Mil familias gitanas viven en condiciones infrahumanas en el distrito de Mediod¨ªa
?En el plazo de dos a?os vamos a tener ya soluciones concretas para terminar con el chabolismo en la zona?, declar¨® Jos¨¦ Luis Mart¨ªn Palac¨ªn, presidente de la junta municipal de distrito de Mediod¨ªa, en la presentaci¨®n de las jornadas sobre poblaci¨®n gitana en el distrito, celebradas esta semana en el centro social de San Ferm¨ªn. La Asociaci¨®n de Desarrollo Gitano y la citada junta municipal han organizado estas jornadas con. el fin de dar una visi¨®n global de los problemas que padecen los 5.000 gitanos del distrito, de los cuales m¨¢s del 80% habita en chabolas.Cerca de mil familias, setecientas de ellas calificadas de marginales, ocupan los catorce n¨²cleos chabotistas del distrito de Mediod¨ªa. Entre las familias de rasgos marginales, el 45% corresponde a grupos de gitanos que conviven con los payos (Altamira, La Celsa, Pozo del Huevo) o forman poblados aparte (La Alegr¨ªa, Torregrosa, La Vi?a, Calero Pita, Los Trigales y Santa Petronila).
Las condiciones f¨ªsicas delos barrios chabolistas son muy eficientes: faltan instalaciones de alumbrado y alcantarillado; no llegan los medios de transporte; el terreno es inconsistente y fangoso; las v¨ªas del tren pasan, en algunos barrios al lado de las chabolas; la acumulaci¨®n de basuras en las calles, por incomparecencia del cami¨®n de recogida, o por simple dejadez de los vecinos, es foco de infecci¨®n para los ni?os y sirve de alimento a las ratas, etc¨¦tera. Las viviendas, construidas con materiales de derribo y mamposter¨ªa, no ofrecen una perspectiva m¨¢s optimista.
Salvo en casos excepcionales, no re¨²nen las condiciones m¨ªnimas exigibles para ser habitadas: carencia de agua, de luz y servicios, humedad, posibilidad de hundimiento, enrarecimiento del aire por los braleros, que han de estar encendidos continuamente para combatir el fr¨ªo, ratas, suciedad, hacinamiento y contacto con animales, son la t¨®nica general.
El 50% de las chabolas tienen una superficie inferior a treinta metros cuadrados, y el 39% tienen entre 31 y 50 metros cuadrados. Habida cuenta de que el ¨ªndice familiar es de 5,5 miembros, el espacio habitable resulta a todas luces insuficiente.
El problema de la vivienda, el peor
El problema de la vivienda es el m¨¢s preocupante de los que sufre la poblaci¨®n marginal, a juicio de Mart¨ªn Palac¨ªn. Pero no el ¨²nico. Entroncado con las p¨¦simas condiciones ambientales, aunque tambi¨¦n con la idiosincrasia peculiar de la raza gitana, est¨¢ el problema sanitario. La suciedad del barrio y de la casa, y la precariedad de la higiene personal (cortarse el pelo y las u?as, lavarse las manos, cambiarse de ropa) producen enfermedades en la piel; la humedad, los cambios bruscos de temperatura y el consumo de tabaco desde temprana edad producen bronquitis, catarros y procesos tuberculosos; la desequilibrada alimentaci¨®n, el abuso de picantes y caf¨¦ negro y el contacto de la comida con cacharros y superficies contaminadas, producen trastornos intestinales y digestivos. Las molestias del aparato locomotor y del sistema cardiovascular se ceban en los-ancianos, quienes se resisten a seguir un r¨¦gimen que atenta contra sus h¨¢bitos, y se niegan, en cualquier caso, a ser hospitalizados e intervenidos.
Los ni?os son propensos al contagio de enfermedades respiratorias y de la piel, por su falta de defensas naturales. El raquitismo alcanza cifras muy altas a causa de la nutrici¨®n err¨®nea (hasta casi los dos a?os los ni?os se alimentan b¨¢sicamente de leche materna); la familia no descubre la enfermedad hasta que el peque?o debe empezar a andar y no puede, o hasta que las deformaciones ¨®seas son ¨¢larmantes. Pero entonces el tratamiento es ya dif¨ªcil.
Los embarazos, dentro y fuera del matrimonio, son constantes. La mujer gitana es reacia a emplear m¨¦todos anticonceptivos por muchos hijos y muchos a?os que tenga ya. Durante la gestaci¨®n no acude al ginec¨®logo; s¨®lo busca un m¨¦dico en el rnomento del parto, y casi siempre con urgencia porque no lleva las cuentas. En consecuencia, el ¨ªndice de mortalidad perinatal es muy elevado todav¨ªa.
El 90% de la poblaci¨®n gitana del distrito de Mediod¨ªa no tiene m¨¢s cobertura sanitaria que la de la cartilla municipal de asistencia m¨¦dico-farmac¨¦utica, seg¨²n se desprende de los estudios realizados por la Asociaci¨®n de Desarrollo Gitano. En todo el distrito solamente hay una casa de socorro, la de San Crist¨®bal de los Angeles, que no atiende m¨¢s que a los residentes en su sector. En cuanto a centros hospitalarios, los beneficiarios de la cartilla municipal son asistidos en la ciudad sanitaria provincial, pero la espera para el ingreso puede prolongarse meses. La Cruz Roja env¨ªa dos veces por semana una unidad m¨®vil que no llega a todos los poblados.chabolistas. Las asistentes sociales que trabajan en la zona han de suplir, en m¨²ltiples ocasiones, a los m¨¦dicos y enfermeras
M¨¢s de la mitad de los ni?os, sin escolarizar
El 50% de los ni?os gitanos del distrito no est¨¢n escolarizados. De los catorce n¨²cleos chabolistas, s¨®lo cinco cuentan con un centro escolar: Torregrosa, la Alegr¨ªa, Altamira, La Celsa y Pozo del Huevo, los dos. primeros con alumnado gitano y los tres restantes con alumnado mixto. Los ni?os de los otros poblados han de integrarse en estos centros, aunque les pille lejos de casa, o quedarse en la calle.
En los colegios mixtos se han observado notables diferencias de conocimiento y rendimiento entre ni?os payos y ni?os gitanos. Estos aprovechan menos la ense?anza recibida, tanto por sus propios de terminantes sociales como por su no asistencia a la escuela. Los ni?os gitanos provienen de un ambiente donde la cultura se desconoce e infravalora. El ¨ªndice de analfabetismo de los adultos se sit¨²a entre el 50 % y el 60 %, y del resto, el 21 % sabe leer y escribir ¨²nicamente. Una encuesta realizada en el n¨²cleo de La Celsa dio el siguiente resultado: el 82% de las familias no pose¨ªa ning¨²n libro en su vivienda, y el 18% pose¨ªa uno, dos o tres.
El desapego de sus mayores hacia los temas acad¨¦micos incide en el desinter¨¦s de los ni?os por las actividades escolares. Precisamente, la primera causa de la no asistencia a clase; en opini¨®n de los maestros de la zona, es la permisividad y despreocupaci¨®n de los padres. La siguen causas de tipo socio-cultural: la no coincidencia del horario acad¨¦mico con el de una poblaci¨®n sin trabajo normalizado, la no coincidencia de fiestas y conmemoraciones entre el calendario payo y el gitano, la necesidad de que las ni?as se queden con los hermanitos menores es ausencia de la madre.
En tercer lugar, hay que a?adir una serie de factores psicol¨®gicos que le quitan al gitano las ganas de meterse en la escuela: la dificultad para comprender el lenguaje formal que utiliza el profesor y, muy especialmente, el lenguaje de los libros de texto; el choque con los h¨¢bitos desconocidos que el payo trata de inculcarles (guardar cola para entrar en el comedor, devolver los objetos encontrados en el suelo del aula, lavarse).
El realojamiento de chabolistas en bloques de pisos es de por s¨ª problem¨¢tico, cuanto m¨¢s si intervienen factores ¨¦tnicos y antropol¨®gicos, como en el caso del realojamiento de gitanos. Por poner un ejemplo: los gitanos temen la altura, no est¨¢n acostumbrados a ella, por tanto hay que reservarles las plantas bajas.
Siguiendo una campa?a de erradicaci¨®n de chabolas, 150 familias gitanas han obtenido recientemente un piso nuevo en el barrio de Entrev¨ªas. Los cabezas de familia hab¨ªan manifestado de antemano su deseo de incorporarse a un n¨²cleo de payos, en vez de a un enclave exclusivamente gitano. A pesar de las protestas de alg¨²n vecino porque los de arriba meten los galgos en el piso o porque alborotan en horas de madrugada, la experiencia hasta el momento resulta positiva, seg¨²n la Asociaci¨®n de Desarrollo Gitano. Los gitanos atienden m¨¢s a la higiene de su casa y de su persona, se consideran miembros del barrio y no s¨®lo de un clan familiar, asisten a locales p¨²blicos y asociaciones de vecinos, disminuyen los enfrentamientos entre los de linajes distintos y desaparece la figura del cacique, tan arraigada a la comunidad chabolista gitana; piden lo que creen que son sus derechos, sin tratar de infundir l¨¢stima.
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