La Constituci¨®n
Aqu¨ª montamos siempre la guerra civil, fr¨ªa o caliente, f¨¢ctica o dial¨¦ctica, no por las tierras del se?orito o por el oro de Mosc¨², como se cree, sino por una papela. Un suponer, la Constituci¨®n. Pa¨ªs burocr¨¢tico donde hasta B¨¦cquer y Cervantes fueron oficinistas o agentes ejecutivos de la Administraci¨®n, vivimos el fanatismo del papel timbrado y cada una de nuestras constituciones (o proyecto de ella) ha dado lugar a una guerra civil para erigir o abolir el documento, como una bandera con p¨®lizas. La Espa?a partida, las dos Espa?as, la Espa?a que aqu¨ª yace v¨ªctima de la otra media, son Espa?as seccionadas siempre por una hoja de papel, por un cuchillo Impreso. Entre la derecha, que lucha por sus campos, y la izquierda, que lucha por sus campesinos, la frontera sutil, la tierra de nadie, el muro de nada es un papel legal al que unos quieren poner sellos de lacre, y otros, sellos de sangre. La Constituci¨®n que ahora tenemos no es peor que otras, nuestras o ajenas. A una constituci¨®n la hacen buena, la templan, como a una espada, los golpes constitucionales y anticonstitucionales. Desde que el Rey ha pegado un golpe constitucional y ?los se?ores del tropiezo?, como dir¨ªa Guti¨¦rrez Mellado, un golpe anticonstitucional, la Constituci¨®n ha empezado a ser verdad. Lo cual ha alarmado mucho al facher¨ªo ilustrado, desde Fern¨¢ndez de la Mora -?la reforma de la Constituci¨®n se ?mpone?- hasta Emilio Romero, que, en plan dama de las patillas, convoc¨® en el Veinte y pico (club) al retrofranquismo para invitarles al sepelio de nuestra tercera o cuarta democracia, mientras las pla?ideras con visones hac¨ªan su planto de whisky y celebraci¨®n. Ans¨®n ha estado bien, quiz¨¢ porque necesita sacudirse de la bocamanga el polvo de estrellas que le ha dejado Armada: ?Habr¨ªa que pensarse dos veces la reforma?. Y tambi¨¦n Areilza, conde y diputado de s¨ª mismo: ?La Constituci¨®n es demasiado reciente como para reformarla?. Azc¨¢rate: ?No es momento?. D¨ªaz Merch¨¢n: ?Los obispos partimos del respeto a la Constituci¨®n?. Carlos March, el banquero, es el que mejor se ha expresado y me ha expresado: ?Creo en las Constituciones que funcionan m¨¢s que en las que son correctas, pero ineficaces?. Nicol¨¢s Redondo: ?No hay que reformar la Constituci¨®n; hay que cumplirla?. Silva Mu?oz: ?No hemos acertado a construir una democracia viable?.. Tamames: ?La involuci¨®n ser¨ªa una ruina econ¨®mica?. Como ven ustedes, ya estamos en plena guerra civil fr¨ªa con los dos frentes a uno y otro lado de la Constituci¨®n. Quienes no han podido miniarla a tiros, quieren volverla del rev¨¦s. Carmen Garrigues, con textos militares en la mano, me prueba que un nuevo golpe es t¨¦cnicamente imposible. La periodista Consuelo S¨¢nchez-Vicente me explica:
-Quiz¨¢ los golpistas no intentan el gran golpe porque ellos tampoco tienen soluciones.
Me invitan a las Bodas de Sangre Lorca/Gades/Saura. Espa?a vive siempre en tornaboda de sangre, que los polit¨®logos llaman golpismo. Ahora hay unas bodas de sangre en el frente de papel de la Constituci¨®n. Esperemos que no llegue la sangre al r¨ªo o riera de la Carrera de San Jer¨®nimo (afluente en tiempos del curso fluvial que eran Prado/Castellana). Luis Rosales me concede hablar en su c¨¢tedra, y pensaba hacerlo sobre periodismo, porque el peri¨®dico, como la Constituci¨®n, como la carta de amor, es m¨¢s verdad en el peligro. Son verdades en peligro, verdades peligrosas, y por esoverdaderas. Tras la guerra civil rel¨¢mpago de Tejero, la larga guerra fr¨ªa con/contra la Constituci¨®n. El espa?ol prefiere matarse por las leyes a cumplirlas. Senillosa me manda un libro de Baudrillard y me dice que los golpistas no le dejaban leer ni escribir. Para los contrarrevolucionarios ¨¢grafos, toda Constituci¨®n es culpable ya por el hecho de estar escrita.
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