Reflexiones de un decadente
A excepci¨®n de dos o tres viejos, toda la literatura actual se me figura que no es literatura, sino algo as¨ª como una industria artesana sin otro fin que el de que la estimulen, pero sin que nadie muestre gran afici¨®n hacia los art¨ªculos que produce. Las mejores obras artesanas no pueden ser calificadas de excelentes y jam¨¢s las podemos alabar sinceramente sin ponerles alg¨²n pero. Lo mismo hay que decir de las novedades literarias que yo he le¨ªdo en los ¨²ltimos diez o quince a?os: no hay una extraordinaria y que carezca de peros. Denotan inteligencia, nobleza de esp¨ªritu, pero est¨¢n escritas sin talento bien denotan talento y nobleza espiritual, pero no inteligencia; o, por ¨²ltimo, encontramos talento e inteligencia, pero no nobleza de esp¨ªritu.Todos, conocemos la astucia de algunos colegas columnistas cuando se acerca como sombra de guillotina u horca la hora implacable en que se debe entregar el engendro: se toma un libro como terna y se declara imprescindible, para mejor comprensi¨®n del lector, una cita pr¨®xima a la media mitad de la columna.
Tal vez en mi juventud, en los momentos de ansiedad, casi angustia y rabia, cuando no hay tema ni gana, haya incurrido en la vieja treta. Pero no he abusado de ella. De modo que digo sin rubor que todo el primer p¨¢rrafo, aunque haya olvidado entrecomillarlo, pertenece a un querido amigo llamado Ant¨®n Chejov.
Claro que el nombre es sospechoso, pero nada tuvo que ver con la toma del Palacio de Invierno ni con la matanza de la familia imperial. Puede asegurarse, porque muri¨® en 1904, Escribi¨® cuentos y obras de teatro. En general, ¨¦stas han fracasado porque Chejov no ofrec¨ªa al p¨²blico ni actores, eso que se llaman situaciones dram¨¢ticas, gritos, llantos, silencios estremecedores, mutis cargados de posibles venganzas. Mucho menos, eso que denominan hasta mi aburrimiento o burla ?situaciones l¨ªmites?.
Sus obras ten¨ªan el tierno susurrar de la vida cotidiana y ordinaria, la inutilidad melanc¨®lica de los recuerdos. Tal vez, como sucede diez veces por una en el teatro, se goce m¨¢s de ellas ley¨¦ndolas que vi¨¦ndolas y escuch¨¢ndolas. Y no estoy solo; conozco mucha gente que piensa lo misimo, pero no lo dice porque hay que estar al d¨ªa. O a la noche. Lo cierto es que los teatros de Madrid se llenan, ofrezcan obras dignas o suciedades donde la groser¨ªa intenta sustituir al ingenio.
Ya escrib¨ª ingenio, ya tuvo tiempo el lector de digerir a Chejov y soportarme a m¨ª. Aqu¨ª viene el desaf¨ªo.
Consiste en fabricarse lo que llarno un calendario secular. O supuesto, que es lo que estoy haciendo. Un calendario que comience en el horroroso principio o fin del milenio y termine hoy, 1980.
Luego se traza una l¨ªnea gruesa o imaginaria que atraviese 1950, mitad del siglo. Esta l¨ªnea, ateni¨¦ndose al juego, deber¨ªa ser recta; pero quedan permitidas todas las sinuosidades que el trazador considere convenientes. La compasiva tolerancia viene bien en este caso. Este juego tiene alg¨²n parecido con esas m¨¢quinas (las bautizan con nombres diversos) que permiten al solitario jugar al ajedrez en intimidad. El objeto de la l¨ªnea propuesta carecer¨¢ de buen ¨¦xito, estoy seguro. Pero a veces tientan las ganas de proclamar reyes desnudos y hacer modestos desaf¨ªos.
Invito al lector a atravesar la l¨ªnea y examinar, en el tiempo, qu¨¦ produjo el hombre artista o cient¨ªfico en la primera mitad del siglo. Literatura, m¨²sica, artes pl¨¢sticas, teatro. Por total ignorancia eludo las ciencias; sin olvidar la medicina que cada semana sabe c¨®mo curar el c¨¢ncer; los m¨¦todos var¨ªan y son un¨¢nimes en fallar.
Ruego una simple comparaci¨®n: qu¨¦ hicimos, hizo la humanidad antes de la l¨ªnea cincuenta; qu¨¦ hizo luego, hasta hoy en que estoy escribiendo. Para m¨ª el resultado de la comparaci¨®n es si no tr¨¢gica, pesimista y entristecedora. Mirando objetivamente el panorama, su resultado puede concretarse, eludida la piedad y los compromisos, en soportar melanc¨®licamente lo que tengo por verdad; a varias grandezas sucedieron grandes camelos.
Y todo indica que la decrepitud continuar¨¢ y con ritmo creciente. Fuimos y comenzamos a no ser. Que los lectores busquen nombres y los coloquen, a un lado y al otro; luego reflexionen si creen que el problema -que es mundial- vale la pena. Porque a estas alturas y ante la imparable rebeli¨®n de las masas, incapaces de respetar, deseosas de imponer la torpeza de sus gustos, no habr¨¢, muy pronto, vallas que permitan ubicarse, aunque sea individual y temporalmente, detr¨¢s de la l¨ªnea del cincuenta. Y esto tiene su justicia, ya que un hombre: un voto, act¨²a en el terreno de las artes.
Y para finalizar, debo explicar, que la l¨ªnea divisoria ha sido trazada sinuosa a prop¨®sito y con generosidad: los meandros permiten que alguien, algunos, se ubiquen en el hermoso pasado y reclamen ?aqu¨ª estoy yo?.
Meditando record¨¦ un medio centenar de nombres que refuerzan lo escrito, y al pensar en ellos parece que este art¨ªculo es perogrullesco. No obstante, publico algunos peones y otros reforzados por tercero y desaf¨ªo a que los disconformes realicen alg¨²n movimiento que pueda poner en peligro a mi rey, que, naturalmente, soy yo mismo en esta ocasi¨®n. Ah¨ª van:
Stravinski, Falla, Ravel, Schonberg / Nijinski, Pavlova, Isadora Duncan / Segovia, Casals, Dinu Lipati / Armstrong, Bessie Smith / Chaplin, Barrymore, Lawrence Olivier / Sara Bernhardt, Eleonora Dusse / Eisenstein, Bu?uel / Bernard Shaw, Pirandello, O'Neill / Salk, Fleming, Freud, Einstein, Max Plank / Churchill, Gandhi / Le Corbusier, Gaud¨ª / Cezane, Picasso / Cesare Pavese, Faulkner, Joyce, Proust, P¨ªo Baroja, Valle Incl¨¢n, Virginia Woolf / Gabriela Mistral, Neruda, Antonio Machado, Vallejo.
La decadencia es hoy universal. Existen, creo, decenas de teor¨ªas que intentan explicar el triste e incontestable fen¨®meno. Yo, humildemente, creo que la causa reside en la falta de fe. No necesariamente religiosa. Nos falta fe en instituciones, en l¨ªderes, en Gobiernos y doctrinas. Tampoco creemos en la bondad cong¨¦nita del hombre ni en su hipot¨¦tico estropicio as time goes by. Claro que pienso en Espa?a; en otras partes se acostumbra devolver la fe a trav¨¦s del martirio.
Afirmo, basado en lo que puede leerse cada ma?ana al desplegar el peri¨®dico, que la caridad ya suena como iron¨ªa.
S¨®lo nos queda la esperanza; en un milagro, en una coincidente voluntad de comprensi¨®n y amor. Aunque surjan del miedo.
Alguien escribi¨® o dijo que cada nube negra tiene un borde de plata. El autor la habr¨¢ visto; yo sigo mirando a trav¨¦s de los cristales de mi ventana, aguardando ese ansiado dise?o de felicidad.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.