El golpe, ?a la americana o a la turca?
La gente de armas no es muy proclive al di¨¢logo. Imperativos de la disciplina, sin duda, les hace preferir la relaci¨®n vertical, de arriba abajo. Ordenanzas, arengas, jerarqu¨ªas o leyes de jurisdicciones se instrumentaron siempre como elementos m¨¢s de persuasi¨®n que de transmisi¨®n de ideas. No obstante ello, voy a intentar, sin odio ni prevenci¨®n, dirigirme a ese colectivo Almendros que con tan militar arte de camuflaje oculta bajo c¨¢ndidas flores inmisericordes armas ideol¨®gicas y materiales. Voy a tratar, con mi humilde voz de ciudadano, de defender a ese 99% de espa?oles que s¨®lo desean vivir en paz, orden y justicia, pero sin abdicar de sus libertades. De paso, si fuera posible, llevar a la mente de los indecisos, de esas mayor¨ªas silenciosas tan manipulada siempre, lo que se oculta bajo esa aut¨¦ntica democracia que nos ofrecen a la sombra de los ca?ones, y la facilidad con la que el famoso caballo de Pav¨ªa puede verse acompa?ado de los cuatro del apocalipsis.Aunque todo golpe militar contra la legalidad instituida es rechazable, todav¨ªa podr¨ªan admitirse alambicadas y espaciosas justificaciones al que se produjo en 1936. Realmente, el pa¨ªs se hallaba dividido en dos bloques antag¨®nicos e irreconciliables. ?Media Espa?a mor¨ªa de la otra media?, como hab¨ªa dicho Larra tiempo antes. Pero identificar nuestra actual situaci¨®n con aqu¨¦lla es un puro fraude moral. ?D¨®nde hay una depuraci¨®n del Ej¨¦rcito? ?D¨®nde una escuela laica? ?Se han disuelto las ¨®rdenes religiosas y se han incautado sus bienes? ?Se ha hecho alguna reforma agraria? Hay un Gobierno m¨¢s de derecha que de centro; las estructuras militares, judiciales y policiales permanecen id¨¦nticas y los extremismos pol¨ªticos se han refugiado en unos centenares de dementes, a la izquierda y a la derecha. ?Se puede pedir un pueblo m¨¢s sensato y pac¨ªfico que el que se manifest¨® masivamente en las calles de Madrid y otras ciudades de Espa?a? Con las heridas a¨²n frescas en su dignidad y en su carne, no fue capaz de un gesto soez, de gritar un muera o reclamar un arma. Los ??Tejero, m¨¢talos!? o ?Taranc¨®n al pared¨®n? nacen -qui¨¦n lo dir¨ªa- en los sectores que se autoproclaman patriotas, cat¨®licos y amantes del orden. Pasemos por alto ese est¨²pido ?Con Franco viv¨ªamos mejor?, o¨ªdo hasta la n¨¢usea. Como si hoy se viviera en alguna parte del mundo mejor que hace diez a?os. Motivos m¨¢s serios de agravio, seg¨²n estos nuevos cahiers de dol¨¦ances de los estamentos conservadores, son las autonom¨ªas y el terrorismo.
No soy singularmente afecto a las autonom¨ªas ni a los nuevos nacionalismos. La ultraderecha, los militares y yo estamos de acuerdo al menos en este tema. Pero si en el Parlamento espa?ol hay 349 diputados, elegidos por el pueblo, que han votado y aceptado una nueva configuraci¨®n de Estado, el de las autonom¨ªas -s¨®lo Blas Pi?ar es contrario -solo a tal proyecto-, ?puede justificarse de alguna forma racional que el Ej¨¦rcito -m¨ªnima parte de ¨¦l, si se quiere- pretenda imponer, por la fuerza, a todo un pueblo su particular concepci¨®n de la organizaci¨®n estatal? ?Y de qu¨¦ iba a servir esta supuesta unidad patria si era lograda por las armas? Tan pronto se aflojara el f¨¦rreo dogal que ayuntara a las re-¨ªones volver¨ªa cada una a sus naturales querencias y aspiraciones.
Y queda, por ¨²ltimo, el terrorismo. Todos sabemos que el Ej¨¦rcito y la Guardia Civil han sufrido dolorosamente los emba tes de estos desalrriados de la me tralleta y las ideas delirantes. Pueden estar seguros que todos los espa?oles dem¨®cratas sienten un profundo dolor -quiz¨¢ m¨¢s que aquellos que contabilizan los muertos y los utilizan como arma arrojadiza- cada vez que muere un servidor del orden o de las ar mas. Pero es imposible creer que la clase militar est¨¦ convencida de poseer la panacea para la erradi- ei¨®n del terror?mo. El mundo es hoy un libro de: texto sobre los efectos del terror y los sistemas de combatirlo. Los hombres de armas, que leen las descripciones acad¨¦micas de las batallas de Salamina o de Waterloo, pueden dirigir su mirada a Inglaterra. Es tambi¨¦n imposIble creer que piensen acabar con ETA recu rriendo a ese ?estado de excepci¨®n? tan grato al se?or Fraga, que ya se revel¨® repetidas veces como inoperante, y eso que se aplicaba en tiempos de una dictadura que no pesta?eaba ante la tortura o la muerte. Porque en Gran Breta?a, con diez a?os de actuaci¨®n del Ej¨¦rcito, pero dentro de la legalidad -o sea, sin tor turas ni represalias- no se ha conseguido grancosa, y las v¨ªcti mas pasan ya de 10.000. Descartada esa incruenta represi¨®n que nos ofrec¨ªan los golpistas fracasados, s¨®lo nos que dar¨ªa el sistema de Turqu¨ªa o el uramericano. Parece que esta temporada se lleva mucho, en el rengl¨®n golpe de Estado, el mo delo turco. Pero no hay nadaqae presente mayor distancia entre la teor¨ªa y la praxis que las dictaduras militares. Los de Turqu¨ªa gual que los de aqu¨ª, ofrecierion una aut¨¦ntica democracia. Raro es que la democracia necesite de ca?ones y de censura para ser aut¨¦ntica; pero, en el mejor de los casos, cada medida de emergencia arrastra a otra consigo, corno las cerezas que se sacan de una cesta. En Turqu¨ªa ya hay 30.000 detenidos en las c¨¢rceles. Corno el terrorismo no puede desmontarse con guante blanco, una elo cena de reos han muerto en la prision, amen de alg¨²n que otro que se ha ca¨ªdo por las ventanas de los centros policiales. Naturalmente, para hacer esto con impunidad hay que disolver el Parlamento. Y si no se desea pu blicidad para estas medidas pacificadoras hay que amordazar a, la Prensa. Ya se han prohibido varios peri¨®dicos y el conocido Cumhur?yet ha sido temporal mente suspendido. Varios perio distas est¨¢n en la c¨¢rcel y los directores de Prensa, radio y televisi¨®n han sido sustituidos por generales, envidiable muestra de amor a la cultura de los estamen tos militares. Luego vienen esas medidas econ¨®micas que, con sospechosa sincron¨ªa con tales golpes de Estado, inmovilizan a los obreros y liberan a las oligar qu¨ªas, especuladores y multinacionales. Huelga ilegal, bloqueo de los salarlos, etc¨¦tera. Consecuencia: que entre los 30 000 detenidos ya hay m¨¢s de 10.000 que son si ndicalistas. Y, claro, el terrorismo ha sido eficazmente combatido -un centenar de penas de muerte-, pero con mayor dureza en cuanto al de extrema izquierda. El de extrema derecha, ya se sabe, no es terrorismo, es, en todo caso, ?exceso disculpable en patriotas indignados?, como dec¨ªa uno de los lugartenientes del general Videla al referirse a las sangrientas polic¨ªas paralelas argentinas y a sus golpes de mano
No quiero hacerle a los miembros de la milicia est¨¦n, como Elo¨ªsa, debajo de un almendro, o a la sombra de sus artefactos b¨¦licos- la ofensa de creerles capaces de recurrir al sistema suramencano para combatir el terrorismo. Cuarteles convertidos en centros de tortura, desaparici¨®n de revolucionarios y familiares, ni?os y mujeres incluidos, feroz represi¨®n de la cultura y protecci¨®n a esas polic¨ªas paralelas que, como los chacales, cumplen les bases besognes del sistema en la m¨¢s completa impunidad. Esto deshonrar¨ªa al Ej¨¦rcito de forma irreversible y degradar¨ªa a todos sus iniembros. Porque estas dictaduras del Cono Sur americano no terminan con el terrorismo; simplemente lo hacen cambiar de signo, y el patriotismo del que hacen ostentosa gala es un niero bandidaje que busca, eliminando obst¨¢culos legales, tener v¨ªa libre hacia el lucro desvergonzado y la explotaci¨®n exclusiva de las riquezas de su pa¨ªs, como si de una finca heredada se tratara.
Lo dijo alguien hace tiempo, no recuerdo qui¨¦n. ?Cuando a un pueblo le atan los brazos es que quieren registrarle los bolsillos?.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Archivado En
- Opini¨®n
- Bajas fuerzas seguridad
- Pol¨ªtica nacional
- Repercusiones pol¨ªticas
- Constituci¨®n de las Autonom¨ªas
- 23-F
- Fuerzas armadas
- Transici¨®n espa?ola
- Estatutos Autonom¨ªa
- Guardia Civil
- Transici¨®n democr¨¢tica
- Estatutos
- Golpes estado
- ETA
- Historia contempor¨¢nea
- Grupos terroristas
- Conflictos pol¨ªticos
- Pol¨ªtica auton¨®mica
- Partidos pol¨ªticos
- Fuerzas seguridad
- Defensa
- Comunidades aut¨®nomas
- Administraci¨®n auton¨®mica
- Historia
- Terrorismo