso del gallego; ni la pol¨ªtica de comercializaci¨®n de productos agropecuarios (carne, leche, vino, etc¨¦tera), claramente esquilmadora y empobrecedora de nuestros campesinos; ni los planes de comunicaciones -construcci¨®n de una autopista irracional en muchos aspectos y antipopular en sus consecuencias econ¨®micas- encontraron la m¨¢s m¨ªnima contestaci¨®n o desaprobaci¨®n de las fuerzas o instituciones paraauton¨®micas.
Una de las cosas m¨¢s graves que est¨¢ aconteciendo, cuando menos, en el panorama pol¨ªtico del Estado espa?ol es el cinismo, la desfachatez con que se recurre a combatir al enemigo pol¨ªtico, popular y nacionalista manipulando y vaciando de contenido demag¨®gicamente sus presupuestos.
Pol¨ªtica de fraude
La pol¨ªtica de fraude, como arma confusionista, est¨¢ siendo utilizada por la derecha y la izquierda espa?olistas con una profusi¨®n que desnorta a amplios seotores de la opini¨®n p¨²blica. Hablan de auto gobierno, hablan de lengua propia, hablan de nacionalidad hist¨®rica, hablan -?oh colmo de los descaros!- del derecho a vivir y trabajar la propia tierra, hablar de competencias exclusivas, como hace el Estatulo gallego), no deja de ser una alarmante operaci¨®n destinada a combatir al nacionalismo, a confundir a la opini¨®n p¨²blica gallega.
Son las compensaciones inservibles, que se demuestran con este car¨¢cter si uno las lee con referencia a una ley de rango superior como la Constituci¨®n, si tiene en cuenta la superioridad de todas las leyes org¨¢nicas del Estado, si sabe que legalmente la soberan¨ªa reside en el pueblo espa?ol (evidentemente, en la pr¨¢ctica tampoco reside en ¨¦l), que s¨®lo existe legalmente la naci¨®n espa?ola; si descubre que hay obsesi¨®n por ?la patria com¨²n indivisible de todos los espa?oles? (Obsesi¨®n que no se demuestra nada efectiva para defender la soberan¨ªa del Estado espa?ol frente al campo imperialista: EE UU o Europa Occidental), si constata que todos tenemos el derecho a usar el espa?ol, el deber de conocerlo y que es el ¨²nico idioma realmente oficial del Estado; en fin, si llegamos a comprender que no hay m¨¢s competencias auton¨®micas que aquellas que significan una aplicaci¨®n o desarrollo de la legislaci¨®n del Estado, de las decisiones del Gobierno o del Parlamento espa?ol, todas estas cosas se saben leyendo correctamente los textos y contrastando con la realidad pr¨¢ctica diaria.
Nosotros no jugamos en el campo de la reacci¨®n ni estamos dispuestos a fortalecer sus objetivos por m¨¢s chantaje que se nos haga o m¨¢s amenazas golpistas con que se nos intente amedrentar. Sabemos que la alternativa auton¨®mica, a la altura de 1980, no es la c¨¢ndida, ingenua y bienintencionada, aunque tampoco fuese soluci¨®n, autonom¨ªa del a?o 1936. Ni el Estado espa?ol es el mismo, ni la Europa Occidental es la misma, ni la postura de las fuerzas espa?olas de derechas e izquierdas es la misma respecto de dicha alternativa, ni, por supuesto, hoy es la misma la necesidad material, econ¨®mica y pol¨ªtica de naciones como Galicia, Pa¨ªses Catalanes, Euskadi y Canarias respecto de aquella ¨¦poca.
La opini¨®n popular en Galicia participa masivamente de una tesis que es totalmente correcta: la connivencia y convivencia de la Administraci¨®n central con una Administraci¨®n auton¨®mica en nuestro pa¨ªs s¨®lo servir¨¢ para aumentar el n¨²mero de enchufes, gastos superfluos, poderes paralelos confusionistas. Hablando en t¨¦rminos m¨¢s pol¨ªticos, sabemos que el Estado espa?ol necesita formalizar los compromisos de ciertos sectores de nuestra sociedad con sus objetivos, d¨¢ndoles un protagonismo pol¨ªtico como intermediarios, de manera que aparezca como un problema entre gallegos lo que no es m¨¢s que una consecuencia de los servicios a unos intereses y disposiciones ajenos a nuestro pa¨ªs.
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