Refugiados
EL ESPA?OL lleva siglos acogi¨¦ndose al exilio como ¨²ltima posibilidad de salvaci¨®n; reg¨ªmenes duros y numerosas inquisiciones implacables le han forzado a ello. Deb¨ªa ser, por tanto, especialmente sensible al tema, predispuesto a acoger los exilios de los otros. No siempre sucede as¨ª. Unas Jornadas sobre los Derechos Humanos del Refugiado, que se han celebrado en Madrid a fines de la semana pasada, han puesto de manifiesto la insuficiencia de la legislaci¨®n espa?ola sobre el tema; en s¨ª misma y en comparaci¨®n con la que aplican otros pa¨ªses, y con las recomendaciones de las Naciones Unidas. Como sucede en Espa?a cada vez con m¨¢s frecuencia, la aplicaci¨®n de esas leyes pobres se hace a¨²n m¨¢s mezquina y m¨¢s discriminatoria por la utilizaci¨®n arbitraria de los poderes discrecionales de quienes tienen que aplicarlas, no siempre proclives -por su procedencia y por su ideolog¨ªa personal- a facilitar las soluciones burocr¨¢ticas a quienes huyende pa¨ªses donde se ha perdido temporalmente la democracia.A esa resistencia hay que a?adir la del cuerpo social; una subjetiva xenofobia que no aparece cuando se trata de turistas con divisas o de fundadores o mantenedores de multinacionales, pero que es notablemente celosa cuando se trata de posibles competidores. La concurrencia con el espa?ol es a veces rid¨ªcula, de ¨²ltimo recurso, como montar un tabladillo callejero para la venta ambulante; y cuanto m¨¢s rid¨ªcula, m¨¢s perseguida. Convalidaciones de t¨ªtulos, licencias de trabajo, incluso alquiler de viviendas, aparecen a veces como problemas insuperables que arrojan cada vez m¨¢s a algunos refugiados hacia un lumpenproletariat muy distinto de sus deseos y de sus posibilidades profesionales; y cuando se hallan en ¨¦l, son denunciados como marginales. Algunos patronos sin escr¨²pulos -por si fuera poco- se est¨¢n beneficiando del ?trabajo negro? de los refugiadossin otra salida, pag¨¢ndoles salarios muy por debajo de sus categor¨ªas t¨¦cnicas.
Una revisi¨®n mental de nuestra sociedad con respecto al problema del refugiado deber¨ªa pasar, en primer lugar, por el olvido absoluto de la raza, religi¨®n, pa¨ªs de origen o sistema pol¨ªtico del que han tenido que huir. Deber¨ªa fortalecerse por el recuerdo de los grandes exilios espa?oles, y especialmente del ¨²ltimo por su importancia ,num¨¦rica y por c¨®mo tuvo que extenderse por todo el mundo.
La Constituci¨®n ampara la figura del refugiado, y Espa?a est¨¢ adherida a todas las formulaciones universales de derechos humanos; incluso se apresur¨® a hacerlo reci¨¦n implantada la democracia para presentar al mundo la verdadera profundidad de su cambio. Las leyes, por tanto, tienen que perder su mezquindad; y las autoridades encargadas de cumplirlas, sus arbitrariedades y sus selecciones personales. Pero la sociedad espa?ola, sobre todo, debe reflexionar sobre este antiguo fen¨®meno que desgraciadamente no tiene trazas de desaparecer en el mundo, y abandonar sus defensas, sus murallas, su peque?ez mental.
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