Las incoherencias ideol¨®gicas de origen, clave de las actuales tensiones internas de los centristas
La Uni¨®n de Centro Democr¨¢tico (UCD), que se enfrenta dentro de cuatro d¨ªas con su II Congreso, significa uno de los intentos contempor¨¢neos m¨¢s sobresalientes por organizar pol¨ªticamente la derecha espa?ola. En las tensiones internas, que ahora salen a la superficie con mayor fuerza que nunca, laten las incoherencias ideol¨®gicas de origen que agruparon en 1977, en torno a Adolfo Su¨¢rez, las etiquetas liberal, democristiana y socialdem¨®crata, en una operaci¨®n carente de sinceridad pol¨ªtica, en la que cada uno de los participantes pretendi¨® utilizar, en beneficio propio, las ventajas derivadas de la aparente organizaci¨®n conjunta. Ahora, como entonces, s¨®lo un sector, de ideolog¨ªa m¨¢s desva¨ªda, pero de capacidad pol¨ªtica contrastada -el de los llamados independientes o de Mart¨ªn Villa-, patrocina iniciativas integradoras.
La transici¨®n espa?ola a la democracia, iniciada formalmente inmediatamente despu¨¦s de la muerte del dictador, en noviembre de 1975, no necesit¨® en su primera etapa una infraestructura partidaria. Bastaba el funcionamiento del aparato de poder del franquismo, sobre todo desde que se puso al frente del mismo Adolfo Su¨¢rez.El acuerdo entre el poder y la oposici¨®n democr¨¢tica para superar la alternativa reforma/ruptura dej¨® el protagonismo del cambio pol¨ªtico en manos de Adolfo Su¨¢rez, con la valiosa ayuda en aquella etapa de otro hombre procedente del franquismo, pero leal a la Corona: Torcuato Fern¨¢ndez-Miranda. Los ojos de quienes deseaban la democracia estuvieron pendientes durante esta primera etapa del ¨¦xito de la operaci¨®n de prestidigitaci¨®n que qued¨® en manos de ambos pol¨ªticos y que culmin¨® con el desmantelamiento del aparato formal del franquismo.
Organizar la derecha
Al t¨¦rmino de esta etapa, concluida en diciembre de 1976 con la aprobaci¨®n en refer¨¦ndum de la ley para la Reforma Pol¨ªtica, se puso de relieve el problema de la falta de una organizaci¨®n pol¨ªtica de la derecha, apta para unos tiempos democr¨¢ticos como los que se avecinaban, en los que los partidos de izquierdas, entrenados duramente en la clandestinidad, jugar¨ªan un papel importante. La desaparici¨®n del Movimiento y la inviabilidad de aquella asociaci¨®n pol¨ªtica Uni¨®n del Pueblo Espa?ol -precursora de UCD- dejaba a la derecha heredera del franquismo sin una organizaci¨®n capaz de hacer pol¨ªtica al margen del Gobierno y la Administraci¨®n y de concurrir, cuando llegara el momento, a las elecciones democr¨¢ticas.
Los grandes sectores de la burgues¨ªa espa?ola, que hab¨ªan vivido sin problemas personales durante el franquismo, pero que aceptaban y reconoc¨ªan la necesidad de un cambio pol¨ªtico en sentido democratizador, se encontraban hu¨¦rfanos de liderazgo y de orientaci¨®n pol¨ªtica, mientras los grupos de presi¨®n econ¨®mica exhib¨ªan su desconfianza hacia un proceso que resucitaba las fuerzas pol¨ªticas de la izquierda, sin instrumentar en la derecha organizaciones eficaces para contener el potencial ¨¦xito de los partidos reprimidos durante la dictadura.
Ante las elecciones del 15 de junio de 1977, las primeras democr¨¢ticas despu¨¦s de cuarenta a?os, la derecha, carente de mecanismos organizativos -durante el franquismo no los necesit¨®, simplemente se benefici¨® del sistema imperante-, fue incapaz de nuclear un partido pol¨ªtico que representara sus intereses. Ni las organizaciones falangistas o ultraderechistas ni el museo de nost¨¢lgicos del franquismo en que se convirti¨® Alianza Popular ten¨ªan capacidad para sintonizar con una derecha sociol¨®gica similar a la que suministraba su electorado a los grandes partidos europeos de corte democristiano, liberal o socialdem¨®crata.
A las elecciones desde el poder
El ¨¦xito de la reforma pol¨ªtica y de golpes de audacia como el de la legalizaci¨®n del Partido Comunista de Espa?a (PCE), el S¨¢bado Santo de 1977, animaron a Adolfo Su¨¢rez a no perder las riendas de la iniciativa pol¨ªtica en la nueva etapa democr¨¢tica que iba a comenzar y que ¨¦l hab¨ªa contribuido decisivamente a hacer posible. Su instinto pol¨ªtico le indicaba que, hasta tanto se normalizara el pa¨ªs, la inercia de los lustros anteriores llevar¨ªa a muchas gentes a votar al poder, al tiempo que numerosas personas partidarias del cambio pac¨ªfico a la democracia le premiar¨ªan su protagonismo en esta tarea. La idea de presentarse a las elecciones fue tomando fuerza entre Adolfo Su¨¢rez y sus m¨¢s directos colaboradores.
Durante las conversaciones con la oposici¨®n democr¨¢tica, en los primeros meses de 1977, Adolfo Su¨¢rez comprendi¨® el arrastre que en un r¨¦gimen de libertades podr¨ªan tener entre los espa?oles planteamientos pol¨ªticos como los de sus interlocutores. Carente de una ideolog¨ªa definida, Adolfo Su¨¢rez sopesaba los razonamientos pol¨ªticos de un democristiano, como Ant¨®n Ca?ellas; de un socialdem¨®crata, como Francisco Fern¨¢ndez Ord¨®?ez; de un liberal, como Joaqu¨ªn Garrigues Walker, o de un socialista, como Enrique Tierno, en virtud de su calculada eficacia electoral. Mientras que el vicepresidente del Gobierno Alfonso Osorio le urg¨ªa en la necesidad de organizar una derecha ?progresista y democr¨¢tica?, Su¨¢rez permanec¨ªa a la esperado que ?se clarificaran? las conversaciones con la oposici¨®n.
Poco a poco, la idea de presentarse a las elecciones desde el poder, pero con las etiquetas democr¨¢ticas al uso en la Europa occidental, fue ganando el ¨¢nimo de Adolfo Su¨¢rez. Al ¨¦xito de la operaci¨®n contribuy¨® la resistencia de equipo de la democracia cristiana a dejarse ganar por los cantos de sirena de Alfonso Osorio, que hizo Io posible y parte de lo imposible por intentar organizar y presentar a las elecciones, desde el poder, un partido democristiano ¨²nico.
Fracaso democristiano
Aunque fue destacada por la opini¨®n p¨²blica la dignidad pol¨ªtica de Jos¨¦ Mar¨ªa Gil-Robles y Joaqu¨ªn Ruiz-Gim¨¦nez, al negarse a comparecer ante los espa?oles junto a los ex franquistas, el precio electoral que hubo de pagar la Federaci¨®n Dem¨®crata Cristiana fue su inexistencia en el mapa pol¨ªtico resultante del 15-J, incluidos sus dos principales l¨ªderes, de pese pol¨ªtico indiscutido. En cambio, los democristianos, la mayor¨ªa de ellos de segunda fila, que se dejaron ganar por el entonces omnipotente Osorio y formaron parte de las listas de UCD, lograron numerosos esca?os y se constituyeron en una de las m¨¢s importantes fuerzas dentro del partido gubernamental, y hoy savia principal del sector cr¨ªtico. El recuerdo del resultado obtenido entonces por sus hermanos democristianos puros -esto es, no contaminados por Su¨¢rez y el poder- bastar¨ªa para reducir a sus justas dimensiones las ambiciosas pretensiones de muchos cr¨ªticos.
El prop¨®sito de Adolfo Su¨¢rez de sumar a las ventajas electorales del poder las etiquetas pol¨ªticas convenientes para comparecer a unas elecciones democr¨¢ticas hubo de realizarse en dos tiempos. El primero se cerr¨® el 3 de mayo de 1977, fecha en que se constituy¨® la coalici¨®n electoral Uni¨®n de Centro Democr¨¢tico, en la que se integraron el Partido Dem¨®crata Cristiano, nacido de la fusi¨®n del Partido Popular Dem¨®crata Cristiano y de la Uni¨®n Democr¨¢tica Espa?ola; el Partido Popular, el Partido Social Dem¨®crata, el Partido Liberal, la Federaci¨®n de Partidos Dem¨®cratas y Liberales, el Partido Dem¨®crata Popular, la Federaci¨®n Social Dem¨®crata, la Uni¨®n Social Dem¨®crata y los partidos regionales Uni¨®n Democr¨¢tica Murciana, Agrupaci¨®n Regional Extreme?a, Partido Gallego Independiente, Partido Social Liberal Andaluz y Uni¨®n Canaria. El segundo termin¨® con la conversi¨®n de aquella coalici¨®n electoral en un solo partido, del que Su¨¢rez fue proclamado l¨ªder.
Las etiquetas democr¨¢ticas
Muchos de los problemas que hoy se observan en UCD derivan de aquella primera concurrencia a las elecciones de la inicial coalici¨®n. Para la confecci¨®n de las listas electorales fue necesario combinar la aportaci¨®n que las etiquetas democr¨¢ticas significaban con la necesaria presencia de hombres que representaban la aportaci¨®n del poder, por su vinculaci¨®n personal o pol¨ªtica con el presidente del Gobierno. As¨ª, aparte del desplazamiento a provincias de hombres como Fernando ?lvarez de Miranda, la lista por Madrid dej¨® en situaci¨®n precaria a personas como Oscar Alzaga, en el puesto n¨²mero doce, que no le permiti¨® ser elegido y s¨®lo pudo ocupar un esca?o de diputado cuando dimiti¨® Juan Manuel Fanjul -n¨²mero tres, a continuaci¨®n de Su¨¢rez y Calvo Sotelo-, para ocupar el cargo de fiscal general del Estado. Alzaga, que se neg¨® a participar en la campa?a electoral y acus¨® p¨²blicamente a UCD por los errores cometidos (?espero?, dijo, ?que en las pr¨®ximas elecciones tengamos una opci¨®n m¨¢s atractiva?), reconoci¨® pragm¨¢ticamente la conveniencia de esta gran coalici¨®n frente a opciones minoritarias como la propia Federaci¨®n Dem¨®crata Cristiana, de Gil-Robles y Ruiz-Gim¨¦nez.
Tras el relativo ¨¦xito electoral del 15 de junio de 1977, Adolfo Su¨¢rez dedic¨® sus mejores esfuerzos a hacer de UCD un solo partido. Las mayores resistencias a esta iniCiativa provinieron de los partidos socialdem¨®cratas, que ve¨ªan el peligro de resucitar el fenecido Movimiento Nacional, dado el peso que los llamados independientes tendr¨ªan en la organizaci¨®n del partido. Su¨¢rez negoci¨® con unos y con otros y finalmente anunci¨®, el 28 de junio, tras una extensa reuni¨®n con los 272 parlamentarios de UCD, que iba a gobernar en centro-izquierda y que pr¨®ximamente se constituir¨ªa un ¨²nico partido, para el que fue elegido presidente ?por unanimidad? y por anticipado. Cuando se le pregunt¨® a qu¨¦ ideolog¨ªa pertenec¨ªa, durante la conferencia de Prensa celebrada aquel d¨ªa en el Palacio de Exposiciones y Congresos, Adolfo Su¨¢rez no se inclin¨® por la liberal, la democristiana o la socialdem¨®crata, sino que asegur¨®, con tono optimista y triunfador: ?A la resultante de todas ellas?.
Los hombres que, como el presidente, carec¨ªan de etiqueta pol¨ªtica democr¨¢tica, comenzaron a hacerse imprescindibles para la organizaci¨®n del partido, sobre todo en provincias. Reformistas del Movimiento, viejos verticalistas del sindicalismo azul, fueron acaparando en la sombra parcelas de poder concreto dentro del nuevo partido, mientras que las exiguas fuerzas de los sectores que aportaron la etiqueta democr¨¢tica se dedicaban a las tareas pol¨ªticasde mayor brillo y ocupaban carteras en los sucesivos gabinetes Su¨¢rez. Los hombres procedentes del anterior r¨¦gimen desempe?aron los trabajos m¨¢s grises e ingratos, y buena prueba de ello fue el papel que correspondi¨® a Rodolfo Mart¨ªn Villa, quien, desde la cartera de Interior, polariz¨® las cr¨ªticas de la oposici¨®n y las m¨¢xim¨¢s acusaciones al car¨¢cter de UCD como heredera del franquismo.
La contrapartida fue el avance de posiciones en la organizaci¨®n del partido, que se acentu¨® en las elecciones generales y municipales de 1979 y en los comicios auton¨®micos. Nadie debe sorprenderse ahora de que la mayor¨ªa de los compromisarios que concurren al II Congreso de Palma de Mallorca pertenezcan a este sector y de que Rodolfo Mart¨ªn Villa ocupe un puesto destacado en el Gobierno Su¨¢rez y en la resoluci¨®n de la conflictividad desatada en el seno de UCD.
Las tensiones en UCD han venido produci¨¦ndose con frecuencia durante los tres ¨²ltimos a?os, la mayor parte de las veces como consecuencia de personalismos o de expectativas de poder no cumplidas.
Las tensiones en UCD
De mayor calado pol¨ªtico han sido las tensiones originadas por cuestiones de intereses o de convicciones irresolubles. La reforma fiscal promovida por Francisco Fern¨¢ndez Ord¨®?ez durante su etapa al frente del Ministerio de Hacienda suscit¨® una dura oposici¨®n interna, que vino a sumarse al malestar producido en el sector democristiano por el descabalgamiento durante el proceso constituyente. La elaboraci¨®n de una Constituci¨®n democr¨¢tica fue uno de los mayores atractivos de las elecciones de 1977 para los democristianos, que contaban con la seguridad de que ser¨ªan ellos los protagonistas, desde el Gobierno y desde la mayor¨ªa parlamentaria, del proceso constituyente.
La posici¨®n de Landelino Lavilla, en el Ministerio de Justicia, y la cualificaci¨®n de Miguel Herrero como e xperto en derecho constitucional, les colocaron al frente de UCD en el debate constituyente, uno como director en la sombra y el otro como ponente en la brega diaria. Las dificultades de Miguel Herrero para entenderse con los socialistas y facilitar, como se deseaba desde la Moncloa y desde la propia Zarzuela, una Constituci¨®n por consenso, aconsejaron cambiar de protagonistas. Jos¨¦ Pedro P¨¦rez-Llorca, como ponente, y Fernando Abril como director m¨¢ximo, tomaron la iniciativa y pactaron casi enteramente el texto constitucional. Los democristianos entendieron que se hab¨ªa cedido en exceso ante los socialistas, y mostraron su des¨¢nimo ante el abandono del proyecto centrista de elaborar una Constituci¨®n a la medida del programa de UCD.
El I Congreso de UCD fue un primer exponente del descontento de los democristianos, que ya entonces -octubre de 1978- hicieron demandas de democracia interna. Pero fue durante los dos primeros a?os posconstitucionales cuando la guerra de tensiones internas se disat¨® con m¨¢s intensidad, en parte por los errores en materia auton¨®mica, en parte por los sucesivos fracasos electorales y, en parte, por el escaso reparto de poder dentro del partido gubernamental. La alternativa a Su¨¢rez comenz¨® a concebirse como posible, antes incluso de que los socialistas la plantearan formalmente mediante la moci¨®n de censura presentada en mayo de 1980.
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