La Constituci¨®n

refrendada por el pueblo espa?ol permite la disoluci¨®n del matrimonio civil; permite, en pocas palabras, el divorcio.La actitud de la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica es intolerante, dogm¨¢tica y falta de caridad. Nadie en este pa¨ªs ha cuestionado la indisolubilidad del matrimonio can¨®nico ni tampoco a nadie obliga la ley a divorciarse. Es claro que?el problema para el cambio de actitud de la Iglesia,tiene dos puntos clave: la posibilidad del divorcio por mutuo acuerdo y la revisi¨®n por parte del juez ordinario de aquellas anulaciones promulgadas por los tribunales eclesi¨¢sticos.

El primer punto es algo tan l¨®gico, en la cuarta parte del siglo XX, que s¨®lo a personas sin un ejercicio m¨ªnimo de su intelecto puede presentarle problemas. El segundo punto es tambi¨¦n terriblemente l¨®gico,y m¨¢s teniendo en cuenta cdmo han ido las anulaciones en este pa¨ªs, que han culminado con las chapuzas zaire?as. Las razones no confesadas de la jerarqu¨ªa son otras. Es el mantenimiento de su situaci¨®n de hegemonla por encima de todo. Es el contar con una n¨®mina de cat¨®licos que, por sus medios, no podr¨ªan sufragar los gastos de mantenimiento de toda la estructura y en los que, por otra parte, no conf¨ªan hasta el extremo de negarles la madurez que les permita abstenerse de utilizar el divorcio, en tanto han aceptado un matrimonio can¨®nico indisoluble y que s¨®lo la Iglesia puede anular en casos particulares. Eso se llama sencillamente miedo, y por ello se adoptan las actitudes irracionales que han adoptado./

,Madrid.