La moderaci¨®n, ¨²nica alternativa para el r¨¦gimen pol¨ªtico de Robert Mugabe en Zimbabue
Aparte de la amenaza real surafricana, cuyo r¨¦gimen podr¨ªa producir el colapso de la econom¨ªa de Zimbabue en pocos d¨ªas, el mayor peligro para la estabilidad del Gobierno de Robert Mugabe en su segundo a?o de independencia reside en el interior del pa¨ªs y puede exteriorizarse en la insatisfacci¨®n de las masas si las promesas electorales no son cumplidas.
Como comentaba a EL PA?S un diplom¨¢tico occidental en Salisbury, Mugabe tiene planteado un dilema de nada f¨¢cil soluci¨®n. Si quita demasiado a los blancos, ¨¦stos continuar¨¢n march¨¢ndose, lo que producir¨ªa el caos en Zimbabue, como ha ocurrido en Zambia y Mozambique. Pero, al mismo tiempo, si no hace demasiadas concesiones a la mayor¨ªa negra, ¨¦sta acabar¨¢ por echarse a la calle.Ya existe en el partido gobernante, el ZANU, un ala de la extrema izquierda encabezada por dos antiguos colaboradores de Mugabe en la lucha guerrillera, Edgar Tekere y Enos Nkla, que no est¨¢ nada de acuerdo en la moderaci¨®n mostrada hasta ahora por el primer ministro y que no pierden oportunidad para seguir hablando de la opresi¨®n blanca, el primero, y de la necesidad de acabar con la actual coalici¨®n de Joshua Nkomo, el segundo. Ninguno de los dos favorece nada la pol¨ªtica de reconciliaci¨®n nacional entre todos los sectores y partidos pol¨ªticos predicada por Mugabe.
Mucho es lo que se ha hecho en el pasado a?o para satisfacer los deseos de la poblaci¨®n de color desde la repatriaci¨®n de los 220.000 zimbabuos que se encontraban en situaci¨®n angustiosa en campos de refugiados de Mozambique, Zambia y Botsuana -una herencia de la guerra civil- hasta la reapertura de cl¨ªnicas y escuelas en todos los asentamientos tribales (tribal trustlands) cerrados durante los siete a?os de hostilidades.
Pero queda mucho por hacer en el aspecto sanitario, educacional y alimenticio. Seg¨²n ha puesto de relieve un informe del Salvation Army, cerca de un mill¨®n de personas en los asentamientos tribales padece desnutrici¨®n. Y, por si esto fuera poco, han empezado ya a notarse s¨ªntomas de intranquilidad laboral en las industrias de las principales ciudades del pa¨ªs.
Clima de tranquilidad
Por ahora, el clima todav¨ªa es de absoluta tranquilidad en todo Zimbabue, a lo que ha contribuido no poco la integraci¨®n de 25.000 antiguos miembros de la guerrilla en el nuevo ej¨¦rcito. Los altercados y luchas entre los miembros del ZIPRA y del ZANLA, que produjeron el pasado noviembre 55 muertos en Bulawayo, no han vuelto a repetirse gracias a esa integraci¨®n, aunque todav¨ªa quedan 16.000 por reacondicionar a la vida civil. Pero la amenaza existe, y todo el mundo lo sabe. Cualquier chispa puede hacer estallar el barril.Sin embargo, existe la voluntad decidida por parte del mundo occidental y, en especial de Estados Unidos, de que el experimento no falle. ?You can not fall? (Usted no puede fracasar), le dec¨ªa reciente mente a Mugabe un congresista norteamericano, porque de su triunfo depende nada menos que la estabilidad en esta zona cr¨ªtica de mundo v la soluci¨®n a largo plazo del nada f¨¢cil problema surafricano.
Coment¨¢bamos al principio la amenaza real a la subsistencia de Zimbabue que plantea continuamente Sur¨¢frica, que ha comenzado con la no renovaci¨®n de un acuerdo comercial preferencial y la retirada de veinte locomotoras surafricanas que prestaban servicio en los ferrocarriles de este pa¨ªs. Pues bien, a eso hay que a?adir tres factores de capital importancia. Primero, todo el tr¨¢fico comercial de Zimbabue se realiza v¨ªa Sur¨¢frica hacia el puerto de Durban. Segundo, el petr¨®leo que recibe Zimbabue para su subsistencia viene todo a trav¨¦s de la Uni¨®n Surafricana, que se cuida muy bien de no suministrar a Salisbury m¨¢s que existencias para un mes, y tercero, la ¨²nica ruta alternativa es a trav¨¦s de los puertos mozambique?os de Beira y de Maputo (la antigua Lourengo Marques).
Esa alternativa, sin embargo, est¨¢ tambi¨¦n en manos surafricanas, porque Sur¨¢frica controla el ferrocarril y el puerto de Maputo, y el puerto de Beira se encuentra en un estado de total inoperatividad.
A esto hay que a?adir un dato muy poco conocido en Europa, pero que en los pr¨®ximos meses dar¨¢ mucho que hablar: la existencia de un movimiento guerrillero anti Frelimo (el partido gobernante en Mozambique), armado y alentado por Sur¨¢frica.
Se trata del Movimiento Nacional Revolucionario (MNR), opuesto al r¨¦gimen del presidente Samora Machel, que es una especie de UNITA angole?o en versi¨®n de Mozambique. El apoyo de Sur¨¢frica es tan evidente que hasta cuenta con una emisora propia en territorio surafricano que emite en portugu¨¦s y en los dialectos locales con direcci¨®n a la antigua colonia portuguesa. Su zona de influencia se extiende justamente a lo largo de la frontera entre Zimbabue y Mozambique y se mueve tan a sus anchas que hace unos meses, cuando el ministro de Comercio de Zimbabue, David Smith, uno de los dos ministros blancos en el Gabinete de Mugabe, lleg¨® a Maputo para celebrar conversaciones comerciales con el Gobierno de Machel, ese mismo d¨ªa precisamente las guerrillas del MNR volaron el oleoducto que une las ciudades de Umtali, en la frontera de los dos pa¨ªses, y el puerto de Beiragm.
Para la mentalidad europea, todo esto parece inexplicable, pero los hechos son los hechos y est¨¢n a la vista. Eso explica la moderaci¨®n que tanto Mugabe como Machel utilizan siempre que se refieren a Sur¨¢frica. Condena moral del apartheid, pero aceptaci¨®n de que las vidas econ¨®micas de sus respectivos pa¨ªses est¨¢n en gran parte en manos de Pretoria. Y lo mismo puede decirse de la Zambia de Kenneth Kaunda. Las exportaciones de cobre zambias no tienen otra salida que los puertos surafricanos. Kaunda intent¨® en tiempos enviarlas a trav¨¦s de Angola, unas veces por ferrocarril y otras por la car¨ªsima v¨ªa del transporte por carretera. Con sistem¨¢tica precisi¨®n, las guerrillas del UNITA hac¨ªan saltar por los aires por igual a camiones que a trenes.
?C¨®mo pueden estos pa¨ªses sacudirse ese yugo que atenaza sus vidas econ¨®micas? De momento es impensable, y lo saben tanto los responsables de Maputo como los de Salisbury. S¨®lo un Gobierno de mayor¨ªa negra en el Cono Sur terminar¨ªa con los problemas actuales, y pensar que eso puede conseguirse a corto plazo constituye una utop¨ªa. A medio y a largo plazos, las c¨¢balas son demasiado arriesgadas. La ruta del Indico es demasiado vital a Occidente para que deje de apoyar a Sur¨¢frica.
La situaci¨®n no es f¨¢cil para Robert Mugabe en su segundo a?o de Gobierno tras la independencia, obtenida el 18 de abril de 1980. Su popularidad en Zimbabue qued¨® probada en las elecciones generales, donde consigui¨® una amplia mayor¨ªa absoluta, alcanzando 37 esca?os m¨¢s que Joshua Nkomo, considerado como el padre del nacionalismo de Zimbabue.
El escepticismo con que su Gobierno fue recibido en las canciller¨ªas occidentales, a ra¨ªz de la independencia, ha dado paso a una esperanza generalizada de que ?despu¨¦s de todo, las cosas pueden funcionar?. La m¨¢xima prueba de fe en la gesti¨®n de Mugabe por parte de Occidente ha sido la concesi¨®n de cr¨¦ditos por valor de 1.900 millones de d¨®lares para los pr¨®ximos tres a?os, acordada en la reciente Conferencia para el Desarrollo y la Reconstrucci¨®n de Zimbabue (Zimcord).
Total ausencia de Espa?a
Mientras todos los pa¨ªses occidentales y orientales, con excepci¨®n de Rusia, a la que Mugabe no perdona su apoyo a Nkomo en el pasado, se han apresurado a abrir embajadas en Salisbury, Espa?a no cuenta con la m¨¢s m¨ªnima representaci¨®n diplom¨¢tica, consular o comercial en el pa¨ªs m¨¢s rico y mejor organizado del Africa negra.Salisbury es un hervidero de hombres de negocios y de misiones comerciales de pa¨ªses del Mercado Com¨²n y de Estados Unidos, que se dan cuenta de las tremendas posibilidades presentes y futuras de la nueva naci¨®n africana.
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