Duelos y quebrantos en el viejo Mestalla
Durante muchos a?os, concretamente en la milenaria posguerra, la rivalidad del Valencia y del Barcelona ha sido la habitual y sostenida entre equipos grandes; ya habitando la democracia, esta rivalidad se ha desbordado hasta la hostilidad, y, en tal airado terreno, ha sustituido, con creces, al mismo Real Madrid. Aunque no exactamente por id¨¦nticos motivos. El Real de Bernab¨¦u era, para alguna gente de aqu¨ª y de all¨¢, el equipo del Gobierno, y para casi toda la piel de toro (excluyo Portugal y parte de Madrid) era tambi¨¦n el equipo del Comit¨¦ Nacional de Arbitros. Si a?adimos que entre ellos hab¨ªa quienes aseguraban que ese equipo era tan bueno o mejor que cualquier otro, el resentimiento admit¨ªa ser valorado como un sentimiento virtuoso.Ahora, el problema ha llegado con las autonom¨ªas. Y los grader¨ªos de Mestalla se han poblado en estos ¨²ltimos a?os, ante las visitas obligadas del vecino del Norte, de oleadas de se?eras con franja azul. Estos d¨ªas le pregunt¨¦ a un amigo, valencianista y pol¨ªticamente catalanista, qu¨¦ se sent¨ªa en medio de un tan un¨¢nime y adverso plebiscito. Sonri¨® autocompasivo: ?A¨²n es peor lo otro: vivir cotidianamente en la m¨¢s feliz de las alucinaciones y ver que ¨¦sta se transforma sin remisi¨®n en la m¨¢s negra pesadilla. Porque el equipo ideal lo tenemos aqu¨ª, viste los colores blaugranas, y ahora, por si algo faltara, nos llega el santo en carne y hueso: Cruyff. Pero cuando pronuncian el nombre del equipo es como si al Barga, por arte de hechizo, lo transformasen en el mismito Espa?ol?. No s¨¦ si hago bien en contar estas cosas tan inocentes, porque la gente ahora todo lo toma por la tremenda. Quiz¨¢ es que yo tengo una idea excesivamente pobre de lo que es un equipo de f¨²tbol; soy uno de esos anacr¨®nicos que creen que es m¨¢s importante ser un buen m¨¦dico que un buen presidente de club (y bien que s¨¦ valorar tan exquisita rareza). Modestamente, pienso que ante el abundante rid¨ªculo que los clubes hacen, unas veces en el ,campo y otras fuera de ¨¦l, har¨ªan bien en limitarse a su propia naturaleza: ¨¦sa de ser unos m¨¢s peque?os que otros, s¨®lo un club. Por fortuna, esta tarde el partido no se ha desbordado en ning¨²n momento. Una sonora pita al salir el equipo rival, y nada m¨¢s. Igual que en el Nou Camp. Mi enhorabuena por la normalizaci¨®n.
Sobre el papel era un partido de duelos magn¨ªficos. Uno por cada l¨ªnea. En la defensa, el Tendillo-Migueli, los centrales que rivalizan en la selecci¨®n. SolsonaSchuster en la media. En la delantera, los d¨²os Kempes-Morena/ Simonsen-Quini. Las expectativas han sufrido el quebranto de las lesiones de Migueli y Kempes, pero no por ello ha disminuido el espect¨¢culo, que ha sido de una tensi¨®n emotiva, indesmayable. S¨®lo ha quedado inc¨®lume el duelo en la medular, y se ha establecido el particular de los respectivos delanteros centros en busca del liderazgo del Pichichi.
Schuster ha sido, para mi gusto, el mejor jugador del Bar?a: fuerte, combativo y con una visi¨®n siempre atinada y precisa de las aperturas del juego (con Simonsen ha propiciado unos terribles contraataques). Bien es verdad que ha tenido un guardi¨¢n con solo voluntad de existencia: un Castellanos que semejaba a¨²n m¨¢s torpe que lento. Solsona ha estado, en cuanto a juego, a la altura de la ¨²ltima revelaci¨®n europea, pero con un sentido art¨ªstico del que carece el alem¨¢n. Apenas ha perdido balones, y ha hecho cosas nuevas e incre¨ªbles. Da la impresi¨®n, a veces, de que no es Solsona quien juega, sino el mismo aire, que, como uno de aquellos dioses menores griegos, ha querido complacerse con esas deidades humanas.
La tarde iba de empates. Los goleadores han aumentado en una cifra su respectiva cuenta, pero no han brillado en el juego. Quini ha logrado, como en ¨¦l es costumbre, un gol con belleza, mas casi nunca ha podido con el adolescente Tendillo, quien nos deslumbra siempre con las dos cualidades m¨¢s raras, y por ello preciosas, en los defensas: limpieza y elegancia. Cuando se lanza con el bal¨®n hacia la porter¨ªa rival, se alborota Mestalla con el fantasmal recuerdo de Puchades, el m¨¢s,vivo de los mitos valencianistas. Morena, con un gol tan bello que ha encendido la tarde, nos ha sorprendido, pues yo nunca hab¨ªa asistido a goles tan tristes como los del uruguayo. Con ¨¦l se cumpe una penosa paradoja: siendo uno de los m¨¢s importantes delanteros que ha tenido Uruguay, no parece sino uno m¨¢s de los vulgares que ha podido tener el Valencia. Lo que es norma en Kempes, la belleza del gol, es la excepci¨®n en Morena. Y, de momento, no parece necesitar Miguelis que le marquen.
El partido, posiblemente, ha sido el mejor que se ha visto en esta liga, hasta el final, y desde el principio, un gran duelo, competido y noble, entre dos equipos que han jugado siempre para ganar. Ambos han sufrido el quebranto d¨¦ no haberlo conseguido y a¨²n m¨¢s al haber vencido el Atl¨¦tico. Pero en la otra acepci¨®n de la palabra, no ha existido duelo, sino alegr¨ªa, porque hoy, en el viejo Mestalla, ha ?parecido que el f¨²tbol quer¨ªa nacer de nuevo.
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