Eurocomunismo: problemas sin respuesta
El rasgo esencial de la estrategia denominada eurocomunismo es su tendencia a la transformaci¨®n por v¨ªa democr¨¢tica de los pa¨ªses desarrollados e industriales de Europa en direcci¨®n del socialismo y sin aceptar ning¨²n centro de poder internacional que marque las pautas de cada PC.Sin embargo, el eurocomunismo ha carecido en general -y muy especialmente en Espa?a- de una elaboraci¨®n te¨®rica, una actividad pr¨¢ctica y una voluntad decidida que le permitiera asumir hasta sus ¨²ltimas consecuencias las novedades y los cambios producidos en las sociedades capitalistas y, a la luz de ellos, poner en marcha un discurso eficaz con un proyecto de transformaci¨®n de la sociedad.
Al o¨ªr a algunos dirigentes comunistas caracterizar el eurocomunismo pienso, sin iron¨ªas, que no han pasado de un aprendizaje tard¨ªo de la democracia liberal, mientras que la superioridad de la soluci¨®n socialista debe expresarse en su capacidad para dar una respuesta org¨¢nica y concreta a todo un arco de exigencias que constituyen el resultado de la vida moderna y en su capacidad para responder all¨ª donde otras han fracasado o s¨®lo han logrado expresar una verdad parcial.
En este sentido, el eurocomunismo ha gastado muchas m¨¢s energ¨ªas por insertar a los PC en las ¨¢reas del Gobierno sin cambiar el viejo tipo de poder, que en dar respuesta al dato com¨²n m¨¢s ignorado de los procesos contempor¨¢neos: la demanda creciente de participaci¨®n de los trabajadores y de los ciudadanos en general. Y este hecho legitima tambi¨¦n la necesidad te¨®rica de poner fin al olvido del tema de la socializaci¨®n del poder, que en la cultura marxista debe volver a un lugar preferente. Es un tema que salta hoy al primer plano tanto en los pa¨ªses socialistas como capitalistas.
La teor¨ªa pol¨ªtica marxista debe redescubrir la importancia de una cr¨ªtica te¨®rica coherente y rigurosa del Estado representativo, y no para negar a ese Estado en provecho de un modelo de democracia sovi¨¦tica o democracia directa, sino para analizar a fondo su naturaleza contradictoria y para poner a prueba el valor revolucionario de la soberan¨ªa popular frente a la congelaci¨®n representativo-burocr¨¢tica del autoritarismo que est¨¢ generando un proceso de desgarramiento y degeneraci¨®n de la vida democr¨¢tica y asociativa en los pa¨ªses capitalistas.
La socializaci¨®n del poder se impone tambi¨¦n dentro de los partidos pol¨ªticos eurocomunistas que hasta ahora se han negado a abordar la cuesti¨®n del centralismo democr¨¢tico, que es la ley que sigue rigiendo el funcionamiento del partido y la libertad de sus militantes.
Es cierto que ning¨²n partido puede tirar la primera piedra en relaci¨®n con su democracia interna. Pero la tradici¨®n hist¨®rica y la estructura de los PC han sacralizado un aparato que, adem¨¢s de controlar todo el proceso de la vida interior, impregna con sus h¨¢bitos a todos sus militantes. Se crea as¨ª un sistema de filtro que funciona naturalmente, y cuando alguien escapa a ¨¦l es siempre objeto de la marginaci¨®n, cuando no de la insidia. Proclamar generosamente la ampliaci¨®n y la profundizaci¨®n de la democracia son precisamente lo contrario del encierro en la propia parroquia y del orgullo del partido.
La rigurosa jerarquizaci¨®n de las funciones en el seno de los PC en una reproducci¨®n compleja del sistema capitalista sugiere tambi¨¦n la idea de que han abandonado toda ilusi¨®n revolucionaria de cambio radical sustituy¨¦ndola por la ¨²nica preocupaci¨®n de insertarse en las esferas gubernamentales.
Nuevos movimientos
En el eurocomunismo existe tambi¨¦n un retraso imperdonable en cuanto a la asunci¨®n de los planteamientos de los nuevos movimientos sociales, que suponen un problema no de coyuntura, sino estructural (juveniles, feministas, trabajadores, intelectuales, ecologistas, movimientos urbanos), y que plantean una nueva pr¨¢ctica de la pol¨ªtica y una cr¨ªtica de la problem¨¢tica tradicional de la pol¨ªtica que se identificaba siempre con el Estado y los partidos. Adem¨¢s, como portadores de necesidades radicales y como potencial nuevo de la transformaci¨®n democr¨¢tica y revolucionaria, cambian el ideal del socialismo y el planteamiento marxista del sujeto hist¨®rico de la revoluci¨®n.
El excesivo eurocentrismo ha hecho errar tambi¨¦n el eurocomunismo en sus previsiones de que la v¨ªa democr¨¢tica y pac¨ªfica al socialismo quedaba m¨¢s expedita y con mayores garant¨ªas de ser innecesaria la utilizaci¨®n de resortes represivos por producirse en pa¨ªses con abundancia de productos y recursos infinitos, cuando la ¨²nica alternativa razonable que se avizora es una sociedad basada en energ¨ªas renovables y tecnolog¨ªas no destructivas dentro de un plan econ¨®mico de austeridad que inevitablemente choca con los intereses de grupos econ¨®micos que controlan el poder institucional.
El agotamiento de la opci¨®n eurocomunista en Espa?a ha animado a salir de su repliegue a los sectores m¨¢s dogm¨¢ticos o prosovi¨¦ticos de los PC, que es una fracci¨®n en potencial desarrollo, no por el peso te¨®rico de sus propios argumentos, sino por el razonamiento de ¨²ltima instancia en el que se apoya, y que no es otro que el poder¨ªo econ¨®mico y militar de la URSS 31 el campo socialista.
Evidentemente, este comunismo prosovi¨¦tico, no aporta nada nuevo a los problemas; de nuestra realidad pol¨ªtica, y se Iba limitado a repetir lugares comunes, y a justificar acriticamente sus intereses estatales.
Los que ahora se ven tentados por sumarse a las filas, de esta corriente deber¨ªan recordar la existencia del Gulag y de! una sociedad militarizada con una pol¨ªtica econ¨®mica productivista y burocr¨¢ticamente centralizada, con formas abiertamente: represivas de poder que han generado en un creciente n¨²mero de trabajadores de todo tipo de los pa¨ªses capitalistas la convicci¨®n de que esas sociedades est¨¢n desacreditadas y no constituyen ning¨²n ejemplo; y sin que la actual agresividad de la derecha europea y de la pol¨ªtica norte americana, o el tremendo paro existente en las econom¨ªas capitalistas, haya podido contrarrestar el balance negativo del socialismo sovi¨¦tico.
Sospecho que con estas afirmaciones no faItar¨¢n voces desde el PCE con las consabidas descalificaciones de atribuirme una postura socialdem¨®crata o de derechas.
Adelanto que no me importa, porque siempre he procurado conferir a mis palabras y a mis escritos el misnio estilo: el rechazo del conformismo, la pasi¨®n pol¨ªtica y el valor -y el placer- de decir lo que pienso, aunque sean cosas ¨¢speras), desagradables.
es abogado y ex militante del PCE.
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