La Prensa sovi¨¦tica ataca a Alexander Haig e ignora al nuevo presidente norteanericano
El multicolor retrato de Ronald Reagan sigue mirando al cielo, sonriente y triunfador, desde el escaparate de la Embajada de Estados Unidos en Mosc¨². Colgado all¨ª desde el pasado 5 de noviembre, ya no despierta ninguna curiosidad entre los apresurados transe¨²ntes que pasan frente a la legaci¨®n diplom¨¢tica norteamericana.En los ¨²ltimos d¨ªas la Prensa sovi¨¦tica ha abundado en an¨¢lisis sobre el cuatrienio Carter y ha dedicado su m¨¢s completo silencio al nuevo inquilino de la Casa Blanca. De ?fracaso enorme? calificaba Pravda la gesti¨®n de la ¨²ltima Administraci¨®n dem¨®crata. El ex consejero de Seguridad Zbigniew Brzezinski era el componente del equipo Carter m¨¢s atacado por los peri¨®dicos moscovitas. Uno de ellos lleg¨® a llamarle ?cazador de ratas?.
La elecci¨®n de Reagan fue acogida con estupor en la Uni¨®n Sovi¨¦tica. No es demasiado arriesgado suponer que el Kremlin prefer¨ªa que el nuevo presidente de Estados Unidos fuera dem¨®crata y, a ser posible, Edward Kennedy. La URSS necesita la vuelta a la distensi¨®n, y ¨¦sta se hace problem¨¢tica con los republicanos en la Casa Blanca.
Una vez elegido Ronald Reagan, algunos observadores arguyeron que el nuevo presidente ten¨ªa alguna ventaja sobre su predecesor: sus reacciones ser¨ªan siempre m¨¢s previsibles. Hasta el momento, la Prensa sovi¨¦tica ha tratado con gran respeto a Reagan. Sin embargo, no puede decirse que haya hecho lo mismo con sus m¨¢s inmediatos colaboradores. El nuevo secretario de Estado, Alexander Haig, ha dado mucho m¨¢s que hablar que el nuevo presidente. Los medios de comunicaci¨®n moscovitas le han calificado de ?m¨¢s claro representante de la l¨ªnea dura?. De nuevo, los sovi¨¦ticos han o¨ªdo hablar en la radio y en la televisi¨®n del Watergate y de Vietnam.
No habr¨ªa. que descartar que, tal como est¨¢n las cosas, el Kremlin ponga ahora sus esperanzas en Henry Kissinger. El ex secretario de Estado de Richard Nixon es un viejo conocido de los dirigentes sovi¨¦ticos. El fue uno de los art¨ªfices de las conversaciones SALT para el desarme y quiz¨¢ sea la ¨²nica v¨ªa por la que el Kremlin y la Casa Blanca pueden volver a hablar de distensi¨®n.
Superados ya los viejos vaivenes pol¨ªticos, el pragmatismo parece haberse adue?ado del Kremlin. La mejora de la industria ligera, que fabrica objetos de consumo, es el objetivo del und¨¦cimo plan quinquenal, que empieza este a?o. Resulta evidente que para que los sovi¨¦ticos comiencen a iniciarse en la sociedad de consumo la industria pesada y la de armamento deben tomarse un respiro.
La distensi¨®n se convierte as¨ª en una necesidad. Para los sovi¨¦ticos de hoy -medio dec¨ªmetro m¨¢s altos que sus padres, con mayor for maci¨®n cultural y desconociendo los viejos malos tiempos de la guerra y el estalinismo- es un misterio c¨®mo su pa¨ªs puede mandar naves al espacio y mantener un potente ej¨¦rcito mientras la vivienda sigue siendo un problema y en las tiendas no se encuentra con facilidad una larga lista de art¨ªculos necesarios.
Mosc¨² trata de crear una ?econom¨ªa cuantitativa?. No hay s¨ªntomas de que se produzcan reformas radicales. En la URSS no es f¨¢cil experimentar -sin grandes riesgos- cambios de fondo en la econom¨ªa.
El pr¨®ximo congreso
La era Reagan se inicia en la URSS con un nuevo plan quinquenal y el XXVI Congreso del Partido Comunista (PCUS). Faltando a¨²n cinco semanas para que se redefinan las grandes l¨ªneas pol¨ªticas del PCUS, los observadores coinciden en prever que no habr¨¢ grandes sorpresas. El estado de salud del jefe del Estado, Le¨®nidas Breznev, 74 a?os, parece ser bueno y no se detectan grandes agobios por buscarle sucesor.
Los posibles cambios pol¨ªticos afectar¨¢n tan s¨®lo a los niveles intermedios del sistema, que tratar¨¢ de nutrirse de los nuevos ?tecn¨®cratas?.
La URSS goza ahora de uno de los per¨ªodos de mayor calma pol¨ªtica de su historia reciente. Sin embargo, parece mostrar cierta inquietud en sus flancos. Por el Oriente, se teme el rearme de Jap¨®n, y Pravda ha acusado ya a Alexander Haig de tratar de jugar la ?carta china?. Sigue el conflicto afgano, pero se han disipado los temores de que alcanzar¨¢ dimensiones ?vietnamitas?. En el golfo P¨¦rsico prosigue la incertidumbre, mientras que en Oriente Pr¨®ximo Mosc¨² puede seguir contando con la fidelidad de Damasco.
Pero sin duda el mayor problema con el que se encuentran los sovi¨¦ticos es la imprevisible evoluci¨®n de los conflictos pol¨ªtico-sindicales de Polonia. Seg¨²n fuentes cualificadas, a principios del mes pasado existi¨® un peligro real de invasi¨®n. A partir de hoy, con Reagan en la Casa Blanca, la hipot¨¦tica intervenci¨®n sovi¨¦tica en Polonia podr¨ªa acarrear una respuesta de alcance desconocido.
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