Un simple cambio de guardia
Al cumplirse cinco a?os del golpe militar que derroc¨® al poco apto y heterog¨¦neo Gobierno constitucional de Isabel Per¨®n, un nuevo militar, el general Roberto Viola se hace cargo de la Presidencia de la naci¨®n argentina.Su designaci¨®n por las fuerzas armadas, hace seis meses, no caus¨® ninguna sorpresa en los medios pol¨ªticos, econ¨®micos y diplom¨¢ticos, que, desde su paso como comandante en jefe del Ej¨¦rcito, lo consideraban un leg¨ªtimo delf¨ªn del llamado proceso de reorganizaci¨®n nacional. M¨¢s que un cambio trascendental en un pa¨ªs de fuerte raigambre presidencialista, se le consider¨® como un simple cambio de guardia en un Gobierno militar no consolidado. El propio general Viola as¨ª lo valoraba al manifestar ?que en lo sustancial compart¨ªa plenamente la filosof¨ªa y las pautas del proceso, aunque pod¨ªan existir retoques en su instrumentaci¨®n?. El Gabinete elegido por Viola, al que algunos observadores califican de ?oposici¨®n en el proceso y no del proceso?, as¨ª lo confirmar¨ªa.
Sin embargo, glosando a Ortega, las circunstancias que rodean la vida pol¨ªtica argentina son sustancialmente diferentes de las que encontr¨® su predecesor, Videla, en marzo de 1976. Viola encuentra al pa¨ªs en una situaci¨®n l¨ªmite. Inflaci¨®n, quiebras, especulaci¨®n financiera, crecimiento cero del producto bruto, aumento de la deuda externa y crecientes dificultades en las exportaciones, son los signos manifiestos que revelan un profundo caos econ¨®mico impuesto por el ministro de Econom¨ªa, Jos¨¦ Mart¨ªnez de Hoz.
En lo pol¨ªtico, son cada d¨ªa m¨¢s evidentes los signos de impaciencia por las expectativas frustradas que se observan en la clase dirigente argentina. A la congelaci¨®n de de recho que les impuso el Gobierno militar, se ha ido contestando con una creciente actividad de hecho y con planteamientos m¨¢s rigurosos y audaces. Las exigencias de libertad de expresi¨®n, de levantamiento del Estado de sitio, con la consiguiente libertad de presos pol¨ªticos y el retorno de exilados, y de funcionamiento pleno de las agrupaciones pol¨ªticas, sin otras exclusiones o proscripciones que la de aquellos que no aceptan las re glas del juego democr¨¢ticas, son asumidas a diario por la inmensa mayor¨ªa de una clase pol¨ªtica en plena etapa de aggiornamento.
Los sindicatos, constre?idos tambi¨¦n por una rigurosa legislaci¨®n que limita el manejo de sus fondos y les prohibe asociarse en organizaciones de tercer grado, con numerosos gremios intervenidos militarmente, van conformando un polo de protesta y su gravitaci¨®n es cada d¨ªa mayor.
Los empresarios del campo y la ciudad no pierden oportunidad para pedir rectificaciones profundas y estructurales a la actual pol¨ªtica econ¨®mica, que, imbuida por las tesis de la Escuela de Chicago, deja d¨ªa a d¨ªa, sus industrias y sus campos a merced de los grandes monopolios multinacionales.
Igual ocurre con los sectores ligados a la educaci¨®n, a las profesiones liberales, los intelectuales y los artistas, o a la Iglesia con pastorales m¨¢s comprometidos en un proceso de recuperaci¨®n democr¨¢tica. Es, en suma el 95% de, los argentinos el que pide los cambios. Son las grandes mayor¨ªas nacionales y el, conjunto de sus sectores pol¨ªticos, econ¨®micos y sociales los que exigen rectificaciones estructurales profundas.
El terrorismo guerrillero, por otra parte, que las extremas totalitarias de derecha e izquierda utilizaron durante el Gobierno peronista y parte del r¨¦gimen. militar con fines desestabilizadores, ha sido costosamente desarticulado. La intensidad y profundidad de la represi¨®n, le, han dejado una pesada carga en materia de derechos humanos y de libertades m¨ªnimas. La subversi¨®n como factor aglutinante de las fuerzas armadas, ha dejado de existir y en el seno de las mismas son cada vez m¨¢s amplias las divergencias en torno al proyecto de pa¨ªs querido, y mayores las voces que reclaman una soluci¨®n democr¨¢tica y nacional, acorde con el pensamiento sanmartiniano.
Asimismo, la estabilidad intemacional que le supondr¨ªa la llegada de Reagan al Gobierno de Estados Unidos, pone en tela de juicio la pol¨ªtica de estrecha colaboraci¨®n comercial y diplom¨¢tica que con la Uni¨®n Sovi¨¦tica y dem¨¢s pa¨ªses comunistas mantuvo el r¨¦gimen de Videla.
Tambi¨¦n el conflicto con Chile, cuyo origen inmediato est¨¢ en una err¨®nea medida adoptada por la c¨²pula militar, que presidida por el general Lanuse gobern¨® el pa¨ªs hasta el 25 de mayo de 1973, es una pesada herencia que recibe el flamante elenco, ya que es cuestionado por el r¨¦gimen pinochetista, el tradicional e hist¨®rico principio bioce¨¢nico- -Chile al Pac¨ªfico sur, Argentina el Atl¨¢ntico sur- sustentado por largas generaciones de argentinos.
Como dec¨ªa en su reciente informe al Comit¨¦ Nacional del Partido Intransigente de Argentina su presidente, doctor Oscar Alende: ?La apertura pol¨ªtica es inevitable. La situaci¨®n general es tan dif¨ªcil, que ni el Gobierno ni grupos aislados est¨¢n en condiciones d¨¦ abordar las soluciones de fondo. Esto se arregla entre todos los argentinos, o no lo arregla nadie, y en tal caso el pa¨ªs ser¨¢ empujado al caos o a la disgregaci¨®n nacional?. La disyuntiva entonces es clara para las fuerzas armadas: acompa?an a la inmensa mayor¨ªa de los argentinos que desean un pa¨ªs democr¨¢tico, pr¨®spero y en libertad, rompiendo sus lazos con las oligarqu¨ªas antinacionales y el privilegio, o de lo contrario, corren el riesgo de ser contestadas y desbordadas por sus compatriotas. El punto de partida debe ser uno: la Argentina de 1981 no es el pa¨ªs de 1976.
Ernesto S¨¢bato, figura de excepci¨®n en la literatura argentina, dec¨ªa hace pocos d¨ªas, en un brillante art¨ªculo publicado por EL PAIS: ?Ojal¨¢ nuestra pobre y desventurada patria, esta tierra que amamos hasta la muerte, a¨²n con todos sus defectos, pueda encontrar el camino de la paz a pesar de tanta sangre y tristeza?. As¨ª sea.
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