"Salom¨¦", un drama de alucinaci¨®n y rito
Televisi¨®n Espa?ola emitir¨¢ hoy en su espacio dram¨¢tico Estudio 1, subtitulado El teatro en el mundo, la producci¨®n esc¨¦nica inglesa de una de las piezas m¨¢s c¨¦lebres de Oscar Wilde, Salom¨¦.
Wilde, en pleno ¨¦xito de poses, gestos, talento y maneras, hizo un viaje a Par¨ªs en 1891 (era ya el autor de El retrato de Dorian Gray y el esc¨¢ndalo le acompa?aba con su prestigio). En ese viaje, en el que fue agasajado por toda la nueva literatura francesa, Oscar concibi¨® el proyecto de escribir un drama en franc¨¦s sobre el tema cl¨¢sicamente simbolista y decadente de Salom¨¦. Y lo hizo muy poco despu¨¦s, como homenaje a esa cultura francesa que amaba, y porque era el franc¨¦s entonces una lengua de prestigio literario. Pierre Louys, en esos momentos admirador y amigo suyo, revis¨® ling¨¹¨ªsticamente el original.
Salom¨¦ es uno de los mejores textos de Wilde y, sin duda, el m¨¢s decadente. Sus personajes son s¨ªmbolos de pasi¨®n y morbosidad, y el conjunto, lleno de galas fin de siglo, es ambiguo, po¨¦tico y enormemente eficaz. Salom¨¦ est¨¢ presidida por la Luna. Y la Luna es una diosa que puede simbolizar -como la propia Salom¨¦ protagonista- las pasiones ocultas, la morbosidad dulce de lo prohibido, el lado femenino de toda realidad. Su color (simb¨®lico) es el verde, color del placer oculto y de la lujuria. Y de todo ello hay en el drama wildeano: la pasi¨®n como arrebato m¨¢ximo de la vida y pasi¨®n adem¨¢s transgresora. Pues Salom¨¦ querr¨¢ besar los labios de Yokana¨¢n precisamente porque no puede hacerlo. Hay adem¨¢s amores de definici¨®n dif¨ªcil -el del joven sirio-, alabanzas a la bellaza del cuerpo y a la seducci¨®n de las joyas, y se exalta, por tanto, el triunfo carnal y el artificio. Y todo ello en una prosa de cadencias b¨ªblicas, cargada de imanes y de presagios m¨®rbidos, cegadora y sensual.
Salom¨¦ es un drama de m¨¢scaras (los actores parecer¨ªan hablar sin mirarse, sin saberse) y, desde luego, de alucinaci¨®n y rito. Wilde logra con ella una alt¨ªsima cota literario-dram¨¢tica, al mismo tiempo que plasma su concepci¨®n de una belleza unida (por la transgresi¨®n) al morbo, al lujo y a la muerte. Ya que Salom¨¦ es asesinada por los soldados del tetrarca, tras haber besado la cortada cabeza del joven Yokana¨¢n.
Salom¨¦ iba a estrenarse en Londres en el oto?o de 1892, interpretada por Sarah Bernhardt -amiga personal de Wilde-, que se sinti¨® seducida por el personaje. Se iniciaron los ensayos, pero el siempre c¨¦lebre puritanismo brit¨¢nico, en la figura esta vez de lord Chamberlain, censor teatral de Inglaterra, cay¨® sobre Oscar. La representaci¨®n se prohibi¨® por el incre¨ªble motivo de que en la obra aparec¨ªan personajes b¨ªblicos tratados inmoralmente. Fue el primer aldabonazo de la moral puritana contra Wilde -que protest¨® in¨²tilmente-, y que no muchos a?os despu¨¦s estaba llamado a conocer juicios, prisi¨®n, escarnio, todos,sus rigores).
La edici¨®n francesa de Salom¨¦ se edit¨® en Par¨ªs en 1893, y un a?o despu¨¦s apareci¨® en Londres la traducci¨®n inglesa, obra de lord Alfred Douglas -el amante de Oscar-, y se supone que con la aquiescencia de ¨¦ste. La edici¨®n inglesa iba acompa?ada de las hoy celeb¨¦rrimas ilustraciones de Aubrey Beardfley, que, sin embargo, no gustaron a Wilde -satirizado en alguna de ellas- por creer que se apartaban, lo que no es del todo cierto, del esp¨ªritu de su obra.
Habr¨ªa que esperar hasta 1896 -Wilde estaba ya en prisi¨®n- para que se efectuase en el entonces tolerante pa¨ªs la preinier i-nundial de esta obra -de la que poco despu¨¦s Richard Strauss har¨ªa una ¨®pera- y que es una de las mejores piezas del teatro simbolista-decadente y una imagen magn¨ªfica del mundo peculiar de Oscar Wilde.
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