El arte, la moral y el c¨®digo napole¨®nico
LAS DECLARACIONES de una hija de Pablo Picasso acerca del presunto incumplimiento de las condiciones hist¨®rico-pol¨ªticas necesarias para la definitiva incorporaci¨®n del Guernica a nuestro patrimonio art¨ªstico devuelven a la actualidad una cuesti¨®n que amenaza con atascarse en una interminable sucesi¨®n de aplazamientos, oscuridades y equ¨ªvocos.La valoraci¨®n del Guernica como obra de arte ha estado, desde siempre, amenazada por las connotaciones pol¨ªticas qui¨¦todearon su g¨¦nesis, que le siguieron en su exilio neoyorquino y que se prolongan hoy d¨ªa tanto en lo que se refiere a ese restablecimiento de la democracia y las libertades espa?olas, al que condicion¨® Pablo Picasso la entrega del cuadro, como al lugar de su definitiva instalaci¨®n dentro de nuestro territorio. Esa alteraci¨®n de la perspectiva, a la que se debe, por otra parte, que muchos millones de personas indiferentes en las artes pl¨¢sticas hayan iniciado su aprendizaje de la sensibilidad a trav¨¦s de esa v¨ªa, es un fen¨®meno absolutamente inevitable. Porque, en definitiva, una de las m¨¢s importantes manifestaciones del genio de Picasso es precisamente este cuadro encargado por el Gobierno de la Rep¨²blica para rendir homenaje a las v¨ªctimas del b¨¢rbaro bombardeo de la vieja capital foral vasca por la acci¨®n combinada de la Legi¨®n C¨®ndor y de los mandos militares del Ej¨¦rcito franquista, para hacer campa?a en pro de las instituciones republicanas y para promover la solidaridad internacional ?contra la reacci¨®n y contra la muerte?. A la vez obra de arte y s¨ªmbolo, hist¨®rico-pol¨ªtico, el Guernica es una prueba de que el compromiso pol¨ªtico no tiene por qu¨¦ asfixiar necesariamente el talento creador, y de que en ocasiones, una causa hist¨®rica encuentra la expresi¨®n simb¨®lica que merece.
La politizaci¨®n del Guernica se extiende ahora al enjuiciamiento de si la democracia y las libertades, aplastadas tras la guerra civil, han sido o no restablecidas en Espa?a, Digamos, a este respecto, que las opiniones personales de los herederos de Picasso tal vez hubieran podido tener fuerza moral vinculante antes del refer¨¦ndum constitucional y de la celebraci¨®n en nuestro pa¨ªs de elecciones libres basadas en el sufragio universal y secreto. A partir de la divisoria de aguas que signific¨® la promulgaci¨®n del texto constitucional y la instauraci¨®n del r¨¦gimen parlamentario, resulta simplemente improcedente que la voz de una persona tenga m¨¢s peso que la opini¨®n de los millones de espa?oles que viven, con las carencias y defectos de todo sistema pol¨ªtico, una existencia pol¨ªtica muy semejante a la del resto de los pa¨ªses europeos occidentales.
Por esa raz¨®n, los argumentos de Maya Picasso sobre las imperfecciones de nuestro sistema constitucional y la falta de merecimientos de la Espa?a actual para albergar el Guernica (v¨¦ase EL PAIS 20-1-1981) s¨®lo podr¨ªan aspirar, de no mediar otras circunstancias, a recibir la atenci¨®n que siempre merecen las opiniones minoritarias.
Ahora bien, Maya Picasso no se propone tanto convencer con la fuerza moral de un particular. como de imponer sus criterios con la fuerza jur¨ªdica de una heredera. No se trata, pues, de un asunto de derecho p¨²blico, ya resuelto en las urnas, sino de una cuesti¨®n de derecho privado, espec¨ªficamente enmarcado en las normas de derecho sucesorio del viejo c¨®digo napole¨®nico, tan preocupado por asegurar el disfrute de la propiedad privada a quien trabaja para conseguirla como de garantizar su transmisi¨®n a los descendientes.
En esa perspectiva, las declaraciones de Javier Tusell. a prop¨®sito del tema son escasamente clarificadoras. Si ¨ªos derechos de los herederos de Picasso sobre el destino del Guernica son ?puramente moralesn, parece obvio que no pueden prevalecer sobre las opiniones de muchos millones de espa?oles, tambi¨¦n titulares de derechos morales y sobre los derechos jur¨ªdicos del Estado. Otra cosa muy diferente ser¨ªa si los derechos de la familia Picasso no tuvieran ese quebradizo car¨¢cter ¨¦tico que Javier Tusell les atribuye y descansara en el suelo mucho m¨¢s firme de los documentos jur¨ªdicos.
Lo que parece de.seable, en cualquier caso, es que la, leyenda pol¨ªtica del Guernica no sea espureamente escoltada. ahora. por una historia menor de sordideces testamentarias, a cargo de los herederos de Picasso, o de un relato de suspense, polic¨ªaco o de aventuras, protagonizado por Javier Tusell. Los miembros de la familia Picasso se mueven en los ¨¢mbitos del derecho privado, y sus decisiones, aunque sean criticables o su;citen irritaci¨®n, s¨®lo a ellos competen. Pero el director general del Patrimonio, que circula por los dominios del derecho p¨²blic¨®, tiene la obligaci¨®n de ser m¨¢s expl¨ªcito y claro en sus respuestas y de informar a la sociedad espa?ola de cu¨¢l es el estado real de la situaci¨®n del Guernica. Perqu¨¦ si los derechos de los herederos de Picasso son, en este punto, puramente morales, resulta inexplicable que se respeten por encima de los derechos, a la vez jur¨ªdicos y morales, de muchos millones de espa?oles.
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