D¨ªaz Merch¨¢n: "La Iglesia espa?ola no tiene ni tendr¨¢ su partido pol¨ªtico"
Pregunta. La misma opini¨®n p¨²blica que critic¨® las palabras de los obispos sobre el divorcio volvi¨® a meterse con ustedes por el silencio en la noche del lunes del golpe.Respuesta. Ya estamos acostumbrados a que nuestras intervenciones en asuntos pol¨ªticos resulten conflictivas. Pero no hay que olvidar que la Iglesia no es una organizaci¨®n pol¨ªtica, aunque incida en ella.
P. Nadie se opone a que ustedes hablen como pastores y ciudadanos.
R . Me alegra que as¨ª sea. La ver dad es que los pol¨ªticos siempre nos interpretan pol¨ªticamente. Nosotros tenemos una visi¨®n general sobre la familia y la exponemos, aunque luego lo manipulen pol¨ªticamente.
P. Pero esa politizaci¨®n, ?no vendr¨¢ ya de ustedes, que dicen hablar como pastores y se dirigen a lo, gobernantes, hablan como simples ciudadanos, pero re¨²nen a la Comisi¨®n Permanente, alto organismo episcopal?
R. Hemos hecho cuatro documentos sobre la familia y siempre en los mismos planteamientos; indicios hay de quienes nos critican de involucionismo, no se los han le¨ªdo. En el m¨¢s reciente s¨®lo desarrollamos el punto 4 del documento de 1979, habida cuenta de c¨®mo iba desarroll¨¢ndose el proyecto de ley. Pero tambi¨¦n en el ¨²ltimo reconocemos la libertad del legislador para que act¨²e en conciencia y que sea ¨¦l quien valore si el no tener una ley sobre el divorcio no es m¨¢s perjudicial que el tener una.
P. Es decir, que vuelven a hablar por esa preocupaci¨®n pol¨ªtica que les causa el desarrollo de la ley y hablan en v¨ªsperas del congreso de UCD y para que los diputados tengan su documento sobre el pupitre del Parlamento.
R. Concedo que se pueda pensar que el momento no fue oportuno. Comparto esa inoportunidad, tanto m¨¢s cuanto que ya hab¨ªamos hablado. Pero no hay que olvidar un hecho: la Iglesia hab¨ªa hablado ya, pero en base al proyecto Lavilla y Cavero. No es que hubi¨¦ramos dado luz verde ni roja; s¨®lo ¨¢mbar. Aquel proyecto inicial evolucion¨® en sentido distinto del previsto. Los obispos ten¨ªamos que hablar para clarificar nuestra postura y que no nos dijeran que est¨¢bamos de acuerdo. Se trataba de un juicio ¨¦tico, aunque los sucesivos aplazamientos del Congreso de UCD dieran la impresi¨®n de que quer¨ªamos influir en su marcha.
P. Pero ustedes tuvieron tiempo de escoger la fecha oportuna, dado que sus recelos ven¨ªan de atr¨¢s. Ya en octubre de 1980, estando todav¨ªa Dadaglio en Espa?a, la Santa Sede llamaba la atenci¨®n del Gobierno espa?ol sobre los aspectos que ustedes criticaron luego.
R. Yo no conozco esa intervenci¨®n de la Santa Sede. Lo que s¨ª digo es que los distintos sectores de UCD especulaban con nuestra postura. Hab¨ªa que clarificar las cosas.
P. Lo que todo esto da a entender es que no pueden los obispos hablar como pastores sin que se conmocione a los partidos y al Gobierno.
R. No se puede hablar en abstracto. Por el peso cultural e hist¨®rico de la Iglesia espa?ola, su palabra, tiene una connotaci¨®n pol¨ªtica.
P. Pero entre hablar como pastores y dirigirse al Gobierno hay un trecho, el de cualquier grupo social que trata de exponer sus ideas dirigi¨¦ndose no tanto al poder cuanto a la opini¨®n p¨²blica.
R. Nos dirijimos a todos, pero los partidos pol¨ªticos tratan de llevarnos a su molino. Lo mismo ocurr¨ªa en tiempos de Franco: cuando defend¨ªa los derechos humanos me dec¨ªa el poder que hablara del evangelio.
"Estamos claramente con la Constituci¨®n"
P. No es lo mismo defender un derecho fundamental como la democracia que tratar del divorcio, que puede ser resuelto por los mecanismos democr¨¢ticos. ?No estar¨¢ ah¨ª la causa de la cr¨ªtica a su silencio?
R. Es injusto lo que se ha dicho en torno de nuestra reacci¨®n sobre aquellos lamentables acontecimientos. Es injusta la cr¨ªtica de oportunismo.
P. Se ha criticado m¨¢s bien la falta de reflejos o instinto democr¨¢tico.
R. Tampoco estoy de acuerdo. Las cosas fueron as¨ª: aquella tarde nos dijeron que unos terroristas vestidos de guardias civiles hab¨ªan entrado en el Parlamento. La consternaci¨®n fue general. Pero no cre¨ªamos, por falta de informaci¨®n, que la democracia estuviera en peligro, sino que aquello era el acto de un loco. Luego comprend¨ª, por sus ramificaciones, que la cosa hab¨ªa sido muy grave. Cuando llegu¨¦ a casa o¨ª, a eso de las once, unas declaraciones del portavoz de los obispos, Antonio Montero. Dec¨ªa que nuestro ¨²ltimo rezo lo hab¨ªamos ofrecido por Espa?a. Salt¨¦ de la butaca porque aquello era muy equ¨ªvoco, como si nosotros hubi¨¦ramos rezado por Tejero. Hab¨ªamos pedido por los secuestrados. Se lo dije a la ma?ana siguiente a Antonio Montero, quien ya, en ese momento, ten¨ªa esbozada la declaraci¨®n que luego hicimos.
P. ?No le parece llamativo su celo por defender determinados derechos naturales y esta lentitud en entender la gravedad de la democracia?
R. Estamos claramente con la Constituci¨®n. Nuestra postura, que algunos critican por tibia, nos ha acarreado insultos y protestas. En mi casa de Oviedo hay una pintada con el ?viva Tejero?. Cartas me han llegado en las que me dicen que muchos espa?oles no votaron la Constituci¨®n... Pero nosotros actuamos. siempre en conciencia, por m¨¢s que no siempre nuestros puntos de vista sean expuestos bien a la opini¨®n p¨²blica.
P. Tras el golpe se ha operado un examen de conciencia colectivo. El Rey invita a los partidos a posponer las miras partidarias ante la gravedad de los problemas del Estado. ?No piensa que el recado tambi¨¦n vale para la Iglesia, la cual, desde la llegada de la democracia, se ha pertrechado en la defensa de sus intereses corporativistas, por ejemplo, en el tema de la ense?anza?
R. Hemos defendido los colegios de la Iglesia porque va en provecho del pueblo. Me gustar¨ªa saber si estad¨ªsticamente la ense?anza privada se dirige a las clases bajas o a las. medias y altas.
P. Cuando la ley de Centros se dijo que hab¨ªa m¨¢s colegios privados en la ciudad que en el campo, en los barrios c¨¦ntricos que en la periferia.
R. Yo puedo hablar de Asturias. La Iglesia ten¨ªa m¨¢s de quince filiales de instituto en suburbios ), cuenca minera. Cuando lleg¨® la planificaci¨®n estatalista -que comenz¨® ya en tiempos de Franco-, se consideraba rival a quien tuviera un colegio. Se nos present¨® entonces la siguiente papeleta.: o mantener institutos subiendo la matr¨ªcula, o transformarlos en EGB, para lo que s¨ª hab¨ªa subvencin. Decid¨ª ofrec¨¦rselos al Estado, porque el pueblo necesitaba institutos, que si qued¨® con todos menos un par de ellos en zona minera, porque el pueblo no quer¨ªa que se fueran los religiosos. Yo creo advertir, sin embargo, en los partidos de izquierda, en el PSOE, una gran desconfianza, como si temieran que la Iglesia pudiera manejar en un sentido conservador el poder que nos dan los colegios. Algo parecido a lo que le ocurr¨ªa a Aza?a.
P. Pero esas voces cr¨ªticas quer¨ªan una planificaci¨®n de la ense?anza que permitiera escuelas decentes para todos, estaban contra idearios cerrados porque la educaci¨®n en democracia exige pluralismo y desconfiaban del argumento libertad de ense?anza, del que la Iglesia s¨®lo se acuerda en tiempos de democracia.
R. Acepto la primera parte. He dicho que si la Iglesia debe tener colegios no es para hacer negocio. En el siglo XIX se fundan congregaciones para educar a los marginados, a los pobres, a las ni?as.
P. ?Y lo del ideario particular?
R. No creo que los colegios de la Iglesia fomenten el sectarismo. El ahondamiento cultural de la fe debe ser profundamente democr¨¢tico.
P. Indicios hay en otro sentido. Ustedes quieren que la clase de religi¨®n, m¨¢s que tratamiento cultural de la religi¨®n, sea catequesis.
R. A veces se incurre, en ese error por la man¨ªa del pastoralismo. Pero no hay que meterse en la conciencia del alumno cuando se trata de una clase de religi¨®n. Hay que distinguir entre clase de religi¨®n y catequesis, aunque se trate de realidades complementarias.
P. Dec¨ªa usted recientemente ?menos politizaci¨®n y m¨¢s evangelizaci¨®n?. ?No tienen a veces un celo excesivo por salvar al hombre al decirse ustedes, garantes del hombre y del derecho natural?
R. Cuando oigo determinadas teor¨ªas sobre el hombre me digo: si yo pensara as¨ª, tendr¨ªa la tentaci¨®n de manipular al hombre. Creo, sin embargo, que del evangelio nace un humanismo radical.
P. Pero cuando en Espa?a, la Iglesia, con todo su poder sociol¨®gico, se erige en int¨¦rprete del derecho natural, ?no corre el peIigro de olvidar que la naturaleza de la que habla es muy particular y que hay otros humanismos?
R. Son muchos los que hoy hablan del derecho natural. No me gusta decir que el matrimonio por derecho natural sea intr¨ªnsecamente indisoluble. Son palabras que rara vez se entienden en su correcto sentido. Pero s¨ª digo que es estable, una instituci¨®n social cuya estabilidad est¨¢ por encima de los individuos. Esa es la luz que queremos ofrecer.
P. S¨®lo que ustedes se muestran m¨¢s preocupados por encender la mecha del legislador que por dejar irradiar esa luz entre los hombres.
R. Repito que pens¨¢ihos en todos. Otra cosa es que los partidos pongan de relieve los aspectos parciales que les interesan.
"Hay un renacimiento del anticlericalismo"
P. Usted llega a la presidencia bajo el signo de un buen pastor de la Iglesia. ?Cu¨¢l es el momento de la Iglesia espa?ola?
R. En 1967 se inici¨® una l¨ªnea coherente que debemos mantener. Claro que el esfuerzo realizado por lograr la independencia de la Iglesia y el trabajo supletorio que entonces hubo que hacer hace m¨¢s urgente ahora volcarse en la animaci¨®n de la vida interna de la Iglesia.
P. Pero muchos grupos de cristianos, vivos hace a?os, est¨¢n desanimados ahora. El desencanto tambi¨¦n ha alcanzado a la Iglesia.
R. No siempre hemos sabido dialogar. A nadie gusta que en asambleas de cristianos insulten a la jerarqu¨ªa o la descalifiquen globalmente. Ha fallado el di¨¢logo. Tambi¨¦n en mi caso, que le tengo en gran aprecio. Creo sinceramente que en esos grupos cr¨ªticos hab¨ªa quien s¨®lo estaba por razones pol¨ªticas. Pero con los que se confiesan cristianos debemos intentar el acercamiento como miembros de la Iglesia que son.
P. ?Ser¨¢ posible desde la Conferencia Episcopal, en cuya permanente y presidencia de las comisiones faltan sistem¨¢ticamente los nombres m¨¢s dialogantes: Seti¨¦n, Iniesta, Echarren, Fernando Sebasti¨¢n, Os¨¦s ... ?
R. La renovaci¨®n se hace lentamente. Pero el ¨¢nimo dialogante es general.
P. Se habla de un renacer del anticiericalismo. ?A qu¨¦ se debe?
R. Hay un renacimiento del anticlericalismo. Pero no se puede comparar con el de 1936, cuando se incendiaban iglesias y se mataba a los curas. Hemos caminado desde entonces un buen trecho. A veces, los l¨ªderes pol¨ªticos, en los mitines, se creen obligados a meterse con nosotros, y luego, en privado, nos dicen que la cosa no va en serio. Lo cierto es que desde distintos sectores se produce un acoso sistem¨¢tico, tambi¨¦n en EL PA?S, a las posturas de la Iglesia.
P. ?No ser¨¢ que est¨¢n mal acostumbrados? En la radio, en Televisi¨®n, en la mayor¨ªa de los peri¨®dicos, suele predominar un am¨¦n sistem¨¢tico a las actuaciones de la jerarqu¨ªa.
R. No me asustan las cr¨ªticas. Cuando las leo me pregunto c¨®mo es que determinadas intenciones nuestras acaban siendo mal interpretadas.
P. Pregunta final. Desde distintos sectores de UCD se habla de crear un partido cat¨®lico. Algo tendr¨¢n ustedes que decir.
R. Cada cual es muy libre de hacer lo que quiera. Ni entramos ni salimos. Pero la Iglesia espa?ola no tiene ni tendr¨¢ su partido pol¨ªtico. Nosotros estamos dispuestos al di¨¢logo con todos ellos, de derechas y de izquierdas, y respetaremos la voluntad popular. Queremos ser libres para ofrecer a los hombres lo que es verdaderamente nuestro mensaje: a Cristo resucitado y su evangelio de salvaci¨®n.
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