Ante Europa
La Europa occidental nos mira entre sorprendida y preocupada. El asalto al Congreso y el secuestro del Gobierno y del Parlamento han creado un clima de alarma en el continente de la democracia. La transici¨®n pol¨ªtica hab¨ªa sido presentada a la opini¨®n europea como un proceso de ejemplar eficacia. He aqu¨ª que nuestro pa¨ªs ha logrado en tres a?os convertirse formalmente en una Monarqu¨ªa constitucional y parlamentaria. Nuestras credenciales europeas estaban, pues, limpias y flamantes. Europa es, desde el final de la segunda guerra mundial, el basti¨®n ideol¨®gico de las libertades civiles y de los derechos humanos. Sin esa identificaci¨®n no cabe hablar hoy por hoy de la Europa moderna. Sus veinti¨²n pa¨ªses, integrados en el Consejo del mismo nombre, se agrupan bajo el signo com¨²n de la libertad pol¨ªtica. Por vez primera en la historia contempor¨¢nea. el sustrato o denominador un¨¢nime de los pueblos occidentales del Viejo Mundo es el sistema democr¨¢tico de su vida p¨²blica. Tiene ese cimiento la condici¨®n de un mensaje moral. A la hora en que los m¨¦todos desp¨®ticos sirven para gobernar a millones de seres humanos, las naciones que se encuentran a la cabeza de la civilizaci¨®n por la profundidad de su cultura, por el avance de la tecnolog¨ªa y por el nivel y calidad de su vida apoyan el m¨¦todo de la selecci¨®n de sus gobernantes en principios de libertad, de concurrencia y de cr¨ªtica abierta.Se me dir¨¢ que hay una excepci¨®n que se llama Turqu¨ªa. En efecto, el r¨¦gimen parlamentario y democr¨¢tico turco fue derrocado en septiembre de 1980 por las Fuerzas Armadas del pa¨ªs, invocando la impotencia del Parlamento para elegir presidente y el alarmante nivel de la violencia pol¨ªtica. Soy testigo de la honda y triste impresi¨®n que ese acontecimiento provoc¨® en la Asamblea de Estrasburgo. A pesar de las justificaciones que los propios diputados de aquella gran naci¨®n presentaron a sus colegas de los restantes veinte pa¨ªses, el efecto causado por esta interrupci¨®n violenta del r¨¦gimen democr¨¢tico fue deplorable. El tema de Turqu¨ªa salt¨® al primer plano de los debates del Consejo y se llevaron a cabo gestiones y visitas sobre el terreno con objeto de conocer los datos reales de la situaci¨®n; es decir, el alcance y dimensi¨®n de la represi¨®n pol¨ªtica; el n¨²mero de los detenidos, procesados y ejecutados; la supresi¨®n de peri¨®dicos; la existencia de la tortura; la regimentaci¨®n de la vida civil, y todos aquellos aspectos que conlleva fatalmente la ruptura del Estado de derecho. A¨²n no se ha terminado. el examen del asunto y el delicado problema de si puede seguir perteneciendo como miembro de pleno derecho a la instituci¨®n. Yo, personalmente, soy partidario de que no se aleje a Turqu¨ªa del Consejo de Europa. Bien notoria es la inmensa simpat¨ªa y el solidario apoyo que reciben los representantes parlamentarios otomanos por parte de sus restantes compa?eros europeos, que desear¨ªan el r¨¢pido fin del par¨¦ntesis golpista y ¨¦l retomo al sistema constitucional. Y nadie ignora tampoco el valor geopol¨ªtico de Turqu¨ªa en el contexto internacional. Se preguntaban y nos preguntaban en un reciente encuentro interparlamentario europeo en Madrid, diputados de distintas naciones, qu¨¦ se pod¨ªa hacer en favor de la democracia espa?ola despu¨¦s de la brutal agresi¨®n de que ha sido objeto. Pienso que lo m¨¢s eficaz ser¨ªa acentuar los v¨ªnculos de comprensi¨®n y solidaridad de los Gobiernos y parlamentos de Europa con los nuestros en todos los terrenos. No s¨¦ si es viable una aceleraci¨®n de nuestro proceso integrador en la CEE dada la inminencia de la campa?a presidencial en Francia y el hallarse pendiente el informe sobre los problemas agrarios y financieros; pero en todo caso la existencia manifiesta de una opini¨®n europea en ese sentido arropar¨ªa moralmente a la inmensa mayor¨ªa electoral que en nuestro pa¨ªs quiere regirse por normas de libertad y convivencia pac¨ªficas. Hay que engancharse firmemente al tren de Europa para que no puedan llevamos a la fuerza los fogoneros del despotismo hacia el Africa o hacia Suram¨¦rica. Europa somos y en Europa seguiremos. Y Europa es cultura y libertad individual. Toda la dial¨¦ctica universal que sirve de apoyo a la defensa del modelo de vida de Occidente se vendr¨ªa abajo si al despotismo colectivista de la sociedad cerrada se opusiera otro modelo de dictadura conservadora igualmente totalitaria y aniquilante. Dicen que los golpistas espa?oles buscaron el apoyo de la Administraci¨®n norteamericana o al menos su neutralidad. Dificulto que el despliegue atl¨¢ntico o el dispositivo estrat¨¦gico occidental tuviesen nada que ganar con incorporar las etiquetas fascistas al mosaico integrado de los ej¨¦rcitos de la democracia de Occidente.
?Ha hecho estragos el golpe de febrero en Europa, como ha dicho Felipe Gonz¨¢lez de regreso de su viaje aclaratorio? Es muy probable que haya abierto en Londres, en Par¨ªs, en Bonn o en Bruselas interrogantes de grave escepticismo. Los juicios sobre el acontecimiento que he le¨ªdo en la Prensa de esas capitales me confirman en tal aserto. La t¨®nica general es de simplismo en el an¨¢lisis y de ligereza en las conclusiones. Por ejemplo, en significar que el motivo ¨²nico del golpe fue la existencia del terrorismo en el Norte y la incapacidad de los Gobiernos en combatirlo eficazmente. Otros comentarios se refieren a la valerosa figura del Rey y a la nutrida constelaci¨®n de los generales, sin mencionar siquiera, no ya a la clase pol¨ªtica, sino a la sociedad civil espa?ola, que es en definitiva, la protagonista de la vida democr¨¢tica y a la que se quiere, por lo visto, apartar del planteamiento en cortocircuito deliberado. Pocos periodistas extranjeros se?alan el hecho relevante de que el golpe fue el resultado de un prop¨®sito de largo alcance: el de la voladura m¨¢s o menos controlada del sistema democr¨¢tico espa?ol por suponerlo intr¨ªnsecamente nocivo. Ninguno de ellos recoge tampoco el dato de que hay sectores reducidos en n¨²mero, pero importantes en influencia, de la vida espa?ola que ni han asumido la democracia, ni han aceptado sinceramente sus principios; que detestan el r¨¦gimen de libertades en general y la libertad de expresi¨®n en particular, y que, sabi¨¦ndose electoralmente muy minoritarios, buscan en ¨¦l uso ileg¨ªtimo de la violencia armada cauce para llegar de nuevo al poder. A ese aspecto tan decisivo del lamentable episodio no se le presta la atenci¨®n debida. Y cabr¨ªa decir, para resumir, que nada satisface tanto al extremismo golpista como que las cosas del Estado vayan mal. Y que si la violencia vasca no existiese, el golpismo tendr¨ªa los mismos prop¨®sitos y su capacidad conspiratoria seguir¨ªa en activo.
A los pa¨ªses de la Europa democr¨¢tica ni les interesa, ni les agrada, ni les conviene que un, elemento tan decisivo del conjunto continental como es la Espa?a de hoy basculara hacia posiciones antidemocr¨¢ticas en los actuales momentos. La tensi¨®n internacional es hoy d¨ªa alta y peligrosa. En los ¨²ltimos diez a?os, el panorama Este-Oeste ha pasado de la distensi¨®n negociadora de desarmes a la confrontaci¨®n amenazadora en Europa y en varias regiones del Tercer Mundo. Las arterias vitales del consumo energ¨¦tico europeo se hallan pendientes de la estabilidad y garant¨ªa del ¨¢rea suministradora del Oriente Pr¨®ximo vol¨¢til e inseguro por el gran n¨²mero de cuestiones irresueltas que contiene. Es un factor m¨¢s que se acumula a los que motivan las expectativas de larga crisis econ¨®mica en la d¨¦cada de los ochenta en las naciones del mundo occidental. Solamente en el sistema de consultas, en la solidaridad concertada y en la coordinaci¨®n de las democracias del Oeste podr¨¢n encontrarse los dif¨ªciles caminos que superen la situaci¨®n y protejan la seguridad de nuestra sociedad abierta, com¨²n a todos los pueblos de r¨¦gimen pol¨ªtico democr¨¢tico.
Ante Europa, un golpe como el del 23 de febrero fue no solamente impensable, sino impresentable. Retrajo nuestra imagen exterior a la espagnolade a la Marim¨¦e, o a los episodios de don Jorgito Borrow, el vendedor de biblias en los a?os de Espartero y de Narv¨¢ez. Fue un intento de involuci¨®n hacia el arca¨ªsmo; de rechazo hacia las formas civilizadas del uso pol¨ªtico y de ponerse de espaldas a la modernidad. Ello no quiere decir que los Gobiernos de nuestra joven democracia hayan sido buenos o no hayan cometido errores sustanciales. Pero ello ocurre en todos los pa¨ªses de r¨¦gimen de libertades constantemente, y para eso est¨¢n las consultas electorales libres, que permiten rectificar a fondo los rumbos equivocados. Eso significa lo de ?dar un golpe de tim¨®n?, como opinaba don Josep Tarradellas. No consiste en largar un torpedo contra el nav¨ªo reci¨¦n estrenado para que se hundiera estrepitosamente ante las costas de Europa.
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