La industria norteamericana del autom¨®vil exige m¨¢s productividad y menos control p¨²blico
Mejorar la productividad, gracias a unas buenas relaciones con los sindicatos, y disminuir la presi¨®n de las normas gubernamentales sobre el sector del autom¨®vil, fueron definidos como puntos clave por Roger Smith, presidente de la sociedad General Motors, segunda multinacional norteamericana en volumen de ventas, despu¨¦s de la del petr¨®leo Exxon, y primera en el sector de fabricantes de autom¨®viles.
Para Norteam¨¦rica, tanto en pol¨ªtica exterior como en econom¨ªa, ya no parece v¨¢lida la m¨¢xima de los presidentes de los a?os treinta, seg¨²n la cual, ?lo que es bueno para la General Motors es bueno para Am¨¦rica?. Hoy, General Motors suma perdidas por vez primera en 59 a?os. Hoy, la pol¨ªtica exterior busca nuevas filosof¨ªas, capaces de mantener el liderazgo estadounidense en declive.Smith, en alocuci¨®n ante la Prensa en el National Press Building (Centro Nacional de Prensa), en Washington, record¨® que ?uno de cada seis americanos? vive directa o indirectamente del autom¨®vil.
Ferviente defensor de tesis optimistas cara al sombr¨ªo futuro del sector automovil¨ªstico norteamericano, el presidente de General Motors hizo un c¨¢ntico de gloria a sus competidores japoneses. Con disciplina, alto ¨ªndice de productividad y excelentes relaciones entre la industria y el Gobierno, los nipones arrasan en los mercados internacionales, no s¨®lo en autom¨®viles, sino tambi¨¦n en televisiones, c¨¢maras, equipos ¨®pticos o productos sider¨²rgicos.
?Desde 1973, General Motors ha revisado completamente toda su pol¨ªtica de producci¨®n?, dijo Smith. La aparici¨®n de nuevos modelos, m¨¢s adaptados a una sociedad en plena crisis de energ¨ªa, deber¨ªa culminar con la superaci¨®n del bache de ventas para la primera multinacional del sector del autom¨®vil estadounidense. En su programa de inversiones mundial, General Motors destinar¨¢ unos 40.000 millones de d¨®lares de aqu¨ª a 1984.
Pero a los esfuerzos financieros y tecnol¨®gicos de General Motors, Roger Smith insisti¨® en la necesidad de mejorar, ante todo, el factor productividad. Cap¨ªtulo en el que la ?disciplina? sindical juega un factor decisivo.
Derogaci¨®n de normas anticontaminantes
Cara a la nueva Administraci¨®n republicana del presidente Ronald Reagan, el presidente de General Motors se declar¨® partidario de ?mayor flexibilidad? por parte de la reglamentaci¨®n federal sobre los fabricantes de autom¨®viles. En EE UU las normas anticontaminaci¨®n son m¨¢s r¨ªgidas para los autom¨®viles que en el resto del mundo. Equipar los modelos con aparatos. anticontaminaci¨®n cost¨® a General Motors unos 2.000 millones de d¨®lares en 1980, ?mientras que otros modelos importados carec¨ªan de normas tan estrictas?, seg¨²n Smith.En la proyecci¨®n general del equipo econ¨®mico de Reagan, destinado a reactivar la econom¨ªa norteamericana, figura la derogaci¨®n o anulaci¨®n de toda una serie de normas federales que, en pro de un mejor medio ambiente, supon¨ªan cargas importantes en la financiaci¨®n de las empresas. La presidencia de Jimmy Carter se caracteriz¨® por reforzar dichas leyes federales, nunca bien vistas por la industria, que ahora pueden quedar reducidas.
Roger Smith tambi¨¦n se declar¨® partidario de la r¨¢pida aplicaci¨®n del programa de reducci¨®n del 30% de impuestos directos, en el plazo de tres anos, como pol¨ªtica destinada a estimular el ahorro y la inversi¨®n y la creaci¨®n de nuevos puestos de trabajo. Programa que tiene sus detractores, incluso dentro del equipo econ¨®mico del presidente Reagan, por los peligros que comporta de est¨ªmulo a la inflaci¨®n.
Partidario de acuerdos a largo plazo para el control de las importaciones de autom¨®viles en EE UU, Roger Smith dijo que no hab¨ªa tratado el asunto con el presidente Ronald Reagan, ?pero estoy dispuesto a hacerlo?. Smith no se pronunci¨® sobre el delicado futuro que hipoteca la supervivencia de su competidor Chrysler, firma que acumul¨® en 1980 las p¨¦rdidas m¨¢s importantes de la historia para una sociedad norteamericana. Lee lacocca, presidente de Chrysler, intenta negociar actualmente en Detroit una congelaci¨®n salarial para los pr¨®ximos veinte meses, y, en Washington, el aval para un cr¨¦dito bancario de cuatrocientos millones de d¨®lares (en 1979 obtuvo un aval federal para 1.500 millones), puntos ambos considerados como fundamentales para la continuidad de Chrysler.
Al marasmo del sector del autom¨®vil norteamericano, que cerr¨® el balance de 1980 con p¨¦rdidas para las tres grandes compa?¨ªas General Motors, Ford y Chrysler, junto con la producci¨®n m¨¢s baja de los ¨²ltimos veinte a?os, contribuyen la crisis del petr¨®leo y el precio del cr¨¦dito (m¨¢s del 20% actualmente en el cr¨¦dito interbancario), que desaniman al comprador, tanto para modelos nacionales como importados.
Sin embargo, a pesar de la baja coyuntura, el mercado del autom¨®vil norteamericano atrae a los fabricantes extranjeros que invierten en EE UU, muchas veces con la estrategia de salvar las barreras proteccionistas cuando caigan.
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