La actualidad Visconti
La proyecci¨®n ¨ªntegra del Ludwig de Visconti dura cuatro horas y pico, casi el doble de lo que se dio como estreno: presentada con cierta timidez, la respuesta ha sido y es de colas y llenos, de entusiamo, de compra por parte de la RAI para que tenga la extensi¨®n y la gratuidad de la pantalla televisiva. No es justo hablar de vuelta o de redescubrimiento de Visconti, siempre vivo, pero s¨ª de una mayor insistencia en sus valores y de un como vac¨ªo sin la despampanante belleza de sus im¨¢genes. El gusto cada vez mayor por Fellini, gusto no sin pol¨¦mica, no estorba para esa insistencia: un polo parece reclamar el otro. La influencia de Visconti se extiende m¨¢s all¨¢ del mundo del cine: de una parte, la pasi¨®n por Mahler; de otra, la pasi¨®n, pero con muchas exigencias, hacia la ¨®pera, hacia el melodrama de Verdi especialmente. Llega, pues, apunto la completa biograf¨ªa y estudio de Gala Servadio: libro grande, detallado, cr¨®nica de cada a?o, de cada filme y con tono general muy influido por el Proust de Painter.Es espl¨¦ndida la descripci¨®n y evocaci¨®n de Mil¨¢n en los a?os anteriores a la guerra del catorce. Hay muy graves historiadores que socavan el mito de la unidad italiana: el contraste entre Norte y Sur sigue siendo el de las dos Italias. Mil¨¢n fue en los tiempos del Visconti joven heredera de su antigua domadora: de Austria, de Centroeuropa. Alguien de su gran aristocracia era capaz de a?orar otra imposible unidad: la que hubieran conseguido los Borbones, tan distintos de los Saboya. La cultura de Visconti, enorme cultura, tiene hondas ra¨ªces germ¨¢nicas: lleva dentro todo Thomas Mann. Esa cultura se hace vida en la familia de los Visconti a trav¨¦s de una dial¨¦ctica que combina la respetabilidad externa con el lujo y el desenfreno: el padre de Visconti, padre de muchos hijos, gentilhombre de la reina, ten¨ªa como hobby la homosexualidad. La madre, bell¨ªsima, arquetipo de la mujer para Visconti, combina una muy cumplidora religiosidad con aventuras m¨¢s que sentimentales. Visconti adolescente ve uno de los grandes signos de la decadencia: separaci¨®n educada, pero irremediable, de los padre. No s¨¦: parece como si la Mil¨¢n del Visconti joven fuera m¨¢s proustiana que el mismo Par¨ªs. Todo lo que a partir de Senso hay en Visconti de detalles de gusto exquisito, de magnificencia en sus escenarios, toda esa expresi¨®n de riqueza aut¨¦ntica para los ojos, ese como milagro de que el mirar casi se huela la rosa fresca y casi se palpe el terciopelo m¨¢s caro, viene de su misma familia. No es extra?o, pues, que acerque tan bien la locura de Luis de Baviera y no menos el repertorio de batines de seda que Wagner necesitaba para estar a gusto.
La agitada, escandalosa extravagante y martirizada vida sexual de Visconti se cuenta al detalle, pero yo dir¨ªa que limpiamente: se dan nombres propios, algunos vivientes y alt¨ªsimos, se nombra y se juzga, pero con nobleza, sin herir m¨¢s que a quien lo merece -Helmut Berger, haciendo gastar a Visconti cuarenta millones de liras en un d¨ªa para caprichos- con una cierta misericordia incluso que viene de lo siguiente: hubo en Visconti, tambi¨¦n como herencia, un subsuelo de religiosidad, le era imposible ser ateo, religiosidad que, tr¨¢gicamente, no funcionaba como nostalgia o como consuelo, sino como segunda conciencia moral, se?alando la. ?diversidad? como pecado. Visconti, que vivi¨® hasta el fondo el Par¨ªs de Cocteau y de Coco Chanel, no fue un pecador alegre: busca inconscientemente la bajeza y la humillaci¨®n como si hubiera infierno en la tierra. Del deslumbramiento ante la belleza pasa al sufrimiento de lo humillante. Por eso, el pormenorizado relato de Gaia Salvadio nada tiene que ver con una cr¨®nica escandalosa. Cuando Visconti descubre su verdadera vocaci¨®n de director de cine junto a Renoir y en los tiempos del frente popular franc¨¦s, cuando ve como consecuencia de su camino de Damasco la descripci¨®n en im¨¢genes de la miseria obrera, campesina, y su adhesi¨®n al Partido Comunista, se forman primero en Par¨ªs y luego en Roma e incluso durante la resistencia, dos grupos en torno suyo: el grupo de los aprovechados, los del esnobismo tambi¨¦n, los provocadores de la org¨ªa y el grupo de los amigos pol¨ªticos, de los pol¨ªticos culturalmente inquietos, disc¨ªpulos de la cultura de Visconti, absolutamente distintos y distantes de los otros. Veo confirmado en el libro lo que intu¨ªa: comunistas de primera fila, como Ingrao, hablan de otra manera, son como m¨¢s ?espirituales?, porque en los duros tiempos de la resistencia y del cine realista aprendieron mucho de la cultura sensible de Visconti y le vieron capaz de grandes sacrificios. No pod¨ªa haber permeabilidad entre los dos grupos porque el Visconti director, trabajador infatigable, minucioso hasta la histeria, tirano de sus actores para hacerlos grandes, est¨¢ muy lejos del Visconti de las otras noches: cuando esas eran ya imposibles, Visconti sigue trabajando. Ah¨ª est¨¢ la tr¨¢gica singularidad de esta vida y su clara mitad de grandeza.
Es muy curiosa la relaci¨®n con Togliati, pol¨ªtico de muy refinada sensibilidad. Cuenta Trombodori que la relaci¨®n fue de extremo respeto rec¨ªproco. Cuando Visconti no permit¨ªa la menor injerencia en su trabajo, cuando se le atacaba desde el partido, Togliati lo defend¨ªa, prohibiendo incluso la publicaci¨®n de los ataques. Es curioso testimonio la siguiente carta con motivo de la longitud de El Gattopardo: ?Querido Antonello Trombadori: he visto en Tur¨ªn el Gattopardo. Una gran obra de arte. Te ruego que si tienes ocasi¨®n de ver a Visconti le expreses mi admiraci¨®n y el aplauso incondicional. Se tiene la impresi¨®n de que en cada nueva creaci¨®n suya se supera a s¨ª mismo. Di incluso a Visconti que no acepte la petici¨®n de hacer cortes. Que no acepte cortar nada del baile, cima de la obra de arte, incluso porque alcanza ese car¨¢cter obsesivo (no s¨¦ si me expreso bien) que s¨®lo est¨¢ en las grandes creaciones art¨ªsticas?.
Al referirme a la m¨²sica en Visconti la pluma quisiera volar. ?Visconti y la ¨®pera! M¨²sico de verdad, m¨²sico de partitura sabida, ha llevado al cine la esencia del melodrama. ?Qu¨¦ historia de enriquecimientos en su di¨¢logo con los monstruos! De ni?o, ya va al palco de la Scala, el m¨¢s cercano al llamado ?golfo m¨ªstico?; adolescente, jugando a los novios con la hija de Toscanini, pero m¨¢s atento a la gran revoluci¨®n musical del padre. Sus realizaciones esc¨¦nicas para el melodrama combinan de tal manera el fasto con la pureza musical que esa ¨®pera logra que el p¨²blico sea muchedumbre y, al mismo tiempo, se convierta en ?hecho de cultura?. Oye a la Callas cuando pesaba m¨¢s de cien kilos, pero en cuanto cumple la orden de perder cuarenta comienza ese di¨¢logo de monstruos, ese amor extra?o, pele¨®n, enloquecido, pero comienza tambi¨¦n una nueva era del canto, de la ¨®pera misma. Escribo esto al mismo tiempo que cumplo un encargo de nota de programa para El trovador, de Verdi, y recuerdo la primera escena de Senso, cuando la famosa pira desencadena en La Fenice de Venecia el griter¨ªo de los patriotas: esa escena es una cima de belleza visual, de m¨²sica como revelaci¨®n de la historia pol¨ªtica, de adoraci¨®n por Venecia, de todo. En una escena se logra lo que es imposible y necesario a la vez, pues all¨ª se encarna la utop¨ªa de la unidad de las artes.
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