Ana y su soledad
Chantal Akerman ha realizado una pel¨ªcula sobre la soledad. Ello no es nuevo, ni el hecho de que m¨¢s que mirar en torno, lo haga hacia su interior, construyendo un relato subjetivo. Relato y retrato aparecen, en esta ocasi¨®n, superpuestos o mejor forzados por dos preocupaciones graves: la simetr¨ªa en las im¨¢genes y un ritmo lento, como en perpetuo desaf¨ªo. Los diversos encuentros de la protagonista se suceden exactos y prolijos hasta formar una cadena en la que los hombres salen bastante mal parados un tanto gratuitamente.A lo largo de la historia se adivina que la realizadora ha intentado sacar adelante un filme anticonvencional. Los personajes, apenas aparecidos, cuentan apresuradamente la historia de su vida y parten. En vagones de ferrocarril y en hoteles discretos suceden estos breves encuentros, resueltos en su mayor¨ªa a trav¨¦s de charlas inmoviles cara al espectador. Tal insistencia en escenas est¨¢ticas, en planos excesivamente prolongados, hacen que el p¨²blico supere a duras penas los momentos m¨¢s interesantes, a la espera del oportuno desenlace. El hecho de que en ellos las mujeres resulten m¨¢s vivas y aut¨¦nticas, en tanto los hombres se lamentan todos, cuando no de abandonos, de los comunes males de la patria, deja poco margen de elecci¨®n a la protagonista. Incluso el que parece m¨¢s cercano a ella, al menos desde el punto de vista f¨ªsico, enferma s¨²bitamente a la hora del amor, en un alarde de verdadera mala suerte.
Los encuentros de Ana
Direcci¨®n: Chantal Akennan.Gui¨®n y di¨¢logos: Chantal Akerman. Fotograf¨ªa: Jean Penzer. Int¨¦rpretes: Aurore Clement, Helmut Griem, Magali Noel, Hanns Zischler, Lea Massari, Jean Pierre Daniel. Dram¨¢tica. B¨¦lgica-Francia, 1979. Local de estreno: AIphaville.
Si el cine es cine, aun fuera de sus reglas habituales, no se puede contar la historia de una vida, palabra por palabra, en el pasillo de un vag¨®n de tren, sentados en el sof¨¢ de un restaurante o hacer balance de la historia de Alemania a pie firme, inm¨®viles, en un campo de tulipanes. Una cosa es desmontar m¨¦todos narrativos caducos ya y otra sustituirlos por puevas convenciones en las que forma y narraci¨®n resultan a la larga ineficaces. El rigor no es cuesti¨®n de simetr¨ªa, ni de palabras m¨¢s o menos trilladas, ni de im¨¢genes tenazmente prolongadas. Aunque el cine experimental justifique toda clase de ensayos, en este caso la historia s¨®lo se salva en ocasiones y no precisamente por la presencia de Magali Noel o de Lea Massari, que parecen ajenas a los dem¨¢s actores. As¨ª nunca sabremos cu¨¢l ser¨¢ el destino de Ana. Si aceptar¨¢ seguir viajando, presentando su pel¨ªcula, abriendo ventanas para llenar su soledad, o si, por fin, acudir¨¢ a una nueva cita de las que esperan grabadas en su modesta habitaci¨®n cara a un Par¨ªs tan ajeno y vac¨ªo como Colonia, Amberes o Bruselas.
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