Luis de Carlos arremeti¨® contra N¨²?ez y Cabeza
Luis de Carlos abandon¨® el domingo la sonrisa y ridiculiz¨® al Atl¨¦tico. Despu¨¦s de tantas guerras dial¨¦cticas, el presidente del Madrid se li¨® la manta a la cabeza y puso a caer de un burro a Alfonso Cabeza y Jos¨¦ Luis N¨²?ez. De Carlos habl¨® como si su equipo fuera ya campe¨®n. De otra forma no se explica que justificara sus largos silencios. El presidente del Madrid se tom¨® su revancha. Cabeza, que no fue invitado al palco -seguramente porque De Carlos ten¨ªa miedo de que llegara con la tortilla y le manchara el traje- se qued¨® en el Manzanares con los leales. La radio le dio el definitivo disgusto de la temporada.
Luis de Carlos ya no aguanta m¨¢s bromas. El a?o pasado fue Jos¨¦ Luis N¨²?ez quien le toc¨® los costados con el tema arbitral y tuvo que ser el mism¨ªsimo Tarradellas -que s¨®lo est¨¢ de acuerdo con Jordi Pujol en los amores cul¨¦s- quien mediara para que en la Generalidad se produjera la versi¨®n futbol¨ªstica del abrazo de Vergara. N¨²?ez, que ha estado una temporadita modosito, ha vuelto a las andadas y ha afirmado que si Televisi¨®n le presta los videos, demostrar¨¢ que el Madrid gana por la ayuda que le proporcionan los disc¨ªpulos de Plaza. Luis de Carlos, el domingo, tras la derrota barcelonista, le envi¨® un recado a N¨²?ez a trav¨¦s de Radio Nacional, que mucho me temo tenga respuesta dentro de poco.La pelea entre De Carlos y Cabeza ya lleva meses en danza. Cabeza empez¨® con aquello del ¨¢rbitro Miguel P¨¦rez, que iba a dirigir el encuentro de Murcia, en donde por cierto no gan¨® el Madrid y s¨ª lo hizo el Atl¨¦tico. Cabeza se enfad¨® porque la directiva del Madrid no quiso reunirse a cenar con la del Atl¨¦tico. Entonces fue De Carlos quien rehus¨® la invitaci¨®n. Esta vez. como le tocaba al Madrid quedar bien y no iba a hacerlo, Cabeza se fue a comer tortilla al Manzanares.
Los fieles a Cabeza se reunieron con ¨¦l con la bota en la mano y la tortilla en la tartera. Lo del Manzanares fue una aut¨¦ntica reivindicaci¨®n de la gastronom¨ªa popular. Ahora que se est¨¢n poniendo de moda las nuevas cocinas regionales, los atl¨¦ticos se han declarado partidarios del casticismo. Lo malo del modesto fest¨ªn ribere?o es que la tarde futbol¨ªstica no dio para bailes y coplas. Cabeza y los suyos, en tarde de mona de Pascua, organizaron el guateque con la radio. Volvieron la vista a los a?os de la posguerra, cuando todav¨ªa no hab¨ªa a mano pick up en el que poner las canciones de Mach¨ªn a 78 revoluciones por minuto. Cabeza, como es m¨¢s moderno, quiere 45 revoluciones por temporada. El presidente del Atl¨¦tico hubiera dado todas las primas del mundo juntas por poder cantar en el guateque del Manzanares el Asturias, patria querida, que es como terminaban antes las fiestas campestres.
Luis de Carlos se pas¨® al calificar al equipo del Atl¨¦tico. Tampoco es la cosa para despreciar a los jugadores. Que ellos no son los del flequillo. Pero el presidente del Madrid debe ver flequillos por todas partes. Y lo que son las cosas, resulta que Cabeza quiere ir a jugar el ¨²ltimo partido de Liga a Albacete, que es la tierra de Santiago Bernab¨¦u. La idea particularmente no me disgusta. Ello puede proporcionarme la oportunidad de acercarme a Ayora a comerme unos gazpachos manchegos, cocinados por el pintor del secano Pedro C¨¢mara, que sabe ponerle aromas de tomillo a ese plato que con liebre y conejo de monte es una delicia. Gracias al Atl¨¦tico de Madrid vamos a poner disfrutar m¨¢s que antes. Al pan y f¨²tbol le suceden la tortilla y los gazpachos.
Y, mientras, la Real Sociedad con una mano en lo alto de la cuca?a. La Real no quiere perder la oportunidad del pasado a?o. En Gij¨®n lo tendr¨¢ dif¨ªcil, pero el Madrid tampoco lo debe tener de dulce en Zorrilla. Casualmente, el presidente del Valladolid estuvo el domingo en el Bernab¨¦u. Pero afirm¨® que los suyos pelear¨¢n noblemente para vencer al Madrid. La Real con un empate gana el campeonato. Con la victoria le sobran puntos. Y de los tres posibles resultados de Valladolid, con la victoria local y el empate puede permitirse el lujo de perder.
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