Literato de f¨¢bula y de belleza
Fue un gran escritor. Pero ?qu¨¦ es un gran escritor? ?Un hombre que ensambla bien las palabras y les otorga fluidez, encanto, poder de sugesti¨®n? ?Un hombre que imagina sucesos, situaciones, dramas, extra?os avatares, y atina a mostrar todo esto con agilidad, con gracia y con hondura? Puede que s¨ª. Puede que un gran escritor sea la suma de todo eso. Y, quiz¨¢, algo m¨¢s.Por de pronto, hay en quien crea obra de imaginaci¨®n, un como vivir entre la realidad inmediata y la realidad so?ada. El verdadero escritor viaja entre nubes sin perder contacto con el suelo. De ah¨ª su constante dudar, sus ambivalencias, sus fantasmagor¨ªas.
Alvaro Cunqueiro era un escritor de esa clase. Pose¨ªa una fuerza de invenci¨®n, una energ¨ªa creadora absolutamente asombrosas. Cualquier lectura hist¨®rica m¨¢s o menos vaga, alg¨²n suceso insignificante ocurrido a su alrededor, el m¨¢s m¨ªnimo movimiento de la ¨²ltima criatura humana bastaban para disparar su capacidad de fabulaci¨®n, su desmedido impulso inventivo, su traslado desde el mundo circundante al topos uranos de la realidad inventada. Este comercio con lo transmundano era lo que convert¨ªa a la prosa cunqueiriana en una delicia continua, en la que el lector vibraba por su inmersi¨®n en una realidad concreta y, al tiempo, inapresable. Positiva y simult¨¢neamente inalcanzable.
En una carta-pr¨®logo de uno de sus libros y a m¨ª dirigida formulaba Cunqueiro estas preguntas: ??Hubo ¨¦stos -los personajes del libro-, los hay? ?Son gallegos? Si lo son, ?qu¨¦ es lo que predican del gallego? ?Tiene el gallego un modo de imaginar que le es propio? Y yo mismo, el inquiridor, ?soy un gallego propio cuando cuento, medio creyente, medio embromante? ?Hubo o hay un Alvaro Cunqueiro? ?C¨®mo podr¨ªa saber yo tanto de ¨¦stos si no los hubo ni los hay, sino habiendo sido o no siendo? ?.
Claro que hubo un Alvaro Cunqueiro. Fue el que llev¨® la prosa en lengua gallega a cimas de perfecci¨®n jam¨¢s alcanzadas. Fue el poeta de corte europeo con versos que ah¨ª est¨¢n cantando la circunstancia ¨ªntima de Galicia sin ret¨®ricas sentimentaloides, sin tipismos y sin desmelenamientos, pero con dimensi¨®n universal.
Ten¨ªa una manera de captar el ser de las criaturas gallegas -y no gallegas- con un realismo extra?o hecho de detalles desconcertantes y de evasiones incre¨ªbles.
Cunqueiro fue una vida dedicada de lleno a la literatura. Fue literato, en la m¨¢s noble acepci¨®n del vocablo, como nadie supo serlo. Lo fue en estado puro. La vida en general tom¨® en ¨¦l forma particular y espec¨ªfica. El gran torrente de la vida se remans¨¦ en el lago peculiar y ¨²nico que se llam¨® Alvaro Cunqueiro. Y ¨¦l, a su vez, el hombre al que conocimos como Alvaro Cunqueiro, nuestro amigo Alvaro Cunqueiro, por su parte, fue produciendo otras vidas so?adas y m¨¢s que so?adas, otras imaginaciones, otros rel¨¢mpagos de su cabeza, que, llevados al papel, en ¨¦l habitan, en ¨¦l saltan y, desde ¨¦l, nos hace se?as, gui?os significativos de complicidad existencial. La vida real -la de Cunqueiroempalma con la vida suscitada -la de sus criaturas- ?Qu¨¦ m¨¢s se puede pedir?
Renovaci¨®n imaginativa. Empresa ciertamente dif¨ªcil en un pa¨ªs como Galicia, anegado constantemente por la imaginaci¨®n.
Perfecci¨®n idiom¨¢tica. Soberano dominio de los recursos expresivos de la lengua gallega. (Y tambi¨¦n, cumple decirlo, de la castellana.) Repito, ahora desde otra perspectiva: ?qu¨¦ m¨¢s se puede pedir?
- ?Hay o no hay un Alvaro Cunqueiro? El lo dudaba. Ten¨ªa derecho- a dudarlo, porque los gallegos jam¨¢s estamos seguros de nada, ni tan siquiera de nuestra propia existencia. Pero, s¨ª; hay un Alvaro Cunqueiro. Ah¨ª est¨¢, en sus libros. En sus imaginaciones. En sus extraordinarias invenciones.
En lo que, ya desde ahora, forma cuerpo con la estructura compleja del ser espiritual de Galicia. Ha desaparecido el bulto humano de Alvaro Cunqueiro, su poderosa figura. Pero quedan sus obras, el otro Alvaro Cunqueiro. El que resiste, el que resistir¨¢ al tiempo. El de la duda esencial. El que se situ¨® entre el si y el no de la vida sin decidirse a tomar partido. Pues el suyo estaba en un lugar inalcanzable: el lugar de la fabulaci6n aderezada de belleza formal. El lugar de un ¨²ltimo y definitivo secreto, aquel que un d¨ªa me dijo don Ram¨®n del Valle-Incl¨¢n: ?Escribir y acertar con el punto de la eternidad ?.
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