Espeluznante cogida de Andr¨¦s Blanco
Un soplo de tragedia se cerni¨® sobre la plaza de Valencia a poco de empezar el festejo. Fue cuando Andr¨¦s Blanco result¨® cogido de forma espeluznante. Pasaba de muleta a su novillo, con torer¨ªa, y lo llev¨® a las proximidades de toriles, que suele ser terreno peligroso para ejecutar las suertes. Al rematar un redondo, el Pablo Romero prendi¨® por un muslo a Andr¨¦s y lo lanz¨® a gran altura. Cay¨® el torero de nuca y qued¨® en la arena, inerme, a merced de las tarascadas que segu¨ªa tirando el novillo, todas las cuales iban al cuello.Cuantos matadores, subalternos, mozos de espada y asistencias habla en el callej¨®n se lanzaron al ruedo para auxiliar al diestro. Cundi¨® el espanto cuando se llevaban a la enfermer¨ªa a Andr¨¦s Blanco, desvanecido. Todos temimos lo peor. Menos mal que al poco tiempo regresaba su cuadrilla, tranquilizando a quienes les preguntaban -?no hay cornada, no hay cornada?-, y no mucho m¨¢s tarde, Felipe de Luz, cirujano del coso, volv¨ªa a ocupar su burladero. Estaba claro que si se dispon¨ªa a presenciar la corrida era porque en la enfermer¨ªa no ocurr¨ªa nada de especial gravedad.
Plaza de Valencia
Cinco novillos de Pablo Romero, con casta; tercero de Manolo Gonz¨¢lez, manso. ?ndr¨¦s Blanco: cogido en el primero. El Soro: cuatro pinchazos y estocada (silencio). Pinchazo, estocada atravesada que asoma, primer aviso, otro pinchazo, nueva estocada atravesada, rueda de peones, segundo aviso, y tres descabellos (m¨¢s palmas que pitos). Pinchazo, estocada atravesada, rueda de peones y descabello (ovaci¨®n y salida al tercio). Manolo Gonz¨¢lez: dos pinchazos, estocada delantera, aviso, rueda de, peones y descabello (aplausos y salida al tercio). Estocada, rueda de peones y cuatro descabellos (silencio). Estocada atravesada, otra estocada y descabello (ovaci¨®n). Un toro de Mat¨ªas Bernardos, para rejones, Jo?o Moura: dos rejones de muerte y tres descabellos (ovaci¨®n). Parte facultativo: Andr¨¦s Blanco sufre fuerte contusi¨®n en regi¨®n cervical y conmoci¨®n cerebral, pendiente de examen radiol¨®gico. Pron¨®stico reservado.
Pero la fiesta se mueve entre las coordenadas de tragedia y de gloria, y un soplo de ¨¦sta se cerni¨® sobre la plaza, tambi¨¦n, casi de inmediato. Fue cuando salt¨® a la arena el segundo Pablo Romero, un novillo de bandera, bravo, encastado y noble, que repet¨ªa las embestidas con suavidad, prontitud y codicia. Un novillo para situarse, para cuajarle una de esas faenas que se quedan indefinidamente en la memoria. El Soro se esforz¨® al m¨¢ximo, hizo el toreo serio, sin concesiones a la galer¨ªa, e instrument¨® algunas series de redondos y naturales con un empaque como no se le hab¨ªa visto en Valencia. Para su desgracia, sin embargo, se emborrach¨® de torear, hasta el punto de que pas¨® al novillo de faena, tard¨® en cuadrarlo, ejecut¨® mal el volapi¨¦, y lo que pudo ser un triunfo enorme acab¨® en dos avisos.
Luego le corresponder¨ªa a El Soro un Pablo Romero de caracter¨ªsticas totalmente opuestas: dif¨ªcil, reserv¨®n, prob¨®n, de media arrancada y que derrotaba al bulto. Lo admirable de este torero es que de nuevo apur¨® sus deseos de triunfar, ahora hasta extremos inveros¨ªmiles. Una vez y otra intentaba el natural o el derechazo, sorteaba los ga?afones y volv¨ªa a la cara del toro con todos los arrestos del mundo. Cuando un novillero est¨¢ en el ruedo con esta verg¨¹enza torera no hay m¨¢s r¨¦medio que descubrirse y despejarle el camino hacia la fama.
Apuntes de clase mostr¨® Manolo Gonz¨¢lez en los tres ejemplares que hubo de matar, dos de ellos con problemas y el ¨²ltimo de excelente recorrido. No cuaj¨® faena, qu¨ªz¨¢ porque a¨²n le falta placearse, pero s¨ª dej¨® entrever destellos de un muleteo de alta escuela, que alcanz¨® su m¨¢ximo brillo en los pases de pecho, en los quiquiriqu¨ªes y en los ayudados. Se le anotan defectos t¨¦cnicos. Por ejemplo, torea con la mano demasiado alta, tiende a ahogar las embestidas y en los naturales coge mal el estoquillador. Todo lo cual, por otro lado, es perfectamente subsanable y m¨¢s en un novillero que empieza, al que se le aprecian valor y afici¨®n, como es el caso de Manolito Gonz¨¢lez.
Variad¨ªsimos de comportamiento los Pablo Romero, si bien uniformes en una casta acentuada de la mejor ley, propiciaron uno de los m¨¢s interesantes espect¨¢culos que hayamos visto a lo largo del ciclo fallero. Terminada la feria podemos decir que casi todo lo mejor se produjo precisamente en las novilladas. Lo cual es muy significativo y profundamente esperanzad¨®r para el futuro de la fiesta.
A mitad del festejo rejone¨® Jo?o Moura, con menos precisi¨®n que otras veces, aunque tuvo momentos felices, principaimente al encelar al manso, que continuamente se le iba a tablas, y conseguir que le embistiera como si fuese bravo. Emborron¨® del todo su actuaci¨®n al echar pie a tierra y descabellar a la ¨²ltima. Tan artista, lidiador y puro a caballo, cuando echa pie a tierra y coge el descabello, este Moura es un finland¨¦s.
Babelia
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