La negociaci¨®n con Europa
EL CONSEJO de Ministros de las Comunidades Europeas acord¨® el pasado d¨ªa 16, en Bruselas, ?intensificar? el proceso negociador para la adhesi¨®n de Espa?a a la CEE. D¨ªas antes, el Parlamento Europeo aprob¨®, una resoluci¨®n -con la sola excepci¨®n de gaullistas y comunistas franceses- en la que se recomendaba una ?aceleraci¨®n? de dichas negociaciones en pos de la pronta incorporaci¨®n de Espa?a al Tratado de Roma. Ambas declaraciones, con sus respect¨ªvos matices, incluyen dos ideas esenciales: el reconocimiento, por una parte, de que hasta el momento el ritmo y la intensidad de las conversaciones hispano-comunitarias ha dejado mucho que desear, y la ¨ªntenci¨®n del Consejo y del Parlamento comunitarios de rect¨ªficar esta morosa y equ¨ªvoca actitud de los diez en favor de su ampliaci¨®n hacia la Pen¨ªnsula.En general, el comportamiento pol¨ªtico europeo ante el intento de golpe de Estado de Espa?a ha sido, hasta el momento, claro y decidido. Todos los paises comunitarios h¨¢n reaccionado r¨¢pida y solidariamente en favor de la Espai¨ªa democr¨¢tica y han reiterado su compromiso de incorporar la naci¨®n espaf¨ªola en la construcci¨®n pol¨ªtica europea sin que la reciente amenaza a la democracia hispana se considere como un problema m¨¢s a incorporar en la negociaci¨®n.
Las instituciones comunitarias, Consejo, Comisi¨®n y Parlamento, han reaccionado puntualmente en favor de Espa?a. Ahora, y una vez Conocido el veredicto ¨²ltimo de? Consejo Europeo, falta por ver c¨®mo se materializan los verbos acelerar o intensificar en lo que a las negociaciones propiamente dichas se refiere. Para ello, y ante todo, no nos queda m¨¢s remedio que esperar el veredicto ¨²ltimo de las elecciones presidenciales francesas, en las que la candidatura hispana a la CEE figura como uno de los temas centrales del debate pol¨ªtico, al menos en lo que se refiere a los programas de gaullistas y comunistas. Es una ventaja el que los seguros finalistas, giscardianos y socialistas, no incluyan en sus proyectos pol¨ªticos posiciones diferenciadas sobre esta cuesti¨®n, por lo que, una vez terminados los comic¨ªos, se espera que la negociaci¨®n Madrid-Bruselas pueda reemprender el camino perdido hace ya un a?o.
De todas maneras, permanece la excusa formal que el Gobierno de Par¨ªs impuso al ritmo negociador para ocultar la campa?a electoral. Se trata de las reformas en curso de las pol¨ªticas agr¨ªcolas y presupuestarias de la CEE. nacidas de los problemas actuales de la Europa verde, de los que se le avecinan con la futura incorporaci¨®n de Espa?a y Portugal y de las exigencias que el Gobierno de Margaret Thatcher impuso a sus colegas europeos en favor de una nueva y m¨¢s justa redistribuci¨®n de las cargas presupuestarias de la CEE. Dos importantes reformas de la estructura del Mercado Com¨²n, a las que podr¨ªan sum¨¢rsele algi¨ªnas matizaciones institucionales de cara a la segunda ampliaci¨®n comunitaria. Dos importantes reestructuraciones y unas posibles matizaciones sobre las que, al parecer, y afortunadamente, no ser¨¢n necesarias rectificaciones en los tratados europeos.
La inc¨®gnita que surge ahora es la de ?qu¨¦ pasar¨ªa si estos dos problemas intracomunitarios se retrasan sin soluci¨®n? En principio, el esp¨ªritu del par¨®n negociador impuesto a Espa?a por Francia dec¨ªa que las negociaciones no podr¨ªan avanzar en los cap¨ªtulos agr¨ªcola y presupuestario (lo que quiere decir en sus temas m¨¢s importantes, con el industrial y aduanero) mientras los proble mas internos de los diez no quedaran zanjados. Espa?a, por el contrario, intent¨® sin ¨¦xito otra soluci¨®n: la de proseguir la negociaci¨®n con el vigente acquis communautaire (nivel actual de los compromisos y pol¨ªticas comunitarias) y adaptar, a la vista del desarrollo de las reformas internas de la CEE, la negociaci¨®n iniciada y equilibrada. Se dijo entonces que habr¨ªa que esperar el informe de la Comisi¨®n Europea sobre agricultura y presupuestos (que luego debe ser aprobado y ratificado en las capitales de los diez) para reanudar las negociaciones entre Madrid y Bruselas.
Pues bien, para julio deben estar concluidos ambos informes y, por tanto, en la capital espa?ola se espera que en eloto?o entrante la negociaci¨®n pueda entrar de lleno en sus temas cruciales. Y aqu¨ª est¨¢ la inc¨®gnita clave de la situaci¨®n hispano-comunitaria. ?Qu¨¦ pasar¨¢ si la Comisi¨®n retrasa sus trabajos?, ?qu¨¦ pasar¨¢ si uno o varios pa¨ªses de la CEE se oponen con firmeza a las propuestas del colegio de comisarios? El riesgo de que la reforma de la CEE persista m¨¢s all¨¢ de los plazos inicialmente previstos es grande y nos coloca, una vez m¨¢s, en situaci¨®n similar a la que sirvi¨® de argumento a Francia para provocar su par¨®n. ?Qu¨¦ garant¨ªas hay de que esto no vuelva a ocurrir? ?Ser¨ªa demasiado pedir que la cumbre de Maastricht diera respuestas concretas a estas interrogantes?
En todo caso, la posici¨®n espa?ola es y debe seguir siendo la misma. Espa?a desea la pronta reanudaci¨®n de las negociaciones, sin prisas ni presiones pol¨ªticas y econ¨®micas de ning¨²n tipo, pero sin trabas ajenas a la vocaci¨®n pol¨ªtica y continental de la Europa comunitaria. Espa?a deberia ver reanudadas en el plazo previsto las negociaciones perdidas, con o sin reformas agr¨ªcola y presupuestaria, que tanto han de afectar alg¨²n d¨ªa a nuestra econom¨ªa, por lo que tampoco estar¨ªa de m¨¢s que Madrid fuera consultada, al igual que el resto de las cap?tales comunitarias. Debemos negociar con la CEE actual y adaptarnos despu¨¦s a las reformas en curso. Si ¨¦stas concluyen antes que la negociaci¨®n, mucho mejor; pero si se retrasan, ello no debe repercutir sobre nuestras conversaciones, porque, visto lo apretado del calendario, corremos el riesgo de caer de nuevo en otros vaivenes pol¨ªticos -las elecciones legislativas francesas de 1983, por ejemplo- y, en consecuencia, en un segundo y desalentador retraso.
La CEE tiene en este proceso la llave y la responsabilidad. Al Gob¨ªerno espa?ol, que cuenta con el apoyo de todos los grupos parlamentarios espa?oles, le corresponde, por su parte, el demostrar que Europa es la primera meta de la diplomacia hispana. La vuelta de esta pol¨ªtica al palacio de Santa Cruz debe significar su ubicaci¨®n en la cabeza de las prioridades exteriores en un momento pol¨ªtico como el actual, en el que la pol¨ªtica exterior, como pol¨ªtica de Estado, debe desarroll¨¢rse en aquellos sectores que no provoquen el conflicto.
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