El golpe de Estado

Numerosas cartas han llegado a la direcci¨®n de EL PAIS sobre el golpe de Estado. Esta primera selecci¨®n intenta recoger las variadas reacciones que los hechos del d¨ªa 23 de febrero suscitaron en nuestros lectores.

Todo ha finalizado. Tejero se entrega, los diputados han salido por fin de sus esca?os, los mismos que tanto anhelaron y que en esta ¨²ltima noche se hab¨ªan convertido en su prisi¨®n.

Pero aun as¨ª, a pesar de todo, me da una pena horrible Tejero. Un idealista rom¨¢ntico que toma el Congreso por asalto, con doscientos guardias civiles, y se queda solo. La democracia no s¨®lo anidaba en aquella gran sala, hab¨ªa sembrado su semilla en el coraz¨®n de todos los espa?oles. Corazones que grit¨¢bamos en silencio: ?Paz y libertad! No quer¨ªamos un nuevo golpe de Estado.

No quiso huir, ?pobre lobo solitario, que s¨®lo disparaba al techo y ve¨ªa que el fracaso le envolv¨ªa a lo largo de la intensa noche! iPobre militar loco que crey¨® posible ahogar la libertad en busca de una paz forzada!

En la televisi¨®n veo ahora barbas de una noche de insomnio, pantalones arrugados y la felicidad de sentir el tibio sol de febrero sobre las caras cansadas. La imagen cambia y muestra el hemiciclo vac¨ªo, su silencio parece haber olvidado ya las horas de miedo y tensi¨®n, las inquietas esperas de noticias junto a la radio, los cortos sobre animales entre avance y avance, los ojos asustados de mi madre, que como tantos otros repet¨ªan: ?Otra guerra no, Dios m¨ªo! /