Guti¨¦rrez Mellado
Guti¨¦rrez Mellado tiene, para quienes vemos la novela de la vida incluso antes y mejor que la novela de la novela, la fascinaci¨®n literaria de los d¨¦biles llenos de fortaleza interior, de los hombres muy delgados, con cierta fisonom¨ªa de arma blanca, que pueden descolgar en cualquier momento de su panoplia intelectual un sable de coraje.. As¨ª, Garcilaso o Quevedo.
Guti¨¦rrez Mellado, siempre con el cuello de la camisa muy alto y los pu?os muy anchos, es un guerrero que sabe vestir de paisano. Y el guerrero que viste as¨ª de paisano es, en tiempos de Garcilaso, ?un claro caballero de roc¨ªo?. En tiempos de Barbey d'Aurevilly o Villiers de I'Isle Adam (tan recuperados hoy por la juventud m¨¢s culta), un dandy. Guti¨¦rrez Mellado, yo dir¨ªa que a¨²n envuelto en el arpa de humo del cigarrillo, se enfrent¨® una y otra vez con, sus infrainferiores, en las Cortes, el d¨ªa en que iba a morir la democracia:
-No le pegaron un tiro por superioridad de grado -me dice el quiosquero.
No le pegaron un tiro por superioridad moral. Este hombre, anciano zarandeado y gentil en el anovelamiento del golpe militar, abuelo repentino y audaz de la democracia, mosquetero viejo e inerme de la Monarqu¨ªa, este hombre, digo, completa para m¨ª, dentro de mis interiores episodios nacionales, la fascinaci¨®n de su car¨¢cter enigm¨¢tico y naturalmente aristocr¨¢tico, con el valor intelectual que s¨®lo recogi¨® la televisi¨®n (medio fr¨ªo) como valor f¨ªsico, seguido del distanciamiento ir¨®nico:
-Nada. Un tropiezo que he tenido con un se?or.
Un general capaz de resumir as¨ª el rudo atentado a la democracia que le condecora el pecho, el rudo atentado contra su pecho democr¨¢tico, es, s¨ª, un claro caballero de roc¨ªo. ?Si Garcilaso volviera ?. Garcilaso est¨¢ aqu¨ª y se va o se lo llevan. ?Yo ser¨ªa su escudero ?. Sus escuderos le quer¨ªan pegar un tiro. ?Qu¨¦ buen caballero era?. Y es. Pero caballero sin caballo, a partir de ahora, o sea, sin Ministerio, aunque nunca sin misterio. Francisco Rico me env¨ªa el volumen dos de su Historia de la literatura espa?ola. Dentro del Renacimiento, Lapesa, Stanton, Parker y Rivers estudian a Garcilaso. Y uno se remonta, entre la bizarr¨ªa /cesant¨ªa de Guti¨¦rrez, Mellado y la erudici¨®n de los eruditos, a aquel momento tembloroso de Espa?a, en que el poeta y el guerrero se fund¨ªan y confund¨ªan en un claro caballero de roc¨ªo: Manrique, Garcilaso, Cervantes. De ah¨ª viene la mejor caballer¨ªa andante espa?ola, de ese fondo com¨²n y dorado de guerreros humanistas y poetas que llamaban ?mano de rienda? a la izquierda mano, que era la de la brida, y ?mano de lanza? a la derecha, que era la del combate. No estamos tan lejos de ellos, pues que si hoy conducimos nuestro seat por la derecha no es sino por inercia de aquellas caballer¨ªas. Aunque parezca present¨ªsima, por el contrario, la tradici¨®n marcial del golpismo, lo cierto es que hay otra tradici¨®n paralela, cabalgante, espa?ola e ilustre, que nace en Jorge Manrique y sus ?ropas chapadas? y llega hasta Guti¨¦rrez Mellado, pasando por el garcilasismo, la caballer¨ªa andante y el dandismo. El t¨®pico militarista es tan simple como el t¨®pico antimilitarista. La Revoluci¨®n francesa automilitariza espont¨¢neamente al marqu¨¦s de Sade.Y la Comuna a Rimbaud.
?Un tropiezo que he tenido con un se?or?. Ahora ha tenido otros tropiezos con otros se?ores y ya no, es ministro ni vicepresidente del Gobierno. Yo, que veo la novela de la vida o la vida como novela, leo y releo a este personaje como un Saint-Simon entre gendarmes. Dec¨ªa Goethe que no se puede envejecer sin un poco de gloria o amor. GM, que ya ten¨ªa la gloria profesional, tiene hoy el amor nacional.
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