La crisis de la polic¨ªa

Se conocen las consecuencias: ETA detiene su decadencia y recupera la simpat¨ªa del pueblo vasco. La huelga y las manifestaciones de estos ¨²ltimos d¨ªas lo han demostrado. En cuanto a los m¨¦todos de la polic¨ªa, curiosamente, la opini¨®n no hab¨ªa insistido jam¨¢s sobre ese fen¨®meno en el curso de los ¨²ltimos a?os. Cuando el abogado vasco Juan Mar¨ªa Bandr¨¦s, l¨ªder de la coalici¨®n de izquierda Euskadiko Ezquerra, hab¨ªa intentado sensibilizar la opini¨®n sobre la tortura, a finales de 1979, sus revelaciones no hab¨ªan tenido eco fuera del Pa¨ªs Vasco. Por el temor, sin duda, de llevar agua al molino del terrorismo, los partidos pol¨ªticos hab¨ªan preferido callarse y esperar otra ocasi¨®n. (...)En Madrid se piensa que los dirigentes de la polic¨ªa han dimitido a petici¨®n del ministro del Interior, Ros¨®n. El ministro, que estaba seguro de permanecer en su cargo en el pr¨®ximo Gobierno, conserva todo su prestigio en las fuerzas del orden. El esc¨¢ndalo que le afecta plantea serios problemas a Calvo Sotelo, el primer ministro designado, que no puede pensar en ¨¦l para esa cartera.

Pero si esta nueva crisis se produce en un mal momento, en el fondo es saludable. Desde hace cinco a?os, la Espa?a posfranquista vive desgarrada entre reformas audaces y la imposibilidad de llevar la democracia a la vida cotidiana, debido a la supervivencia de tres fuerzas intactas desde el franquismo: la Iglesia, la magistratura y, sobre todo, la polic¨ªa; el problema del Ej¨¦rcito, que se plantea a cada momento en realidad es un producto de la imaginaci¨®n.

18 de febrero