El burle
Espa?a p¨ªcara, Madrid del burle, ciudad del juego, capital del dolor, capital de la gloria. Del mus a la banca y puntos, toda la ciudad burlando. El d¨ªa que iba a dimitir Su¨¢rez, en el Casi no de Madrid, habitualmente silencioso, unos billaristas celebraban con champ¨¢n la ca¨ªda del presidente, alborotando la penumbra verde.Lo dice Ramonc¨ªn en su ¨²ltimo hispavox: ?Estoy jugando en la calle, / mi carta no va a salir. / Esto es un burle de Metro. / Dos talegos por mil?. La vida espa?ola, siempre a una carta en Madrid, sota marcada de Atocha, caballo de espadas en el Congreso. ? Ya ha llegado la pasma / y ha dado el queo un man¨²s. / Han agarrado las cartas / y me han cortado el flus?. Antes, cuando entonces, el juego estaba prohibido, Pero se jugaba alternativamente a la banca y puntos y a otras cosas en los grandes c¨ªrculos de la calle Alcal¨¢, Wall Street madrile?o de d¨ªa, timba y Chicago de noche. Era cuando Tony Leblanc, de madrugada, salvaba una monedita de oro para llev¨¢rsela a su mujer, como concha cogida de la resaca. Ahora no s¨¦ si el juego est¨¢ permitido o qu¨¦. Donde cre¨ªamos que la democracia iba a poner un ateneo ha puesto un bingo. El ¨¢ngel del burle, ¨¢ngel custodio nacional, tiene cara de do?a Manolita y a las de d¨¦cimo de loter¨ªa. El gordo siempre est¨¢ muy repartido entre los panaderos, pero los intelectuales y las princesas se lo juegan todo a la baza de espadas. ?Est¨¢s mirando la tele. / Seguro palma el Madr¨ª. / Te vas a quedar en nueve: / no te casas ni en abril?. Madrid del burle y la quiniela. Se entra por la estaci¨®n del timo, antes Delicias, rito del tocomocho como primer sacramento de la ciudad del burle.
La vida a una baraja, la Historia a una pistola. En La colmena, de Cela, hay dos maricas que tienen este proyecto sugestivo de vida en com¨²n:
-V¨¢monos a los billares a ver posturitas.
Ciudad del burle, capital del dolor. El aventurerismo pol¨ªtico de toda Espa?a viene aqu¨ª con sus corazones de trampa, desde la periferia, y luego la periferia le dice a eso, con reticencia, ?la farsa del madrile?ismo?. Mon¨ªs me llama para que salga de estafermo en los carnavales. Y le digo que no. Todo el a?o es as de bastos. ?Y se ha largado la j¨¢ / y ha levantado la guita, te quedas con la buhardilla, / con la quiniela maldita?. Gafas de punk, gafas de ciego de copla, Espa?a en pliegos de cordel, en el ¨²ltimo pliego sale lo del Congreso. Ya hay duros ret¨®cados: Franco con el tricornio. Madrid, capital del burle, todo el invierno jugando a la pir¨¢mide pol¨ªtica, llev¨¢ndose la pasta por abajo, y en primavera florecen metralletas. Del juego de sociedad, pir¨¢mide o backgamon, por donde ruedan las monedas de whisky democr¨¢tico, a la repentina brisca de gendarmes. Los billaristas finos presentan armas con sus largos tacos, en nuestro eterno cuadro de las lanzas, al campe¨®n de mus caminero que trae un naipe de vino, chorreante, como el coraz¨®n fresco y arrancado de la democracia. Madrid, tras de sus billares, suele ocultar otros juegos. ? Nos ha llamado una t¨ªa, / nos ha invitado a jugar. / Si metes cien por abajo, / ocho te vas a llevar?. Espa?a mira de lejos, por qu¨¦ enga?arse, el sempiterno burle madrile?o, el tute de los ricos con naipes vivos. A don Heraclio Fournier le decoran a tiros la baraja. ?Y se ha parado la cosa. / Nadie se quiere arriesgar?. Burle soleado de Legazpi a la sombra de los mercados. Burle de mercaderes de la Historia.
?Y esto se acaba, chavales. Burlando est¨¢ la ciudad?. Capital del dolor (Eluard), ciudad del burle. Tocomocho de h¨¦roes y financieros. Una sota marcada nos gana siempre en la ciudad tah¨²r. La oligarqu¨ªa billarista presenta armas con sus tacos. Vel¨¢zquez sab¨ªa que del cuadro de las lanzas s¨®lo son verdad las lanzas.
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