Estados Unidos, en el punto de no retorno
La pregunta es en qu¨¦ momento se disloc¨® la br¨²jula del sentido com¨²n y ech¨® a andar la m¨¢quina de la muerte
Voy en el tren mirando alrededor y pensando qui¨¦n, de los otros viajeros, podr¨ªa ser un fascista. El chico justo enfrente lleva una camiseta de Godard y se acaba de abrir un s¨¢ndwich envuelto en cart¨®n. La muchacha sentada a mi lado ojea sus redes sociales y da like a fotos aleatorias. A lo lejos, un anciano trajeado cabecea hasta dormirse. Est¨¢ entre nosotros, suspiro, sin saber muy bien c¨®mo colocar las etiquetas, pero acord¨¢ndome de esos conocidos, de amigas de la familia que votar¨ªan sin pesta?ear una opci¨®n violent¨ªsima para con otras personas, incluso arriesgando el propio bienestar inmediato. Me pregunto hacia d¨®nde vamos ahora y si puedo permitirme el lujo de observar, de medir el precipicio.
Donald Trump ha ganado por segunda vez, a una segunda mujer, contra el peso insuficiente en las urnas de muchas f¨¦minas ¡ªespecialmente las racializadas¡ª y yo, que conozco ese pa¨ªs como la palma de mi mano, me sorprendo lo justo. El reino de la moral vencida alcanz¨® la superficie en 2016 y consigui¨® legitimarse a nivel internacional. Fue preciso que una masiva coalici¨®n de votantes del centro a la izquierda se congregase en torno a un candidato representante de la gerontocracia tradicional, pero adalid de un programa pol¨ªtico que, poco a poco, se fue desmenuzando como un pedazo de pan en el agua. Joe Biden resolvi¨® de manera eficiente la papeleta pand¨¦mica, aunque por el camino se desvanecieron medidas como la subida del salario m¨ªnimo federal ¡ªpropuesta que tom¨® de Bernie Sanders¡ª, las bajas maternales o por enfermedad pagadas, el apoyo legal (no s¨®lo verbal) a los sindicatos o un efectivo plan clim¨¢tico. Palestina y las mayores protestas universitarias desde la guerra de Vietnam terminaron de apuntalar una derrota que comenz¨® a solidificarse con aquel catastr¨®fico debate donde su deterioro cognitivo por fin se volvi¨® indisimulable. El resto: inflaci¨®n, una candidata improvisada, un sustrato de inhumanidad nutrido durante d¨¦cadas que, ya s¨ª, roza lo ins¨®lito.
Lo ins¨®lito cuenta con una, de facto, falta de separaci¨®n de poderes. Trump, y ese vicepresidente sagaz a quien contemplo como una suerte de posible Dick Cheney, lo han logrado todo. La C¨¢mara de Representantes, el Senado, un Tribunal Supremo cuyo cariz reaccionario puede prolongarse muchos a?os, y el poder Ejecutivo protegido, adem¨¢s, contra desmanes por tal ¨®rgano judicial constituyen el combo del infierno. A nivel interno, apuesto a que la conflictividad social no tardar¨¢ en surgir, ni tampoco otra reforma fiscal que blinde a¨²n m¨¢s el ya vast¨ªsimo privilegio de los ricos. De cara al mundo, las alianzas de Trump probablemente dejen desvalida a Europa, comenzando por satisfacer el imperialismo de Mosc¨² y continuando por exprimir nuestra dependencia energ¨¦tica. En relaci¨®n a las pr¨®ximas generaciones, esta presidencia supone el clavo final del ata¨²d ecol¨®gico, con un ansia por ¡°perforar, baby, perforar¡± elevado a tanatocracia.
A partir de qu¨¦ momento se disloc¨® la br¨²jula del sentido com¨²n y ech¨® a andar la m¨¢quina de muerte. Cuando surgi¨® la covid-19, montones de j¨®venes organizaron fiestas de contagio para jugar a la ruleta rusa frente a las m¨ªnimas restricciones sanitarias ¡ªcon su salud y la de sus mayores¡ª. Hubo viejos que ondeaban pancartas que ped¨ªan el fin de los d¨¦biles e incluso preconizaron el deceso propio si eso serv¨ªa para que la econom¨ªa no se detuviese. Si ya viv¨ªamos en pleno darwinismo social, impregnados del ego¨ªsmo m¨¢s flagrante y una pulsi¨®n luctuosa que impide abrazar al pr¨®jimo, ?en qu¨¦ modifica esta nueva era pol¨ªtica el orden mundial? Quiz¨¢, en que no habr¨¢ orden que valga. A los pies de la proyecci¨®n f¨¢lica que exhiben los cohetes de Elon Musk yacer¨¢ la sombra del Departamento de Educaci¨®n eliminado, la afianzada indistinci¨®n entre verdad y mentira tras el trampantojo de las redes antisociales, las bombas que pulverizan en directo tripas gazat¨ªes, y una democracia escu¨¢lida, puramente nominal, en la que siempre sale el s¨ª a la devastaci¨®n y el odio. A partir de qu¨¦ momento se ancla la historia al punto de no retorno y se desata un transcurrir de fantasmas impresionables, v¨ªsceras sueltas que se alimentan ¨²nicamente del espect¨¢culo y para quienes una m¨ªnima dosis de civismo resulta vergonzosa, se?al de flaqueza. O, dicho con el respaldo de la fil¨®sofa Simone Weil, a partir de cu¨¢ndo el malestar profundo pasa de producir resistencia a generar sumisi¨®n.
Hoy es uno de esos d¨ªas en que miro alrededor con desconfianza, pero tambi¨¦n con af¨¢n indagatorio, como si quisiera extirpar de cada mujer y, sobre todo, de cada hombre sus deseos m¨¢s oscuros, colocarlos bajo un microscopio y juzgar su catadura moral: ?ser¨ªas capaz de hacer da?o?; ?votar¨ªas a un partido que asumiese la violencia que t¨² no puedes ejercer y la desplegase en m¨²ltiples capacidades?, ?cu¨¢nta violencia?; ?vender¨ªas la adultez de tus ni?os por otra m¨¢s de tus comodidades f¨®siles?; ?pegar¨ªas, agredir¨ªas a un mendigo, a tu madre, a un vecino? Una cosa es segura: la refundaci¨®n de valores que necesitamos no brotar¨¢ pronto, mucho menos lo har¨¢ de Estados Unidos, y jam¨¢s en el actual, desigual, tablero econ¨®mico.
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