PVP, la milagrosa evoluci¨®n de un grupo

La primera sorpresa cuando uno entra en El Jard¨ªn (sala de conciertos) es que, por una vez, los precios son asequibles. Doscientas pesetas por entrada, consumici¨®n y actuaci¨®n, por la tarde, es una cantidad que extra?a porque es poco habitual. Si adem¨¢s de ello uno tiene la suerte de que el grupo que act¨²a sea decente y suene bien, la tarde o noche puede ponerse en plan agradable.Esto es lo que ocurri¨® con PVP el pasado mi¨¦rcoles. Esta gente actu¨® hace un par de meses por primera vez en el Carolina. Por entonces era una banda rara, an¨¢rquica y apenas ensayadas, con un cantante de aspecto punkie y poses tremendas y provocativas. Ahora, haciendo casi las mismas canciones, es un grupo con unos arreglos curiosos, sobre todo cuando las dos guitarras se dedican a ense?ar c¨®mo no es cuesti¨®n de virtuosismo el hacer cosas bonitas, sino m¨¢s bien de imaginaci¨®n y propon¨¦rselo.

Porque, sin ser muy originales, PVP ten¨ªan un bater¨ªa que funcionaba como tal, un bajo que sabe lo que son armon¨ªas y un guitarra solista que (este s¨ª), tocando mucho, tampoco intentaba demostrarlo. Eso y las voces de un y una cantante que iban haciendo desde rock and roll hasta reggae, pasando por ska y dem¨¢s ritmos de moda. PVP no son una revelaci¨®n divina, son simplemente un grupo que hace buenas cosas, que se lo trabajan y que pertenecen a un tipo de m¨²sicos (los que desde hace un a?o surgen por todos lados) cuyo mayor defecto es su absoluta falta de pretensiones.