Salarios y puestos de trabajo
GRAN PARTE.de los trabajadores de las industrias en crisis, como la1derurgia y los astilleros, aa acudido a la convocatoria de huelga para apoyar sus reivindicacione.s de seguridad en el empleo y de aumentos salariales. Si bien las dos peticiones resultan, en buena medida, contradictorias entre s¨ª, su conjunci¨®n refleja lo ocurrido durante los ¨²ltimos a?os, que han preseaciado un progresivo debilitamiento de la situaci¨®n financiera de muchas empresas.En el caso de la siderurgia, los salarios han crecido en un 200% entre 1974 y 1979, mientras los ingresos obtenidos por la venta de los productos s¨®lo han aumentado entre un 65% y un 70%. Adem¨¢s, las dificultades de venta en el mercado interior, a causa de la debilidad de la demanda, y en los mercados exteriores, por las reclarnaciones de los productores de los paises importadores, han provocado la acumulaci¨®n de existencias muy importantes a finales de 1980.
En el caso de otro grupo importante de manifestantes, los trabajadores de Hunosa, el sector, como tal, no est¨¢ en crisis. En muchos pa¨ªses es, al contrario, un claro ejemplo de ganador futuro, gracias a la alt¨ªsima cobertura de los precios del petr¨®leo. Sin embargo, el nivel de los salarios y sueldos de Hunosa, m¨¢s su pobre productividad, la hacen una empresa deficitaria, cuya supervivencia y cuyas alzas salariales se resuelven gracias a las subvenciones, con cargo a los Presupuestos del Estado. La siderurgia estatal plantea exactamente el mismo caso. En esta lista de em presas con seguridad de empleo y subvencionadas se incluye asimismo la Renfe.
Esta corriente de subvenciones tiene que salir, naturalmente, de alguna parte y repercutir en una menor disponibilidad de fondos para ser invertidos en otros sectores de la econom¨ªa. Se est¨¢ as¨ª vistiendo muy decorosamente a un santo a costa de desnudar a otros muchos. Los altos salarios y la seguridad en el empleo en determinados sectores o empresas subvencionadas repercuten negativamente en otras que no tienen acceso al man¨¢ estatal. Muchos proyectos de inversi¨®n no se materializan porque los salarios y sueldos -tambi¨¦n hay que incluir aqu¨ª a los cuadros y directivos- de las empresas privilegiadas desaniman nuevas instalaciones o la ampliaci¨®n de las existentes.
En definitiva, a la vez que la reivindicaci¨®n salarial y el mantenimiento de los puestos de trabajo implican un fuerte elemento de contradicci¨®n, el problema del empleo es, sin ninguna duda,el elemento m¨¢s dram¨¢tico de la actual situaci¨®n espa?ola. En 1980, con una poblaci¨®n laboral del orden de los doce millones de personas, la ca¨ªda del empleo se ha aproximado a los 400.000 puestos, y en 1981 afectar¨¢ a otros 250.000. Esta ca¨ªda del empleo, a la que se a?ade la llegada de nueva poblaci¨®n al mercado de trabajo y el bloqueo de la emigraci¨®n hacia los pa¨ªses industriales, acent¨²a el problema del paro. La cifra de dos millones puede, desgraciadamente, ser pronto una realidad.
Espa?a necesita recuperar el pulso de la actividad econ¨®mica, pero para ello las empresas deben resultar rentables. De otro modo no habr¨¢ inversiones generadoras de puestos de trabajo. En efecto, los altos niveles de sueldos y salarios juegan en favor de la sustituci¨®n de mano de obra por maquinaria, ley dif¨ªcil de eliminar en el marco de una econom¨ªa de mercado. Un informe confidencial de una empresa multinacional del sector metal¨²rgico, confeccionado en enero de 1980, desaconsejaba la inversi¨®n en Espa?a simplemente por el alto coste de la hora realmente trabajada. Los c¨¢lculos, anteriores a la depreciaci¨®n de la peseta, indicaban que s¨®lo Francia, entre una lista de pa¨ªses Potencialmente receptores de la inversi¨®n, resultaba m¨¢s cara que Espafi¨¢. Descontando la depreciaci¨®n de la peseta a lo largo de 1980, el nivel de la hora trabajada ser¨ªa ahora en Espa?a equivalente a la del Reino Unido, pero continuar¨ªa siendo superior al de Estados Unidos y seis veces m¨¢s alto que en Brasil o Corea del Sur.
Ante un panorama tan dram¨¢tico, que no parece modificarse a corto plazo, la iniciativa del Gobierno de reunirse con empresarios y sindicatos para buscar una soluci¨®n. al problema del empleo es probablemente la ¨²nica iniciativa posible al comenzzar 1981. Pero para que la sugerencia prospere ser¨ªa necesaria tal dosis de buena voluntad y de confianza rec¨ªproca entre las partes, que resulta dificil pronosticar su ¨¦xito.
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