Yo fui v¨ªctima en China de la "banda de los cuatro"
Soy un sencillo intelectual, nacido en China, profesor de espa?ol desde hace m¨¢s de quince a?os en China. En agosto del a?o pasado llegu¨¦ a Espa?a para perfeccionar el idioma espa?ol.Antes de venir a Espa?a yo era profesor de espa?ol en la Universidad de Fud¨¢n, en Shanghai. Tengo el t¨ªtulo de profesor auxiliar del idioma espa?ol en China.
Como todos los intelectuales honrados chinos, yo trabajaba con gran entusiasmo en beneficio de mi patria. Igualmente, como todos los chinos sinceros, yo amo a mi patria. Yo sufr¨ª mucho en carne propia durante la ¨¦poca de la ?banda de los cuatro ?.
Me gradu¨¦, en 1965, en el Instituto de Lenguas Extranjeras de Pek¨ªn, donde estudi¨¦ durante cinco a?os el bachillerato espa?ol. En el mes de agosto de ese mismo a?o me mandaron como profesor a la Universidad de Ciencias y Tecnolog¨ªa de Shanghai. Por aquel entonces yo era un muchacho de veintitr¨¦s a?os, lleno de entusiasmo, entregado totalmente a mi labor de ense?anza a mis alumnos, sin tiempo para el descanso. Era una entrega total. Yo ten¨ªa verdadera vocaci¨®n para la ense?anza, cre¨ªa que era la cosa mejor del mundo, algo que rayaba en lo divino. Pero, desgraciadamente, al a?o siguiente, en el verano de 1966, estallaba la revoluci¨®n cultural, conocida con el nombre de ?la gran revoluci¨®n cultural proletaria?. Las calles se llenaron de dazibaos (peri¨®dicos murales) enormes), aparecieron dazibaos en las calles, escuelas, f¨¢bricas, era un verdadero mar de dazibaos y a la vez una lluvia de consignas: ?preocuparse por los asuntos del Estado?, ?llevar hasta el final la gran revoluci¨®n cultural proletaria?, ?seguir muy de cerca el plan estrat¨¦gico del presidente Mao?, etc¨¦tera. Los estudiantes, en vez de estudiar, sal¨ªan a las calles a hacer revoluci¨®n. Todo el trabajo, la actividad normal de la naci¨®n, qued¨® paralizado.
Con la revoluci¨®n ascendieron al poder ?los cuatro?; eso lo saben todos los chinos. Inmediatamente, la ?banda de los cuatro ? lanz¨® una terrible represalia contra la mayor¨ªa de los cuadros, funcionarios de alta categor¨ªa del Gobierno y del partido comunista, con el fin de usurpar el supremo poder. Y al mismo tiempo organiz¨® una lucha despiadada, implacable, cruel, contra los intelectuales.
Bajo el distintivo de ?enemigos de clase, terratenientes, campesinos ricos, contrarrevolucionarios, elementos nocivos, elementos de clases ajenas, revisionistas, etc¨¦tera ?, muchos hombres comunistas o no comunistas, intelectuales, hombres honrados, fueron, sucesivamente, uno tras de otro, encarcelados, encerrados en oscuras celdas, sometidos a espantosos interrogatorios, a crueles torturas. Muchos, muchos de ellos, no aguantaron y murieron, sin ser culpables de nada.
La camarilla antipartido de Wang Jung-wen, Chan Chunchiao, Chiang Ching y Yao Wen-yuan, con sus ?bellas y buenas? palabras ?ultrarrevolucionarias?, comet¨ªa toda clase de delitos, de infamias. Wang Jung-wen, Chang Chun-chiao y Yao Wen-yuan ten¨ªan su centro de operaciones en Shanghai y se apandillaron, con tenebrosos fines, con gente de ¨ªnfima categor¨ªa, lumpens-proletarios, la escoria de la sociedad, y de ah¨ª resurg¨ªan algunosjefes del ?equipo de propaganda del pensamiento de Mao Zedong?, que no eran sino secuaces jurados de ?la banda de los cuatro?. Por ejemplo, eljefe del equipo de propaganda de? pensamiento de Mao Zedong que dirig¨ªa el movimiento de lucha-cr¨ªtica-transformaci¨®n en la Universidad de Fud¨¢n, en Shanghai, era uno de los secuaces de ?la banda de los cuatro?. Este ?jefe? era un ser perverso, un canalla, cometi¨® toda clase de cr¨ªmenes y tropel¨ªas en el movimiento de ?depuraci¨®n de las filas de clase ? en la Universidad de Fud¨¢n. Viol¨® a una estudiante en una celda.
La mayor¨ªa de los dirigentes, de los decanos de las facultades, de los profesores y empleados que trabajaban en la universidad fueron v¨ªctimas durante el movimiento. No pocos murieron, alg'unos no aguantaron las vejaciones, los malos tratos y se suicidaron. Muchos profesores fueron encarcelados y encerrados en oscuras celdas por mucho tiempo. Los profesores fueron criticados y expuestos a la verg¨¹enza p¨²blica en el dazibao, blanco de ?cr¨ªtica masiva revolucionaria?.
En el mes de agosto de 1965 yo era profesor de espa?ol en la Universidad de Ciencias y Tecnolog¨ªa, en Shanghai; all¨ª estuve casi siete a?os, hasta el mes de abril del a?o 1972, que fui trasladado a la Universidad de Fud¨¢n, en Shanghai, donde permanec¨ª hasta mi salida hacia Espa?a.
En el departamento de lenguas extranjeras de la universidad donde yo trabaj¨¦, como he dicho, durante siete a?os, ¨¦ramos unos cincuenta profesores, cuadros (as¨ª se llama a los dirigentes funcionarios del departamento) y empleados. M¨¢s de la mitad de eIlos fueron castigados, sometidos a celdas de castigo, sometidos a interrogatorios, torturas. Sus casas y bienes fueron confiscados. De los cincuenta profesores, dos. de ellos, uno de sesenta a?os y una mujer de veinticuatro, no aguantaron los castigos y se suicidaron. De las cincuenta personas, m¨¢s de la mitad fueron recluidas en oscuras celdas, por meses o por a?os. Dos profesores j¨®venes, uno de alem¨¢n y otro de espa?ol, fueron rretidos en la c¨¢rcel y condenados a prisi¨®n de tres a?os y de cinco afios, respectivamente, por el delito de criticar a Chiang-ching.
Mi turno
Yo tambi¨¦n fui v¨ªctima de ?la banda de los cuatro ?, una de las much¨ªsimas v¨ªctimas de los intelectuales honrados. Simplemente porque me atrev¨ª a expresar mi opini¨®n diciendo que no deb¨ªan sospechar de todos, que no deb¨ªan inculpar masivamente a tanto inocente. Pues bien: esto me vali¨® para dar con mis huesos, m¨¢s de medio a?o, en una celda oscura, y sometido continuamente a interrogatorios agotadores. Simplemente yo era un hombre joven, apol¨ªtico, yo no sab¨ªa nada de pol¨ªtica; a m¨ª s¨®lo me preocupaba mi especialidad: el idioma espa?ol. Bajo eI distintivo de ?hombre de ideas de desviaci¨®n derechista? y ?un nurvo tipo de elemento revisionista ?, fui una y otra vez duramente criticado durante el movimiento de ?depuraci¨®n de las filas de clase?. Yo era un muchacho de veinticinco a?os, sincero, y que desde muy pequef¨ªo hab¨ªa estudiado en las escuelas dirigidas por el partido comunista, recibiendo una educaci¨®n comunista. Me obligaron, ya entonces, a ?convertirme en un elemento revisionista, un derechista?. Sufr¨ª toda clase de humillaciones, insultos, maltratos inhumanos.
Durante los diez largos a?os de la revoluci¨®n cultura proletaria sufrimos un movimienlo tras otro y aguantamos una propaganda agobiante: ?cr¨ªtica masiva?, ?lucha cr¨ªtica-transformaci¨®n en los centros docentes?, ?el morimiento de depuraci¨®n de las fila; de clase?, ?denunciar y poner al descubierto a los monstruos?, ?gran alianza revolucionaria?, ?tomar el camino del 7 de mayo?, ?participar en el trabajo manual a plazo fijo?, ?los intelectuales tienen que recibir la reeducaci¨®n de parte de los obreros y campesinos?, etc¨¦tera, era un verdadero lavado de cerebro a base de consignas el d¨ªa entero.
Una an¨¦cdota significativa
As¨ª es que durante los diez a?os del proceso de la revoluci¨®n cultural he permanecido m¨¢s de medio a?o encerrado en una celda oscura, y despu¨¦s he realizado trabajos forzosos como ?elemento nocivo? cerca de un a?o. Durante diez a?os he trabajado en la Escuela de Cuadros del 7 de Mayo, que no es ni m¨¢s ni menos que una forma disfrazada de correcci¨®n por medio de trabajos forzados en el campo. La vida que yo llevaba era muy dura, ,no nos permit¨ªan leer libros de especialidad, s¨®lo libros del presidente Mao, obras de Marx o de Lenin. Recuerdo con toda claridad que durante el a?o 1971, cuando yo trabajaba en una Escuela del 7 de Mayo, en una regi¨®n monta?osa de la provincia de Anhui, me ocurri¨® algo que no olvidar¨¦. La disciplina era muy estricta y yo ten¨ªa todas las obras del presidente Mao, as¨ª como las. de Marx y Lenin; estas obras formaban parte de nuestra reeducaci¨®n para integrarnos como elementos positivos a la revoluci¨®n. Y como a m¨ª me gustaba mucho el espa?ol, adem¨¢s de dichas obras pol¨ªticas, yo ten¨ªa un diccionario espa?ol-chino. Quer¨ªa leer alg¨²n libro espa?ol para relajarme despu¨¦s del duro trabajo y no olvidar el vocabulario. Un d¨ªa despu¨¦s de una tremenda jornada de trabajo quise descansar echando una ojeada al diccionario que tantas veces hab¨ªa usado yo siendo estudiante y luego profesor; me acompa?aba a todas partes. Y fui descubierto, me delat¨® un hombre reeducado. ?Vaya delito! Era culpa grave leer el diccionario espa?olchino, en vez de estudiar las obras del presidente Mao. Fui blanco de la cr¨ªtica masiva, dec¨ªan que yo no quer¨ªa ser reeducado ni corregido de mis ideas err¨®neas en la Escuela 7 de Mayo. Era un crimen leer otro libro que no fueran los pol¨ªticos; estaba prohibido leer a los cl¨¢sicos. Durante diez a?os no pude leer ninguna obra de Shakespeare, de Le¨®n Toistoi, de Goethe y otros tantos. La mayor¨ªa de los libros de autores cl¨¢sicos fueron quemados por los guardias rojos.
Muchos profesores sufrieron toda clase de vejaciones y humillaciones. Los insultos y el trato inhumano que recib¨ªan los profesores condenados por parte de la guardia roja era espantoso. Eran ?acciones revolucionarias ?, seg¨²n ellos. Yo era tambi¨¦n una de las v¨ªctimas.
Con anterioridad a este per¨ªodo, en el oto?o de 1966, en la Universidad de Ciencias y Tecnolog¨ªa de Shanghai, yo y muchos profesores ¨¦ramos sometidos a mal trato y humillaciones, camin¨¢bamos lentamente bajo la amenaza de los terribles guardias rojos, atados, y en la cabeza nos pon¨ªan un billete de papel; otros llevaban colgados del cuello un r¨®tulo de papel, de madera o de metal, donde escrib¨ªan en caracteres chinos ?Monstruos?, ?Elemento contrarrevolucionano?, ?Despojo humano?, etc¨¦tera.
Es muy dif¨ªcil para mi detallar estos sucesos. Algunos compa?eros m¨ªos pasaban horas enteras arrodillados bajo el sol, llegaban a quemarse. Los guardias rojos pod¨ªan golpear a su antojo con el l¨¢tigo o con una rama de sauce a cualquier ?monstruo o elemento contrarrevolucionar¨ªo?.
Las escuelas, los centros de estudio, los centros de investigaci¨®n quedaron totalmente paralizados, no se pod¨ªa estudiar, no se pod¨ªa trabajar, no se pod¨ªa experimentar. Las mesas estaban destruidas, muchos libros quemados o desaparecidos, los vidrios rotos, y por todas partes, los dazibaos. Todo era ?iniciativa revolucionaria? hecha por ?rebeldes revolucionarios ?. Era necesario organizar a las ?masas revolucionarias ?, todo era en nombre de la revoluci¨®n, y en su nombre hab¨ªa que cambiar todos los usos y costumbres anteriores que estaban atrasados. Se romp¨ªa, en nombre de la revoluci¨®n, todo lo establecido, todo orden, toda armon¨ªa, toda f¨®rmula vieja, toda vieja pr¨¢ctica que para la revoluci¨®n estaban estereotipadas, estaban trasnochadas. Quer¨ªan limpiar el fango dejado por la vieja sociedad. Se creaban toda clase de opiniones p¨²blicas revolucionarias. Tomaban las plumas para empu?arlas como armas y llevaban a cabo acciones revolucionarias. S¨®lo hab¨ªa un color: el rojo. S¨®lo una palabra: revoluci¨®n. S¨®lo unos libros: los de Mao Zedong.
La ?banda de los cuatro? estaba satisfecha de este gran desorden, pues cre¨ªa que bajo su lema de marxismo pod¨ªa derribar a un gran n¨²mero de altos funcionarios del partido comunista, del Gobierno y as¨ª podr¨ªa usurpar la direcci¨®n suprema. ?No hay mal que cien a?os dure?, dice un sabio proverbio espa?ol. En China, la ?banda de los cuatro? no pod¨ªa lograr sus t¨®rcidas intenciones. No pod¨ªa sino perder la simpat¨ªa de la gente. S¨®lo le quedaba un pu?ado de secuaces y as¨ª acab¨® en la ruina y en la ignominia. Esta es la voluntad de novecientos millones de chinos.
Para mi, como chino, ha sido una cruel experiencia de diez a?os; he perdido diez a?os de mi vida. Durante diez a?os muchos chinos, obreros, empleados, campesinos, intelectuales, as¨ª como funcionarios del Gobiemo, no hemos podido trabajar ni vivir con tranquilidad. Hemos sufrido tanto que yo no puedo expresarlo con palabras, y mucho menos en espa?ol. Todo era sangre y l¨¢grimas. Los profesores, los intelectuales, hemos perdido diez a?os de tiempo. La naci¨®n china ha sufrido mucho. ?Hemos perdido diez ai¨ªos! Es un gran desastre para nuestra querida naci¨®n china. ?Incalculables p¨¦rdidas materiales y espirituales! ?Un r¨ªo de sangre y l¨¢grimas!
La ?banda de los cuatro?, yo lo aseguro, cometi¨® cr¨ªmenes tremendamente graves y ocasion¨® grandes estragos, incre¨ªbles colapsos a China y a los chinos.
Han pasado cuatro a?os. La historia est¨¢ escrita con el ardor, el dolor y la sangre del pueblo chino. ?Ya es hora de castigarlos! Creo que solamente as¨ª acabar¨¢ esta plaga que azot¨® durante tanto tiempo a China y ser¨ªa un justo desagravio para el pueblo chino.
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