Nota a pie de pagina
Mi escasa experiencia de traductor (C¨¦line, Walser, Vian), tan escasa, aunque no tan lejana, como mi experiencia de cliente, de burdel, no consiente otra letra que la menuda de las notas a pie de p¨¢gina para expresar la sospecha de la analog¨ªa que existe entre esas dos sufridas experiencias. Quiz¨¢ la analog¨ªa no exista cuando se trate de traductores profesionales y de clientes profesionales, por aquello de que la profesi¨®n imprime car¨¢cter, aunque me aventuro a creer que traducir a sueldo y amar por precio no son actividades cuya naturaleza se modifique a fuerza de repetici¨®n.Evidentemente, todos conocemos gentes con caras de traductor y gentes con caras prostibularias, pero ¨¦sa es otra cuesti¨®n. Lo mismo que es cuesti¨®n distinta deducir zafiamente que al traductor se le paga como a una ramera, ya que basta con una experiencia escasa para saber que la m¨¢s arrastrada pupila del m¨¢s infecto lupanar de la posguerra madrile?a ganaba en una semana lo que monsieur Maurice Edgar Coindreau, por poner un ejemplo ilustre, en un a?o. Y las diferencias, en pesetas reales, no han hecho sino acentuarse.
Amor venal y traducci¨®n son, esencialmente. funciones rituales. Tanto el cliente como el traductor est¨¢n sujetos a unas ceremonias establecidas, incluso a un tiempo inflexiblemente determinado por la due?a y por el editor. El texto a traducir es el rito inmutable, insoslayable y marm¨®reo que regir¨¢ la operaci¨®n. No cabe ninguna libertad, ninguna infracci¨®n imaginativa; s¨®lo cabe, con arreglo a ese texto, a ese rito, llevar a buen t¨¦rmino la tarea, mediante paciencia, diccionarios y sudor. Muy parecido, por supuesto, hasta en esa funci¨®n profil¨¢ctica que tienen los diccionarios.
Probablemente a causa de esta analog¨ªa, mal entendida, se decidi¨® que a los traductores no hay por qu¨¦ pagarles mucho. No se entiende bien que una industria, que tantos beneficios ha obtenido de las literaturas en otras lenguas, subestimase la traducci¨®n, salvo considerando que traducir es como ir de putas. Esta equ¨ªvoca y ventajista interpretaci¨®n de los cumplimientos rituales ha tenido, en las ¨²ltimas d¨¦cadas, las conocidas consecuencias de abundantes traducciones chapuceras como una ocupaci¨®n apresurada, desganadas, m¨¢s falsas que el te voy a hacer feliz e incluso nefastas, como uno de esos gatillazos del cliente que averg¨¹enzan a la manceb¨ªa entera Aun con todo, ha crecido el reducido n¨²mero de buenos traductores y el de editoses que comprenden la suma de conocimientos, de esfuerzos y de sagacidad (de aqu¨ª las muchas traductoras que hay), que comporta cumplir honradamente el rito de la traducci¨®n.
Ultima tentativa
La ¨²ltima tentativa, que conozco, por darle al traductor el rango que merece sufri¨® un inmerecido revolc¨®n, del que ya parece que se recupera Jaime Salinas. Jaime Salinas, adem¨¢s de ser culto de cuna, habla irreprochablemente cuatro lenguas y, dado que escribe en una quinta, bab¨¦lica, no encontr¨® otra salida a su pasi¨®n literaria que ser editor. Esta flagrante confusi¨®n la sobrelleva el editor Salinas tratando de armonizar su coraz¨®n con sus asuntos y, en un tiempo que le dej¨® libre su obsesi¨®n de llenar el pa¨ªs de bibliotecas p¨²blicas, decidi¨® que el nombre del traductor ir¨ªa en portada y que el traductor cobrar¨ªa un porcentaje como derechos de autor de la traducci¨®n.
Nada m¨¢s justo, ni nada m¨¢s obvio. El libro traducido es otro, como otro es el ¨¢nimo tras el cumplimiento estricto del ritual. La fidelidad al texto es la autor¨ªa del traductor, porque ni siquiera en lenguas muy similares cabe ese automatismo que persiguen los fabricantes de computadoras. Toda variaci¨®n l¨¦xica, y no digamos toda variaci¨®n sint¨¢ctica, constituyen una variaci¨®n de estilo y el estilo es una manera de pensar. Crear en la lengua propia un modo de pensamiento ajeno es, cuando menos, m¨¢s complicado que la mon¨®tona ritualidad del amor venal.
Entre los clientes de la casa de trato siempre hab¨ªa uno (y temo que lo siga habiendo) que decid¨ªa enamorar a la trabajadora del amor y quebrantar as¨ª la seca ritualidad del acto. Sol¨ªa ser arrojado del burdel por incongruente, antiecon¨®mico, plasta y sob¨®n. Con frecuencia ese suele ser el papel que representamos los escritores metidos a traductores por devoci¨®n, espeleolog¨ªa ling¨¹¨ªstica y ganas de mejorar. Se termina por querer enamorar a la prosa y, con una falta de profesionalidad indecente, por inventar. Para la invenci¨®n, existe la literatura, ¨¢mbito, como el del sue?o, donde nos creemos liberados de encadenamientos rituales y donde nunca nos quieren por nuestro dinero.
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