Hasta el lunes
EL FRACASO de Leopoldo Calvo Sotelo para conseguir su investidura como presidente del Gobierno por mayor¨ªa absoluta en la primera vuelta no es una manifestaci¨®n de incapacidad personal del candidato, sino un indicio del cambio de rumbo emprendido por Uni¨®n de Centro Democr¨¢tico, a partir de la dimisi¨®n, todav¨ªa pol¨ªticamente inexplicada, de Adolfo Su¨¢rez. Digamos a este respecto que la embarullada y encrespada tentativa de Agust¨ªn Rodr¨ªguez Sahag¨²n de presentar como la quintaesencia de la vida democr¨¢tica la renuncia del presidente en funciones confundi¨® los aspectos formales del tr¨¢mite de dimisi¨®n, apenas regulados, por la Constituci¨®n, con su significado pol¨ªtico.Uni¨®n de Centro Democr¨¢tico logr¨® para su candidato la mayor¨ªa absoluta (183 votos) en la sesi¨®n de investidura de marzo de 1979 y esboz¨®, en el Pleno de la confianza de septiembre, un pacto impl¨ªcito de legislatura con la Minor¨ªa Catalana, a fin de permitir que Adolfo Su¨¢rez alcanzara por segunda vez la mayor¨ªa absoluta, esta vez con 180 votos. No cabe olvidar que el Grupo Parlamentario Centrista no tiene por si mismo tal mayor¨ªa absoluta (actualmente sus 165 diputados ocupan el 47,14% de la C¨¢mara baja), y que sus sufragios populares en marzo de 1979, potenciados parlamentariamente por una ley electoral que te resulta favorable, representaron el 34,33 % de los votos emitidos y el 23,35% del censo. Y tampoco parece ocioso recordar que, a lo largo de 1980, el espectacular rev¨¦s de UCD en el refer¨¦ndum andaluz, los resultados de las elecciones a los parlamentos vasco y catal¨¢n y el pat¨¦tico naufragio centrista en los comicios parciales para el Senado en Sevilla y Almer¨ªa han mostrado una firme tendencia a la baja del respaldo popular al partido gubernamental.
Ante ese panorama, la voluntad de Leopoldo Calvo Sotelo de recibir un suspenso en la prueba de investidura por mayor¨ªa absoluta (169 votos a favor, 158 en contra y 17 abstenciones) y de resignarse a conseguir el nombramiento de presidente del Gobierno en segunda vuelta y por mayor¨ªa simple, aunque impecable desde un punto de vista jur¨ªdico -constitucional, ya que el art¨ªculo 99 as¨ª lo permite, podr¨ªa parecer, en una perspectiva propiamente pol¨ªtica, una decisi¨®n bastante arriesgada y algo arrogante. Si Adolfo Su¨¢rez busc¨® con denuedo la mayor¨ªa absoluta para su investidura cuando todav¨ªa estaban calientes los resultados de las urnas de marzo de 1979 y si en septiembre de 1980 el entonces presidente del Gobierno trat¨® de ampliar sus apoyos parlamentarios, cabr¨ªa considerar casi como un desprop¨®sito que tras los movimientos s¨ªsmicos que hicieron temblar a UCD desde el pasado verano, y que culminaron en la enigm¨¢tica crisis del 29 de enero, el candidato centrista no tenga reparos en aceptar como normal su investidura minoritaria. Actitud esta tanto m¨¢s sorprendente cuanto que Leopoldo Calvo Sotelo se ha jactado de su firme prop¨®sito de llegar inc¨®lume, aunque, sea a trancas y barrancas, a las elecciones previstas para marzo de 1983.
No se trata, empero, de una decisi¨®n personal del candidato, sino de una opci¨®n estrat¨¦gica adoptada por su partido, que se ha inclinado por la f¨®rmula del Gobierno monocolor con respaldo minoritario en el Congreso, todav¨ªa m¨¢s minoritario si se traducen los esca?os en sufragios populares, como consecuencia de un an¨¢lisis de la situaci¨®n pol¨ªtica general. De un lado, la moci¨®n de censura presentada por el PSOE en mayo de 1980 puso de relieve las casi invencibles dificultades que la actual relaci¨®n de fuerzas parlamentarias crea para que Felipe Gonz¨¢lez llegue a formar Gobierno sin nuevas elecciones. Las esperanzas puestas por los socialistas en una eventual ruptura de UCD, ¨²nica posibilidad de que se abriera paso una f¨®rmula alternativa, se han mostrado hasta ahora vanas, y no parece probable que lleguen nunca a pasar del estadio de las ilusiones infundadas. Los cr¨ªticos se consideran moralmente triunfadores del congreso de Palma, los suaristas y martinvillistas se han enmadrado en el aparato del partido y los socialdem¨®cratas no terminan de romper el cord¨®n umbilical con el poder les trate ¨¦ste bien, regular o mal. De otro lado, el generalizado temor de todos los partidos a unas elecciones anticipadas, al menos antes del pr¨®ximo oto?o, concede un considerable espacio de maniobra a UCD y se convierte en la clave de arco o del semirruinoso edificio del Gobierno monocolor y minoritario.
Por lo dem¨¢s, tambi¨¦n resulta posible aventurar otras hip¨®tesis, m¨¢s problem¨¢ticas pero plausibles, acerca de la estrategia centrista. Por ejemplo, la deriva hacia la derecha de UCD podr¨ªa permitir a Leopoldo Calvo Sotelo contar con una mayor¨ªa de hecho en el Congreso, qu¨¦ no ser¨ªa otra que la forma incoada de esa gran derecha que propugnan destacados l¨ªderes, tanto de Alianza Popular, como del partido gubernamental. A este respecto, el silencio de Leopoldo Calvo Sotelo ante la intervenci¨®n de Manuel Fraga puede tener una interpretaci¨®n que no sea la de su condenatorio disgusto por el tono mitinero, demag¨®gico y ligeramente energum¨¦nico del discurso del l¨ªder aliancista. Es l¨®gico que a Manuel Fraga le moleste, e incluso le encolerice, la falta de formalizaci¨®n p¨²blica en pactos de legislatura y en acuerdos futuros de car¨¢cter electoral o gubernamental, del rumoreado tacto de codos entre UCD y Coalici¨®n Democr¨¢tica, ya que quien aspira a una boda solemne y con invitados dif¨ªcilmente puede conformarse con un noviazgo vergonzante y clandestino. Pero tambi¨¦n se comprende que Leopoldo Calvo Sotelo prefiera a las marchas nupciales con Fraga, que le pueden crear serios problemas dentro de UCD, los acuerdos de hecho con Coalici¨®n Democr¨¢tica, que le permitan aprobar su programa legislativo con sus votos, pero sin pactos de legislatura. Tras los sufragios favorables al candidato de Areilza, Osorio y Senillosa, el berrinche de Fraga parece m¨¢s bien una explosi¨®n de su irascible car¨¢cter que una decisi¨®n con futuro, ya que, qui¨¦ralo o no, se ver¨¢ obligado, por la l¨®gica de los hechos, a sumarse, en un plano subordinado, a esa deriva hacia la derecha del grupo centrista, al que no le faltar¨¢n tampoco los votos de la Minor¨ªa Catalana y del PNV en el desarrollo de su pol¨ªtica econ¨®mica y exterior.
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