Felicitaci¨®n navide?a a Jos¨¦ Bergam¨ªn
Querido don Jos¨¦, permita a este su amigo y seguro servidor que p¨²blicamente le felicite. P¨²blicamente, es decir, al o¨ªdo, entre el estruendo del ¨¢gora, pese al cacof¨®nico bramido agorero que no deja o¨ªr ?la m¨²sica callada? ni la ?soledad sonora?, en cuya zozobra (?El silencio que me espanta,/como a Pascal, es o¨ªr/un silencio que no canta ... ?) usted se conserva, se renueva. No son las Pascuas lo que vengo a felicitarle, aunque ciertamente tambi¨¦n se las deseo muy felices, sino que m¨¢s bien me congratulo por la pascua que no le han hecho. Que aunque aqu¨ª todos tememos que nos hagan la pascua (sobre todo que nos hagan la pascua militar), m¨¢s teme uno en ocasiones que se la hagan a aquellas pocas personas de cuya estima y admiraci¨®n nuestra alma se alimenta. En una palabra, amigo m¨ªo, quiero felicitarle porque tampoco este a?o, como ninguno de los anteriores, se ha manejado su nombre como candidato al Premio Miguel de Cervantes. No quiero decir, por supuesto, que tal premio tenga nada de malo en si, pues toda condecoraci¨®n es bonito adorno y los escritores merecen la ayuda econ¨®mica bastante m¨¢s que los fabricantes de misiles o que los arquitectos de c¨¢rceles. Ni tampoco nada podr¨ªa objetar, ni siquiera a t¨ªtulo modestamente subjetivo, al espl¨¦ndido novelista que lo ha ganado este, a?o ni a los no menos ilustres galardonados en pasadas ediciones. Pero, pese a todo, creo que en su caso, Bergam¨ªn, hay algo inapreciable que se hubiera visto vulnerado por el simple hecho de que se hablase de usted como candidato al Cervantes. Sinceramente, le hubieran hecho la pascua: si me lo permite, voy a explicarme.Usted, Bergam¨ªn, es, pero no est¨¢. Hay que contar con su presencia, insoslayable como un desaf¨ªo, en lo que de creador tiene la vida intelectual de este pa¨ªs, pero sigue siendo inasimilable para lo que tal vida tiene de oficial y a¨²n m¨¢s de oficioso. A usted se le ve por todas partes, como la presencia del duende ausente que todos los cuerpos presentes y dem¨¢s cad¨¢veres dudosamente exquisitos no logran borrar. ?Como si fueras de aire/te escondes sin esconderte,/te escapas sin escaparte...?. Lo suyo, Bergam¨ªn, sigue siendo incalificable, inclasificable: se resiste a la monumentalizaci¨®n como un juego de manos, protesta contra la inmortalidad que eterniza desde la fluyente viveza de la muerte vivida, trago a trago bebida. No hay forma de imaginarle a usted en la peana consagrada, mostrando a la adoraci¨®n aplicada de los fieles en la custodia, custodiado; no hay forma de imaginarle acad¨¦mico de la Real, o de chaqu¨¦ en una recepci¨®n en la Zarzuela, o condecorado por mano regia... Pero, como usted ya sabe, don Jos¨¦, el escalaf¨®n de las letras espa?olas es gerontocr¨¢tico: si uno aguanta lo suficiente, todo el mundo termina aguant¨¢ndole a uno. Cumplidos los ochenta, ya es un cl¨¢sico cualquiera, incluso aquel que menos hubi¨¦ramos imaginado, encuadernado en piel de becerro y con lomo estampado en seco y oro. Hab¨ªa, pues, el peligro de que, ya que no por su vigor po¨¦tico iconoclasta, por su prosa fulgurante, por su voz cierta fuente perdurable de gran burlador obligado por Espa?a al papel de convidado de piedra, al menos por longevo se oyera al fin su nombre entre los llamados al m¨¢ximo galard¨®n oficial de las letras castellanas. Pero, no; sigue usted teniendo suerte. Sus a?os no enga?an a nadie: usted no es ese viejo venerable al que ya se puede impunemente honrar, sino un viejo verde que todav¨ªa inqipieta. De usted se sigue hablando con la mezcla de admiraci¨®n y recelo con que se comentan las piruetas de los j¨®venes valores, cuya calidad, todav¨ªa no plenamente puntuable, produce desaz¨®n entre los archiveros literarios. No habr¨¢, pues, Cervantes para usted, ni ahora ni luego, pues nadie se fla de la supuesta respetabilidad octogenaria que debiera haberle ya momificado. Usted lo dijo en una copla: ?Hombre, no te desesperes,/que alg¨²n d¨ªa llegar¨¢/en que seas el que eres?. Pero usted, Bergam¨ªn, ya lo es desde hace mucho, y eso debe azorar atos que cificializan famas y sellan glorias. Felicidades, pues.
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